El Colombiano

Mónaco, una vida entre bombas, escándalos, robos y deterioro

Habitantes del sector relatan las incomodida­des de vivir al lado del edificio.

- Por DIEGO ZAMBRANO BENAVIDES ROBINSON SÁENZ

En una decisión casi que unánime, los vecinos que viven junto al edificio Mónaco, en el barrio Santa María de los Ángeles de El Poblado, han respaldado la propuesta de la Alcaldía de Medellín que busca demoler el inmueble. Su determinac­ión radica en los problemas de salubridad, de convivenci­a y de seguridad que han padecido por vivir junto al que fuera el hogar del narcotrafi­cante Pablo Escobar.

Los inquilinos más antiguos han sido testigos del paso del tiempo en el edificio, que nunca dejó de causarles molestias. Desde las fiestas del capo, dos atentados, la presencia del Ejército y la Fiscalía, la instalació­n de un centro de rehabilita­ción para adictos, hasta la maleza, los escombros y las plagas por la falta de mantenimie­nto, que consume hoy en día la estructura cuya contrucció­n terminó a comienzos de los años 80.

Vecinos veteranos

Darío Moreno fue testigo de la algarabía y las fiestas en las áreas comunes del Mónaco que colindan con la unidad Bahía Blanca antes del primer atentado en 1988, cuando Escobar vivía allí con su familia.

Cuando le dijeron que la Alcaldía buscaba demolerlo, manifestó que él mismo, con una almadana, ayudaría a remover la tierra y estaría presto para tomarse una foto sobre los restos del edificio.

“Eso que queda es una réplica de la perversida­d de uno de los hombres más horribles después de Hitler, si no lo desbanca. Lo tienen inmortaliz­ado porque construyó unas casas y un parque. Pero eso frente a la vida de un ser humano no vale nada, y él sí que mató a muchos”, dijo Darío.

Juan Henao compró su apartament­o sin saber quién era el vecino que tenía detrás del muro de su terraza. Luego de enterarse ya no había vuelta atrás.

“Desde que llegué no he tenido sino problemas con el Mónaco. Y después de los atentados, le quedó a uno siempre ese miedo sicológico. Recuerdo que la gente amanecía en las salas o los corredores por miedo a que eso se repitiera”, contó Juan.

A Elsy Blair le tocó la segunda bomba, en febrero del 2000, cuando en el sitio funcionaba el CTI de la Fiscalía. “Para mí esta zona es ideal, porque tengo todo lo que necesito a la mano, pero siempre ha sido un riesgo muy grande vivir aquí por el vecino que tenemos”, confesó.

Las caletas y las fiestas

Luego de la muerte de Escobar, su emblemátic­o edificio pasó a manos de la Dirección de Estupefaci­entes, pero durante un tiempo algunas unidades del Ejército se instalaron en el inmueble. La Cuarta Brigada no pudo entregar informació­n precisa sobre en qué periodo de tiempo sucedió, pero varios vecinos corroboran la presencia de los militares antes de 1997.

“Con el Ejército hubo problemas por la bulla. Los soldados eran escandalos­os, hacían mucha algarabía”, afirmó Darío. Otro problema fue la búsqueda de las supuestas caletas que Escobar habría escondido en el Mónaco. Dorely Restrepo, administra­dora de Bahía Blanca, relató que en varias ocasiones los inquilinos le contaban acerca de la presencia de personas y el sonido de picas en el interior del viejo edificio.

Para nadie es un secreto que lo único de valor que conserva la estructura es la obra del artista antioqueño Rodrigo Arenas Betancur que cuelga sobre una de las paredes, porque las instalacio­nes eléctricas, sanitarias, y las habitacion­es fueron saqueadas.

En 1997 llegó a instalarse un centro de rehabilita­ción de adictos de la E.S.E Carisma, y durante ese tiempo, según afirma Amparo Palacio, residente de Bahía Blanca, se presentaro­n varios robos en los primeros pisos de su unidad.

La llegada de la Fiscalía al Mónaco no solo incomodó por asuntos de movilidad y seguridad a los habitantes, sino porque la entidad también hacían fiestas en el edificio.

“Los fines de semana hacían reuniones con música por las noches, era una situación insoportab­le para una zona residencia­l que siempre había sido muy tranquila”, comentó Elsy.

Abandono

Cuando el juzgado 18 penal de Medellín tuteló los derechos de seguridad y libre movilizaci­ón de los habitantes del sector, la Fiscalía también se marchó del edificio. Pero allí no terminaría­n los problemas.

“A la fecha hemos gastado más de $40 millones, en abogados, para impedir que se instalen despachos de seguridad al lado de nuestras viviendas, y el mantenimie­nto que hemos tenido que hacer nosotros mismos”, afirmó Dorely.

Varias unidades del sector formaron una mesa en la que recolectar­on fondos para tapar la piscina del Mónaco, que con el agua estancada y la maleza se había convertido en un nido de zancudos y otras plagas que afectaban la salud de los vecinos.

“De los carros ensangrant­ados del CTI que entraban al edificio pasamos al deterioro, porque a este edificio lo tienen abandonado y ya nos está afectando hasta los cuartos útiles con filtracion­es de agua”, aseveró Diana Escudero, que espera que la demolición no se quede en una simple propuesta.

Además, todos los días llegan carros cargados de turistas a visitar el viejo edificio, como si se tratara de un santuario. Los propietari­os de varios apartament­os aledaños, han manifestad­o incluso que a veces han visto policías dando recorridos a algunas personas, por eso, sospechan que hasta las autoridade­s estarían exhibiendo el inmueble.

Por este motivo, Luis Hernando Mejía, presidente de Corpoblado, informó que el jueves 1 de junio se reunirán con la comunidad para plantear propuestas concretas y presentárs­elas a la Alcaldía.

Por su parte, la Administra­ción Municipal está a la espera de una respuesta oficial de la Policía Nacional para proceder o no con la demolición del edificio.

EL COLOMBIANO se comunicó con la Policía para indagar sobre la falta de mantenimie­nto y los problemas que ha causado el edificio para los habitantes del sector, pero la entidad no emitió una respuesta oficial

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FOTO En la cuadra del edificio Mónaco hay dos unidades residencia­les y una clínica. Imagen de abril de 2015.

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