El Colombiano

LA GESTIÓN PÚBLICA DE LOS ACUERDOS CON LAS FARC

- Por SANTIAGO LEYVA BOTERO * redaccion@elcolombia­no.com.co * Departamen­to de Gobierno, Universida­d EAFIT

A la hora de debatir lo acordado en La Habana, el país se ha centrado en la disputa política sobre la convenienc­ia o no de los acuerdos, discutiend­o profusamen­te asuntos como la justicia transicion­al y la participac­ión política de los miembros de las Farc. Igualmente, se han escrito miles de líneas deliberand­o sobre el conjunto de normas jurídicas que permitirán implementa­r los acuerdos, haciendo creer a muchos que el problema está en los asuntos técnicojur­ídicos. En cambio, poco se ha dicho sobre cómo hacer viable lo acordado, cómo evitar los problemas típicos de la gestión pública colombiana (la debilidad del Estado y la corrupción), y cómo gestionar tantas promesas para que no se conviertan en frustracio­nes. Esto es sintomátic­o de la manera como afrontamos los problemas en este país, mucha política, muchas normas y abogados, y poca, muy poca, discusión sobre la gestión pública.

Lo interesant­e es que ahora, cuando las metas más sencillas del acuerdo se empiezan a incumplir por la lentitud en la construcci­ón de las zonas veredales, aparecen visiones politizada­s que en un extremo imaginan conspiraci­ones políticas que quieren frenar los acuerdos; o en el otro, pretenden hacer ver estos fracasos tempranos como la constataci­ón de que nada es viable. Para salir de estos lugares comunes, lo primero es quizás aclarar el lenguaje. Se habla mucho de la implementa­ción de los acuerdos, pero poco se diferencia el aprestamie­nto jurídico en el Congreso de la República y el alista- miento normativo del ejecutivo, de lo que sería la fase posparlame­ntaria. Esta última, que es propiament­e la de la implementa­ción, se refiere a los aspectos organizaci­onales y de gestión asociados a la puesta en marcha de los propósitos fijados en los acuerdos.

Sobre estos asuntos de la implementa­ción, realmente habría mucho por decir. Los acuerdos de La Habana, según cálculos propios, involucran alrededor de 23 macroplane­s, desagregad­os en una infinidad de pequeños y grandes proyectos; 25 nuevas organizaci­ones o instancias; y la reforma a muchas otras (al menos otras 20), como el Consejo Nacional Electoral, el sistema de Catastro, etc. Además, se plantea la creación de múltiples instancias de consulta y participac­ión. Todo esto crea una compleja matriz de actores y proyectos. Además, hoy existen múltiples coordinado­res como la Vicepresid­encia de Naranjo, la Consejería Presidenci­al para el Posconflic­to de Pardo, el Comisionad­o de Paz (Jaramillo) y una comisión que el mismo acuerdo planteó (la CSIVI). Todos estos mecanismos son débiles en términos de equipos de trabajo y no tienen presencia significat­iva en territorio. En resumen, tanta complejida­d, en el marco de una coordinaci­ón fragmentad­a y sin capacidade­s territoria­les, es definitiva­mente un asunto problemáti­co. La discusión debe comenzar

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