¡LA SOLUCIÓN ESTÁ EN NUESTRAS MANOS!
Toda la vida se ha acusado a los adolescentes de ser un problema, no solo para sus padres sino también para la sociedad. Hoy se les culpa de ser vulgares, irresponsables, violentos, inmorales, viciosos, groseros, etc. Y en efecto, algunos (más de los que quisiéramos) lo son. Pero, ¿y por qué se volvieron así? ¿Será que perdieron la vergüenza o será que perdieron la esperanza?
El asunto es mucho más profundo que un simple problema de conducta. Tan peligrosas como la agresividad y la vulgaridad de las escenas presentadas por algunos medios de comunicación, son la desesperanza y el pesimismo que continuamente transmiten a su audiencia. Esto es especialmente peligroso para los niños porque ellos tienen a su alcance toda suerte de aparatos que les permiten ver todo lo que se les antoja, desde las cosas más interesantes y maravillosas hasta las más tenebrosas y destructivas.
Lo cierto del caso es que hoy en día, muchos adultos y también jóvenes suelen distraerse con toda suerte de infamias, como son los ataques guerrilleros que acribillan poblaciones enteras; gobernantes que roban a sus pueblos; padres y madres que abandonan a sus familias; niños que abusan constantemente a sus com- pañeros a tal punto que los llevan a quitarse la vida; hijos que irrespetan a sus mayores, alumnos que insultan a sus profesores, etc.
El poder de los medios de comunicación es su capacidad para redefinir “la realidad”, cuando presentan toda suerte de noticias y hechos infames que contribuyen a que las nuevas generaciones pierdan la fe en la humanidad, el amor a la vida y la esperanza en un mañana mejor. Estos sentimientos son indispensables para poder vivir tranquilos y dispuestos a dar lo mejor de sí mismos al mundo y a los demás.
Sin embargo, quienes mejor podemos contrarrestar estos problemas y desafíos somos sus padres cuando permitimos que nuestros hijos vivan en un entorno que les ofrece a los jóvenes un menú de atrocidades, capaz de lograr que cualquier televidente joven y asiduo, sin la madurez suficiente como para evaluar la credibilidad de lo que está viendo, pierda el interés de vivir