EL DERECHO SE NOS TORCIÓ
El derecho de las cosas es no meterle tanto derecho a la vida social. Sin embargo, en esta tierra de leguleyos, hasta las guerrillas ponen al derecho en un pedestal y citan normas para reclamar incumplimientos. Digo que hasta las guerrillas lo hacen, porque resulta ser una imagen propia de la exageración, aunque provenga de nuestra realidad. En nuestra tierra parece ser un mal cultural. Todo el mundo lo hace, especialmente los sectores con algún tipo de poder: los curas, los políticos, los militares, los negociantes y los mafiosos.
Nos llenamos de derecho como aspiración. Nos indignamos frente a los incumplimientos; pero vivimos – y lo sabemos– rodeados de ilegalidad. Nuestra expectativa no es a que se cumplan las leyes sino a que nos dejen vivir.
Lo curioso es que la materia que tanto concentra nuestra atención es burlada de manera sistemática. Adoramos el derecho pero nos importa poco su aplicación. Celebramos la adopción de normas pero nos burlamos de manera regular del derecho, al convivir con su inaplicación. Vivimos en mundo extraño: adoramos las leyes, pero no las cumplimos.
Hablamos de leyes, diseñamos sistemas, inventamos ponderaciones, sometemos todo a controles –tanto constitucionales como convencionales– y todo sigue igual, lejos del derecho. Ya no sabemos qué más inventarnos para aparentar ser el modelo moderno del imperio del derecho.
La obsesión con el derecho es un sofisma. Vibramos con los debates legales pero la vida nacional está plagada de transgresión. No es exagerado suponer que la expectativa social frente a cualquier ley aprobada es su incumplimiento. Que la ley se viole es cuestión de grado, no de esencia. Somos un país quebrado: nuestro mayor valor –el derecho– es mera especulación.
No hay profesión tan apreciada y repudiada, al mismo tiempo, que la del derecho. Al igual que se admira a los abogados; estos son ob- jeto de constante burla y reproche. Desde el tinterillo hasta el jurisconsulto, los abogados son parte de la tragedia colombiana, recordando que este género se basa en el sufrimiento humano y produce un sentimiento de catarsis e incluso de placer en su audiencia.
Yo no sé si la decisión de la Corte Constitucional sobre el fast-track es catastrófica o inconveniente, en parte, porque ni siquiera hay decisión. Lo que tenemos es un comunicado de prensa que vuelve a ilustrar mi punto: nos encanta hacer del derecho noticia pero poco nos importa su contenido y su aplicación. La decisión de la Corte saldrá en semanas o en meses y en ese momento será necesario hacer algo con ella. Pocos leeremos el entuerto jurídico que produzca el tribunal. Para ese momento, estaremos sumidos en alguna otra batalla jurídica, igual de ardua a esta y de lejana a la realidad.
Lo que sí puedo, en este momento, calificar de catastrófico e inconveniente es que la implementación del Acuerdo de paz dependa de abogados y que su resultado se mida por leyes y decretos aprobados. Es triste que la atención pública no repose en la inacción estatal, sumida en el laberinto legal, mientras el país pierde una oportunidad para atender los problemas sociales y económicos de las zonas más abandonadas del país. Para atenderlos no se necesitan nuevas leyes; se necesita voluntad y manos a la obra.
Soy abogado; respeto y defiendo las formas del derecho, pero, la veneración del derecho como forma de entelequia tiene que ser rechazada
Es triste que la atención pública no repose en la inacción estatal, sumida en el laberinto legal, mientras el país pierde una oportunidad para atender los problemas sociales y económicos de las zonas más abandonadas del país.
Hablamos de leyes, diseñamos sistemas, inventamos ponderaciones, sometemos todo a controles y todo sigue igual, lejos del derecho.