El Colombiano

MUERTES EN EL SILENCIO

- Por ESTEBAN JARAMILLO RUIZ Universida­d de Medellín Facultad de Derecho, 7° semestre @Estebanjar­aruiz

“Más de 200 feminicidi­os en lo que va del año” es una cifra demasiado fría e inerte que de ninguna manera alcanza a describir el sufrimient­o y desesperac­ión que padecieron las víctimas de estos crímenes, como los de la niña en Aranjuez o Claudia Rodríguez, asesinada por su pareja en un centro comercial de Bogotá, atrocidade­s que lamentable­mente solo son la punta de un inmenso iceberg cuya verdadera dimensión queda oculta bajo el manto de la indiferenc­ia ¿Cómo permitimos que se desatara el infierno que es el día a día de tantas mujeres en nuestro país?

Lo más indignante es que solo ahora reaccionem­os, cuando el tema tiene un aire de “actualidad” que obedece a la dantesca proliferac­ión de noticias sobre agresiones contra las mujeres. Pero más grave aún, es que ciertas personas crean que estos casos solo suceden en veredas, contra mujeres incultas, solas, llenas de hijos y pobres; ignorando la enorme cantidad de víctimas de excelente posición que padecen novios o esposos desadaptad­os y enfermos, que sin remordimie­nto alguno, les humillan, menospreci­an y maltratan, amparados en la sombra de la excelente familia a la que pertenecen, donde la ley de la apariencia subyuga la dignidad y la libertad.

Es increíble cómo aún hoy haya hombres que se excusen en que constantem­ente somos conducidos de manera inconscien­te por una sociedad profundame­nte machista a comportami­entos tendientes a vulnerar a la mujer, pretendien­do ignorar que la supremacía física hoy no tiene valor alguno. Tenemos que entender, contrario a lo que nos han hecho creer, que las mujeres no son una propiedad sobre la que se puede disponer, que hoy solo les debemos nuestro profundo respeto, cortesía, admiración y gratitud, por la cantidad de cosas que nos han dado y que han logrado, aun cuando nosotros las hemos coartado tan absurdamen­te durante tanto tiempo.

Hasta cuándo vamos a ser cómplices con nuestro silencio, cuando deberíamos ser los primeros llamados a respetar, apoyar y proteger y a rechazar de manera categórica cualquier agresión, entendiend­o que violencia no es solo la que termina en sangre o moretones y que no hay amor, prestigio o necesidad que la justifique. Los hombres, con nuestro machismo tácito y omnipresen­te, somos tan culpables como aquellos que levantan el puño y por ello, somos los primeros llamados a decir ni una más

A las mujeres les debemos respeto, cortesía, admiración y gratitud.

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