ISLAS DE PLÁSTICO
Si Cristóbal Colón hubiera tirado una botella de plástico al mar nada más arribar a las costas americanas, hoy esa botella estaría descomponiéndose aún en algún lugar del Caribe.
La durabilidad del plástico hace sensible su utilización responsable, porque si una botella de este material tarda más de 500 años en esfumarse, un hilo de pesca aguanta nada menos que 600 años y una bolsa de plástico, alrededor de 55 años.
Según cifras de Greenpeace, entre el 60 y el 80 % de la basura marina son plásticos, muchos, pedazos inferiores a los 5 milímetros, fácilmente ingeridos por peces y mamíferos.
La alarma la ha ofrecido una ballena varada en una playa de Filipinas. La imagen, muestra a la reina de los mares cubierta literalmente por plásticos. Tan llena de basura que los desechos le salen hasta por la boca. Se trata de una instalación realizada por Greenpeace, pero habida cuenta de que cada año se vierten ocho millones de toneladas de basura a los mares, suficiente cantidad como para cubrir 34 veces la isla de Manhattan, lo más probable es que miles de animales marinos revienten por tragar tanta mierda.
Más aún si se tiene en cuenta que Filipinas es el tercer país del mundo que más porquería arroja a los mares, solo superado por China e Indonesia: los marranos abundan por todos los continentes. La campaña de la organización conservacionista podría no servir para nada si se cumplen las previsiones de la Fundación MacArthur, que advierte que en 2050 habrá más plásticos en los océanos y mares que peces. A razón de 200 kilos de basura vertida a los océanos por segundo, en unos años nos meteremos a nadar en una cala paradisíaca del Mediterráneo o del Caribe y saldremos convertidos en monstruos, cubiertos de anillas de Coca-Cola y bolsas del súper. Algunos dirán que exagero y que hay más agua en los mares que bobos. Y sí, hay más agua que botellines de cerveza, pero es que la mierda que vemos, la que flota en superficie o la que podemos recoger, supone una mínima parte de los desperdicios. El 70 % permanece en el fondo marino, fuera de nuestro perímetro. Así que, aunque lo que podemos observar ya es suficientemente preocupante.
Ya existen cinco islas de basura formadas por microplásticos, dos en el Pacífico, dos en el Atlántico y una en el Índico. La producción de plásticos se incrementará un 900 % en 2020 respecto a los datos de 1960, así que cuando queramos darnos cuenta alguna de estas islas se convertirá en un continente flotante de mierda por el que, a buen seguro, hasta se pelearán algunos por plantar su bandera.
No se trata de lanzar una cruzada contra el plástico. Sería ridículo acabar con un material imprescindible, a pesar de que para fabricarlo se necesitan 80 litros de agua para una simple botella de litro. Tenemos que restringir nuestra adicción al plástico. Primero, reciclando. Tirar una bolsa de basura no solo implica que quien lo hace es un puerco sino que además está perdiendo dinero, porque tarde o temprano necesitará otra y tendrá que pagarla. A día de hoy, solo el 1 % de las bolsas de plástico se reciclan en todo el mundo. No es una cuestión de «abraza-árboles» o de cuatro chalados «mastica-rábanos», sino de pura supervivencia.
Un reciente estudio realizado en España mostró que, de 212 peces de fondo marino muy demandados para el consumo, uno de cada seis tenía plásticos en su interior. A este paso acabarán sirviéndonos una botella de plástico sobre lecho de microfibras del Índico en cualquier restaurante. Y a precio de oro
La Fundación MacArthur advierte que en 2050 habrá más plásticos en los océanos y mares que peces.