¿ES POSIBLE REPENSAR A CHINA?
Las apariciones públicas de Donald Trump en Europa en los días pasados han sembrado más desconcierto que otra cosa. La prensa que reseñó y analizó la visita concluyó que los órdenes de prioridad en la relación de Estados Unidos con el Viejo Continente, tal como existen en la cabeza del presidente de EE. UU., no están claramente estructurados. Si esta indefinición de criterios, metas y políticas de parte del número uno de la economía mundial es desconcertante para el conjunto de los países europeos, hay que pensar que para China lo es mucho más.
Este otro coloso mundial, tiene, en el interior del país, temas de urgencia que atender, eso es claro. Por fuera de sus fronteras también la agenda es notoriamente compleja con retos de toda índole en el campo de la seguridad, integridad territorial, lo nuclear y lo militar. Pero para mantener la dosis de calma social interior que permita planificar el crecimiento económico sin urgencias ni sobresaltos, es vital producir soluciones que eleven la calidad de vida de sus nacionales. Y hasta el presente esa flauta no ha estado sonando…
De acuerdo con los expertos que mantienen bajo continuo escrutinio la dinámica económica del Imperio del Medio, el modelo de expansión sostenido por Xi Jinping basado en el fortalecimiento de la demanda interna como fuerza motora ha tenido que ser revisado, porque el hombre de a pie de ese país no ha modificado, como estaba previsto, su propensión al ahorro. En dos palabras, el chino se niega a gastar más, lo que ha colocado a sus dirigentes en posición de mirar de nuevo hacia los mercados externos para mantener al país en crecimiento. Un reciente trabajo publica- do por Stephen S Roach, experto en economía de la Universidad de Yale autor del libro “Desbalance: la Co-dependencia de China y Estados Unidos”, asegura que desde 2010 a esta parte el consumo interno apenas ha crecido 2,5 % en su aporte al BNP nacional. Por ello, la mirada de quienes diseñan las estrategias económicas se ha dirigido de nuevo al exterior de China de manera de encontrar allí la fuente que impulse el crecimiento nacional. Por eso, el colosal proyecto de la “Nueva ruta de la Seda” ahora bautizado como plan OBOR. Por ello igualmente la necesidad de encontrar mercados para la sobrecapacidad industrial que se ha estado generando dentro de sus fronteras.
Así pues, es hacia el exterior de China que están hoy enfiladas sus baterías, tanto en el terreno de la colocación de sus productos como en el de la apertura para sus inversiones. Solo que hace falta que Washington, manejando un mercado creciente y también de inmensa talla, esté dispuesto a bailar con Beijing un tango que necesita dos. La reunión de Xi y Trump a inicios de su mandato no fue útil para sentar las bases de una cooperación comercial de significación. El plan de 100 días apenas menciona a las importaciones de pollos como un tema de atención prioritaria, lo que no les saca a los chinos las castañas del fuego. Tampoco se logró mucho en materia de la facilitación de inversiones chinas dentro de la nueva política del magnate Trump conocida como “América First”.
De esta manera repensar a China dentro de un nuevo derrotero económico, lo que parece ser una prioridad para el gobierno actual, requiere que las cuerdas del concierto internacional funcionen acompasadas y que particularmente la América de Trump tenga conciencia de su propio rol para darle sustento a los equilibrios mundiales. Desafortunadamente para Xi, ello no está a la vuelta de la esquina
En dos palabras, el chino se niega a gastar más, lo que ha colocado a sus dirigentes en posición de mirar hacia los mercados externos.