EDITORIAL
El retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático es un desafío a la comunidad internacional. La voluntad dañina de un solo hombre traerá efectos nocivos para todos.
“El retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático es un desafío a la comunidad internacional. La voluntad dañina de un solo hombre traerá efectos nocivos para todos”.
El retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París, que se suscribió precisamente para frenar el calentamiento del planeta, fue decidido ya por el presidente Donald Trump, tal como lo anunció en su campaña, cuando casi nadie creía que fuera posible ni su llegada al poder ni, mucho menos, la ejecución de sus estridentes promesas. Esta es un serio tropiezo en la búsqueda de una Tierra mejor para todos con el esfuerzo de la comunidad internacional.
Trump, que desde la campaña consideró el cambio climático como un invento de los chinos, reafirmó que el Acuerdo frena el desarrollo de su país y concede ventajas a los otros grandes. Estados Unidos, dijo, requiere todas las formas de energía, incluido el uso del carbón, cuyo empleo es desestimulado por el pacto alcanzado en París y al cual se han sumado 194 países, de los cuales 147 lo ratificaron ya.
Son contundentes las evidencias científicas que sustentan el peso de la mano del hombre en la aceleración del cambio climático. Hoy las condiciones de calentamiento no se tenían desde hace 115 000 años y hace 4 millones de años que los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera no eran tan altos. Ahora Trump buscará el reingreso bajo condiciones distin- tas o la negociación de otro acuerdo, a lo cual ya diferentes líderes han anunciado su negativa. Además, retirará la ayuda económica a países en desarrollo que se destinaba para que se adaptaran y mitigaran los efectos del cambio climático.
Pero ¿qué tanta incidencia en el futuro del planeta y el clima tiene esta decisión?
Estados Unidos es el segundo mayor emisor de dióxido de carbono. En 2015 emitió 5,1 millones de kilotones, más que los 28 países de la Unión Euro- pea y se había comprometido a reducir de 26 % a 28 % sus emisiones en una década.
Esto resultaría en emisiones adicionales de 3000 millones de toneladas de gases al año, suficientes para acelerar el derretimiento de glaciares y regiones polares, hacer más frecuentes eventos climáticos extremos, aumentar inundaciones y sequías, incrementar las migraciones humanas y extinguir numerosas especies.
El nuevo aporte estadounidense sería de entre 0,3 y 0,5 grados Celsius a la temperatura global, a la cual ya contribuyó con un quinto del calor atrapado por el CO2.
El Acuerdo de París busca que la temperatura no aumente más de 2 ° Celsius con respecto a la era preindustrial para no afectar numerosas formas de vida y ciclos naturales de los que dependemos. Ya el mundo se gastó la mitad y sin Estados Unidos esa barrera se superará más rápido. Inquieta, por ende, hasta qué punto el efecto Trump permee otros países, que ahora tendrían una excusa para incumplir.
Anima, sí, la reacción de líderes como el presidente francés, Emmanuel Macron, de rodear el Acuerdo de París. Un buen mensaje respaldado por 60 ciudades de Estados Unidos y otro tanto de grandes empresas.
China, que se embarcó en un ambicioso programa de reducción del carbón, y los países europeos tomarán el liderazgo sacando provecho de las nuevas oportunidades económicas, implicando el aislamiento de Estados Unidos en la escena ambiental, con repercusiones en el contexto comercial y diplomático.
No hay lugar a renegociar otro acuerdo por voluntad de un presidente. Como dijo Antonio Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, “el tren de la sostenibilidad partió, o se aborda o se queda atrás. Quienes no apuesten a la economía verde tendrán un futuro gris”.
El mundo asiste a un patético caso en el que la voluntad de un solo hombre, contra toda evidencia, causará daños irreparables. Con el pretexto de beneficiar en exclusiva a su país, prescinde de cualquier consideración no solo científica, si no de la misma inteligencia humana