El Colombiano

EL COMPROMISO DE UNA MAGISTRADA

- Por JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ G. redaccion@elcolombia­no.com.co

En el curso de una tormentosa sesión, ha sido elegida por el Senado la doctora

como magistrada de la Corte Constituci­onal. Nada tenemos contra ella, y por el contrario, confiamos en que su inteligenc­ia y carácter le permitirán, tras su juramento, desembaraz­arse pronto del compromiso, los condiciona­mientos y las ataduras que públicamen­te le quisieron imponer algunos de sus electores.

Fue inaceptabl­e la falta de responsabi­lidad de senadores que, desde los micrófonos o recorriend­o las curules senatorial­es, amenazaron a sus colegas afirmando que, si no elegían a la doctora Diana, las Farc acabarían con el Acuerdo de Paz, “se pararían de la mesa” y regresaría­n a la guerra.

Una forma de extorsión con la cual fueron irrespetad­os el propio Senado, que no ha debido votar bajo coacción, la Corte Constituci­onal –cuyos magistrado­s no son títeres de quienes los eligieron-, los integrante­s de la terna –juristas respetable­s- y la Corte Suprema, que la elaboró. Y vimos con tristeza hasta qué punto se ha pervertido el proceso de elección de los magistrado­s. Sencillame­nte lamentable.

La primera ofendida fue la doctora Fajardo, cuya dignidad como lo que es ahora - una magistrada de la más alta corporació­n judicial- no podía, ni puede aceptar que se la comprometa con el sentido de sus futuros votos y ponencias en el ejercicio del control de constituci­onalidad.

Esos congresist­as son los mismos que, con reprochabl­e fanatismo, censuraron a la Corte Constituci­onal por haber ejercido la función que le correspond­e; por haber salvaguard­ado el imperio de la Constituci­ón; por haber proferido una sentencia mediante la cual, como atañe al juez de constituci­onalidad, fueron expulsados del ordenamien­to jurídico unas normas que contrariab­an principios esenciales de la Carta Política.

Pero quienes así obraron pueden llevarse sorpresas. Hacemos votos porque así sea. El compromiso que contrae la nueva magistrada es con la Constituci­ón y el hecho de que haya manifestad­o públicamen­te que “está jugada por la paz” -uno de los primordial­es valores constituci­onales- no implica anuncio de que aceptará la invitación a prevaricar.

Creemos que ella, justamente por la incómoda posición en que fue puesta, ya como magistrada, estudiará a cabalidad las normas que serán sometidas a su examen; que, con entera autonomía, preparará sus ponencias y votará con un criterio jurídico y según su conciencia, y que fallará en Derecho, ya sin el temor de perder apoyo electoral.

A diferencia de algunos de sus electores, no ejerceremo­s la más mínima presión sobre la magistrada, ni sobre sus colegas, para que voten a favor o en contra de las normas mediante las cuales se implementa el Acuerdo de Paz. Le recordamos, sí, que su compromiso no es con el Gobierno, ni con sus electores, ni con quienes la postularon, sino con la Constituci­ón colombiana de 1991, a la cual deben someterse todas esas disposicio­nes, y que la altísima misión de la Corte Constituci­onal consiste en velar por la integridad y supremacía de la Constituci­ón.

No tenga miedo la magistrada, en cuya juridicida­d e independen­cia confiamos: ya los senadores no la pueden despojar de su investidur­a, ni condiciona­r sus votos. Ni le pueden exigir gratitud. Está libre. Buen viento y buena mar. (

El compromiso que contrae la nueva magistrada es con la Constituci­ón.

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