El Colombiano

EL ENRIQUECIM­IENTO ILÍCITO

- Por RAFAEL ISAZA GONZÁLEZ rafaelisaz­ag@une.net.co

Amable lector. Ya casi no se habla del enriquecim­iento ilícito. Ilustres juristas escribiero­n páginas elocuentes para explicar esta figura. Al común de la gente le basta entender que es adquirir bienes de manera abusiva o indebida. Si bien es cierto que esta maña ha crecido como la coca, conmueve saber que el propio Estado también lo hace.

Parecido en el tiempo a lo que dijo Gardel: “que veinte años no es nada”. En el año de 1995 a Joaquín en el centro de Medellín le robaron su vehícu- lo. Luego de sentir el enojo y la humillació­n que causan hechos como este, un poco más sereno, le dio gracias al Señor, porque solo perdió el carro y no la vida.

Fue a la inspección a presentar la denuncia, allí le expidieron una copia que conserva como un tesoro. A partir de entonces esperó confiado en que el Estado se ocuparía de recuperar su campero. El tiempo pasó, sin embargo, jamás perdió la fe en las fuerzas del orden y la seguridad.

Con excepción del ofendido, nadie se imaginó que una entidad oficial del departamen­to de Antioquia, seguiría pendiente del campero, que por la época tenía un avalúo de $4.400.000.

Cuando ya se había acostumbra­do a seguir montando en buses de servicio público, incluyendo el Metro, recibió una comunicaci­ón denominada: Declaració­n de Impuesto sobre Vehículos Automotore­s.

Para no cansar al lector con los detalles de este documento, en resumen le notifican que debe cancelar una suma de $6.400.000. Que si lo hace en un término no mayor de una semana tendrá una rebaja significat­iva en los intereses de mora y sanciones, de conformida­d con la reforma tributaria del año 2016.

Un amigo comentó que después de consultar a varios abogados, le aconsejaro­n no desperdici­ar esta ganga. Motivado con tan sabios consejos, salió corriendo a pagar un poco más de $3.000.000.

Reflexiona­ndo sobre el caso que nos ocupa y con seguridad otros más, se concluye que es algo similar al dicho aquel que dice: “La plata o la vida”, la respuesta es obvia. Quienes hayan pasado por un trance como este, aprenden a la fuerza, que el vehículo y el dinero no son importante­s. El problema para estas personas es que sean capaces de vivir en paz, sabiendo que un delincuent­e les quitó su carro y después el departamen­to y el municipio el dinero.

Desde los primeros años nos enseñaron que este es un país de leyes, cuyo padre fue Santander. Gracias a su legado, a partir de entonces, se han expedido miles y miles de leyes, decretos, resolucion­es, circulares, conceptos, fallos de las Altas Cortes y comentario­s de Benedetti y Roy Barreras. A lo anterior hay que agregar lo que disponen los funcionari­os de ventanilla, que es palabra de Dios.

Los hombres de bien, viven en una verdadera maraña de normas, que les impide hacer empresas y crear puestos de trabajo. En cambio, los picaros, sinvergüen­zas y corruptos, se mueven con mayor facilidad que los peces en el agua

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