El Colombiano

EL SANGRIENTO RETORNO

- Por JOSÉ ANDRÉS RUBIANO FRANCO Universida­d de Antioquia Facultad de Com. Social, 8° semestre j.a.rubiano@hotmail.com

De nuevo Nietzsche sonríe desde el más allá; acaricia sus bigotes mientras señala con su índice derecho a esta humanidad que tanto despreció. Sabe que su teoría, la del Eterno Retorno, nunca antes fue tan certera. Desde el misterio de lo desconocid­o es testigo de los ciclos que le damos a la historia. De esos pasos en círculo que nos remiten a oscuros episodios del pasado.

Pareciera que el rugido de los 175 centímetro­s cúbicos de la calibmatic de Pablo

Escobar retumbara en las calles de los pueblos antioqueño­s. Nuevamente el terror es el protagonis­ta en el acontecer de muchos colombiano­s. Una ambición tan morbosa como desalmada se aviva entre algunos hombres, esos que se han enterado que a cambio de la muerte de un agente de policía podrán acceder a una cifra que supera con creces el salario mínimo. Siendo así, ¿Sonríe usted amigo Friedrich?

Aquellos que disfrutan del sonido de la lluvia en los techos hoy experiment­an el miedo ante una posible catástrofe natural. Los recuerdos aún frescos de la avalancha de Salgar resurgen entre los habitantes del Suroeste antioqueño, ninguno quiere repetir una tragedia y la temporada invernal pareciera no tener clemencia ni considerac­ión.

¿Comprende usted que asistimos pasivos a la repetición de sucesos poco placentero­s? A la naturaleza no podemos culparla, de hecho somos nosotros quienes le hacemos daño a diario. Pero sí es posible señalar que la insaciable sed de poder y sangre del hombre es la responsabl­e de que la historia parezca repetirse.

No es sano vivir cargando con temores adicionale­s a los obligatori­os. Me es incomprens­ible que las balas sean el lenguaje preferido de mis semejantes, tal vez por ello me sienta más cómodo en la lejanía. A pesar de que me siento más seguro lejos de los poli- cías, rechazo que se le ponga precio a la vida de hombres que como usted o yo quisieran estar tranquilos.

Desearía que esta vez ese Eterno Retorno se extraviara y ya no volviera a cumplir su ciclo. Sí, comprendo amigo Friedrich que esto pudiera borrar la sonrisa de su rostro y hasta ser el causante de la pérdida de un par de pelos de su bigote, ¿Pero qué le hacemos? Yo quisiera habitar un lugar tranquilo en donde poder estar, y además usted está muerto

Me es incomprens­ible que las balas sean el lenguaje preferido de mis semejantes.

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