EL SANGRIENTO RETORNO
De nuevo Nietzsche sonríe desde el más allá; acaricia sus bigotes mientras señala con su índice derecho a esta humanidad que tanto despreció. Sabe que su teoría, la del Eterno Retorno, nunca antes fue tan certera. Desde el misterio de lo desconocido es testigo de los ciclos que le damos a la historia. De esos pasos en círculo que nos remiten a oscuros episodios del pasado.
Pareciera que el rugido de los 175 centímetros cúbicos de la calibmatic de Pablo
Escobar retumbara en las calles de los pueblos antioqueños. Nuevamente el terror es el protagonista en el acontecer de muchos colombianos. Una ambición tan morbosa como desalmada se aviva entre algunos hombres, esos que se han enterado que a cambio de la muerte de un agente de policía podrán acceder a una cifra que supera con creces el salario mínimo. Siendo así, ¿Sonríe usted amigo Friedrich?
Aquellos que disfrutan del sonido de la lluvia en los techos hoy experimentan el miedo ante una posible catástrofe natural. Los recuerdos aún frescos de la avalancha de Salgar resurgen entre los habitantes del Suroeste antioqueño, ninguno quiere repetir una tragedia y la temporada invernal pareciera no tener clemencia ni consideración.
¿Comprende usted que asistimos pasivos a la repetición de sucesos poco placenteros? A la naturaleza no podemos culparla, de hecho somos nosotros quienes le hacemos daño a diario. Pero sí es posible señalar que la insaciable sed de poder y sangre del hombre es la responsable de que la historia parezca repetirse.
No es sano vivir cargando con temores adicionales a los obligatorios. Me es incomprensible que las balas sean el lenguaje preferido de mis semejantes, tal vez por ello me sienta más cómodo en la lejanía. A pesar de que me siento más seguro lejos de los poli- cías, rechazo que se le ponga precio a la vida de hombres que como usted o yo quisieran estar tranquilos.
Desearía que esta vez ese Eterno Retorno se extraviara y ya no volviera a cumplir su ciclo. Sí, comprendo amigo Friedrich que esto pudiera borrar la sonrisa de su rostro y hasta ser el causante de la pérdida de un par de pelos de su bigote, ¿Pero qué le hacemos? Yo quisiera habitar un lugar tranquilo en donde poder estar, y además usted está muerto
Me es incomprensible que las balas sean el lenguaje preferido de mis semejantes.