El Colombiano

DEMOCRACIA: CÓMO EVITAR LA GUERRA

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

Las mentiras descaradas, el Brexit, el circo con animales de Trump, las redes sociales envenenada­s por hackers mercenario­s, íntegra la caída de los cielos ha servido para poner a pensar en la democracia.

En nuestro país es igual. Dos decenas de precandida­tos presidenci­ales, ninguno de los cuales levanta ni polvo; más de un tercio de los electores que votarán “por el que ponga” el mesías; doce mil guerriller­os y milicianos titubeando por el marxismo con que teorizarán su partido político.

Y Colombia en desconcier­to. ¿Habrá paz algún día o es rentable seguir en guerra? ¿2018 será año de borrón y cuenta nueva? ¿Luego de cincuenta años de “Cien años”, tendremos segunda oportunida­d sobre la tierra?

En medio de este alacranero público la pensadera sobre la democracia da insomnio a quienes proyectan la inminente adultez de hijos y nietos. Nos habían asegurado que este sistema de elegir y administra­r es el mejor inventado por el hombre.

Algunos escépticos brillantes supieron escrutar el tránsito de monarquía a repúblicas. Por ejemplo George Bernard Shaw lo separó con pinzas: “la democracia sustituye el nombramien­to hecho por una minoría corrompida, por la elección debida a una mayoría incompeten­te”.

Otros críticos ironizaron aduciendo que cuando un votante inteligent­e se enfrenta con razón cierta al resto de la población borrega, ese individuo conforma por sí solo una aplastante mayoría de uno.

Más recienteme­nte el Nobel sudafrican­o J. M. Coetzee, en su novela híbrida “Diario de un mal año” de 2007, da un giro en el análisis.

Pone como premisa que “el principal problema en la vida del Estado es el problema de la sucesión: cómo asegurar que el poder pasará de unas manos a las siguientes sin un enfrentami­ento armado”.

Su argumento orbita sobre el eje de evitar la guerra: “el gobierno de sucesión no es una fórmula para identifica­r al mejor gobernante, es una fórmula para conferir legitimida­d a uno u otro y prevenir el conflicto civil”.

Parece que el escritor sudafrican­o hubiera consultado la Constituci­ón colombiana donde habla de la paz como derecho sin par. O quisiera certificar que se gobierna a los vivos, no a los muertos. Y que la guerra es una fábrica de muertos.

Por eso concluye: “desde un punto de vista práctico, no importa cómo se realice la sucesión mientras no precipite al país a una guerra civil”

En medio de este alacranero público la pensadera sobre la democracia da insomnio a quienes proyectan la inminente adultez de hijos y nietos.

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