ZAGAJEWSKI, POESÍA CONTRA EL HORROR
El poeta y ensayista polaco
Adam Zagajewski, a quien acaban de conferirle en España el Premio Princesa de Asturias de las Letras, no es, como podría presumirse, un activista político. Sostiene que la poesía está mucho más allá de las luchas partidistas inmediatas. Rehúsa las ideologías.
Se han publicado en revistas de prestigio varios artículos exegéticos sobre este notable poeta que una vez fue censurado por el régimen comunista y ha sido profesor en universidades europeas y de Estados Unidos. Zagajewski ha sido prolongador muy valorado, a partir de la llamada Nueva Ola, de la escuela poética de Polonia representada en especial por el cuarteto que forman Czeslaw Milosz, Zbigniew Herbert, Wislawa Szymborska y Tadeusz Rózewicz. Xavier Farré, traductor de Milosz y de otros poetas y escritores, por supuesto que de Zagajewski, ha escrito que “la poesía polaca, especialmente en el siglo XX, ha intentado mantener siempre una relación muy cercana con el lector, el poeta se sabe miembro de una comunidad, y sabe que las tragedias históricas no son meros hechos, son circunstancias de participación. Pero, a la vez, la tragedia histórica se refleja en cada una de las personas que, lo quieran o no, se ven impelidas a participar de ella”.
Como suele decirse, cada cual habla de la Feria de acuerdo con sus particulares experiencias. La mejor que he tenido en estos días en medio de la sencilla monumentalidad de la Feria del Libro de Madrid ha sido la de encontrar varias obras de Zagajewski (en ediciones de Acantilado), el mismo día en que se anunció el otorgamiento del Princesa de Asturias. Entre ellas, la selección de ensayos profundos, orientadores, decisivos para comprender la responsabilidad del intelectual en nuestro tiempo, titulada En defensa del fervor.
Hay una “bendita doble naturaleza”, entre lo sublime y lo cotidiano, entre lo superior y lo inferior, entre lo trascendente y lo insustancial. “Sumidos en lo cotidiano, en la rutina trivial de una vida práctica, nos olvidamos de la trascendencia. Dirigiéndonos hacia lo divino, descuidamos la normalidad y lo concreto…”. El horror y la belleza están contrastados en las ideas y las obras de Zagajewski. En virtud de esa oposición concibe la poesía como “un resplandor, un camino real que nos lleva hasta lo más lejano”.
Que Zagajewski pone la poesía por encima de las ideologías y el partidismo, es una afirmación insistente. Pero sí defiende en forma rotunda la creación poética y su sentido de protesta universal contra el horror. ¿Le dice algo esa actitud, esa opción humanísima, a una Europa asustada por la amenaza tenebrosa del terrorismo? ¿No es acaso una declaración cargada de ironía que les señala su impotencia no sólo a los ciudadanos comunes sino, sobre todo, a los gobernantes?
Zagajewski defiende en forma rotunda la creación poética y su sentido de protesta universal contra el horror.