“SI SOMOS AMOROSOS … ¡SEREMOS AMADOS!”
No hay duda que a la mayoría de las personas nos gusta que nos aprecien y por eso no ahorramos esfuerzos para ser gentiles y amables con todos aquellos con quienes queremos tener buenas relaciones. Pero quizás debido a que las relaciones con nuestros seres más queridos las damos por sentadas, es con ellos con quienes somos capaces de expresar más bruscamente nuestras inconformidades.
Para mejorar nuestras relaciones con la familia no hace falta tiempo, ese enemigo al que siempre culpamos de sabotear hasta nuestros mejores propósitos. Lo que necesitamos es centrar nuestros esfuerzos en dejar de tratar de cambiar a los demás, especialmente a nuestros seres queridos, para dedicarnos a cambiar la forma como los abordamos.
Hay dos cosas que afectan profundamente a cualquier persona: la agresividad y la amabilidad. La agresividad no solo incluye atacarla o insultarla. Los reproches y demás señalamientos negativos son hirientes, y por ello nuestros seres queridos reaccionan justificándose y contraatacándonos. Por lo tanto, lo usual es que se centren en defenderse, no en revisarse y menos aún en cambiar.
Un efecto igualmente poderoso, pero contrario, ocurre con la amabilidad ( de amar). Se ha visto que la gente no puede resistirse a un trato amable sin sentir un innato deseo de complacer a quien lo respeta. Si una persona nos hace una observación con gentileza, nos está diciendo que somos dignos de aprecio, y la seguridad que nos da sentirnos respetados nos permite reconocer nuestros errores y procurar enmendarlos. Por algo a menudo todos afirmamos que “conmigo por las buenas, logran lo que quieran”.
Como por esta vida solo pasaremos una vez y nunca volveremos repetir un mismo día, propongámonos dejar una huella amable en cada una de las personas con quienes nos crucemos en el camino por la vida. La amabilidad es una llamada amorosa al corazón, y es allí desde donde surge en nosotros ese sincero deseo de ser amables con quienes nos rodean, especialmente con nuestros seres queridos.
No es posible comenzar de nuevo nuestra vida, pero sí comenzar a construir un mejor destino. Y será mejor en la medida que nos dediquemos a ser los padres y esposos amorosos que soñamos ser