El Colombiano

Hogar acoge hasta 1.500 venezolano­s

- Por MARÍA VICTORIA CORREA CORTESÍA

La Diócesis de Cúcuta dispuso un lote de paso para atender a este número de personas del vecino país cada día. Sobreviven de milagro. ¿Cómo lo hacen?

Según Migración, cada mes transitan por la frontera aproximdam­ente 45.000 personas.

No todos los días hay limonada en la casa. Generalmen­te solo hay agua de sobremesa. Sin embargo, ayer el menú estaba completo y la sopa tenía carne, pollo y huesos. También había lentejas. Otros días hay pastas o arroz con salchichas. La idea de esa sopa fue de Hilda Celis, quien dijo que estaba feliz porque alcanzaron a darle comida a 300 venezolano­s.

Ella no estaba sola. La acompañó un grupo de 40 mujeres encargadas de estar al frente del fogón de leña en el que se hizo el almuerzo para que las personas que cruzan la frontera y llegan hasta La Parada, un barrio de Villa del Rosario, cerca de Cúcuta, tengan algo para comer.

Entre ellos ha corrido la voz, y por eso desde las 11: 00 de la mañana se arman filas a las fueras de la casa cural de la parroquia San Pedro Apóstol, justo al lado del puente internacio­nal Simón Bolívar.

En la fila, bajo el tormentoso calor del mediodía, que llegó a los 38 grados, estaba Andrés Rojas, un venezolano que todos los días va y viene desde Rubio, a una hora de Cúcuta. Su rutina es básica: trabaja como carretille­ro en el puente internacio­nal, es decir, lleva mercados de un lado al otro, almuerza en la casa cural y por la no- che toma el bus de regreso a casa. Desde hace un mes hace lo mismo, y así vive. Sobrevive.

Según datos de Migración Colombia, al mes cruzan la frontera cerca de 45.000 venezolano­s, por lo que se estima que diario son cerca de 1.500 los que pasan.

En busca de ayuda

¿Cómo funciona esta casa?, ¿cómo consiguen los almuerzos? Las respuestas las tiene monseñor Víctor Ochoa Cadavid, obispo de Cúcuta, quien dijo que la casa está operando hace un par de semanas y que realmente no es una casa, sino un lote de 2.000 metros cuadrados que está detrás de la parroquia. Ahí hay unas cocinas de leña, 50 sillas y un par de baños. No es más.

Explicó que en los primeros días se mantuvo con bajo perfil la entrega de alimentos debido a que tenían temor de que se presentara algún roce diplomátic­o, pero hoy, además de necesitar de la solidarida­d de todos, considera que están viviendo una aguda crisis humanitari­a.

“Nosotros damos sopa y entregamos medicinas cuando tenemos. Todos los días oramos y damos consejos. Muchos llegan buscando funcionari­os de Migración o de la Registradu­ría, nosotros los guiamos. También damos abrazos, ellos los necesitan”, contó monseñor Ochoa. Subrayó que se les ve la angustia de haber llegado hasta Cúcuta y solo tener los pesos suficiente­s para comprar una bolsa de harina.

“Mire, muchos de los que llegan aunque tienen acento venezolano, son hijos de colombiano­s, tienen nuestra sangre. Es muy difícil contabiliz­arlos o saber cuántos van a llegar, pero tenemos mínimo 800 personas”.

Expresó que no les dan cosas “muy raras”. Por ejemplo, siempre buscan tener botellas de agua porque han tenido venezolano­s que llegan desde Caracas después de caminar 15 horas y “a veces solo tenemos

agua”. Otros días les dan café y un pan. Entre las 11: 30 y las 3:00 de la tarde, o hasta que se acabe, un plato de sopa.

¿Cómo se financian? Monseñor dijo que esto es un milagro diario, que hasta ahora, nunca les ha faltado nada y que solo van a sobrevivir, si los cucuteños y los colombiano­s les ayudan.

“La Diócesis de Cúcuta tiene 101 parroquias y todas nos dan alimentos o nos apoyan con personas que nos cocinan. A diario tenemos un grupo apostólico al frente, coordinand­o”. Destacó que no saben por cuánto tiempo más estará la casa abierta.

En este momento, los padres de la región no solo dan comida en La Parada sino también en cuatro parroquias más a donde llegan, en promedio, 280 venezolano­s por día.

Ahí, en la fila, esperando el plato de sopa, estaba ayer Ana María Hernández. Llegó a Cúcuta desde Valencia, en el estado Carabobo, a ocho horas en bus. La rutina de ella es larga: duerme en La Parada, trabaja como carreteril­lera y cuando tiene los pesos suficiente­s se regresa. “No me va mal cuando me pagan en pesos, con esto le estoy dando de comer a mi familia, por eso, almuerzo acá, estamos sobrevivie­ndo”

 ?? FOTOS ?? Monseñor Ochoa Cadavid visita a los venezolano­s quienes esperan el almuerzo en la casa de paso en La Parada.
FOTOS Monseñor Ochoa Cadavid visita a los venezolano­s quienes esperan el almuerzo en la casa de paso en La Parada.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia