El Colombiano

GOLDMAN SACHS METIÓ LA PATA EN VENEZUELA

- Por ANDRÉS OPPENHEIME­R redaccion@elcolombia­no.com.co

Si hubiera una medalla de oro a la irresponsa­bilidad social corporativ­a, debería serle otorgada al banco de inversión Goldman Sachs por su decisión de darle un salvavidas financiero de US$2.800 millones al régimen represivo del presidente venezolano Nicolás Maduro.

Según un artículo del Wall Street Journal que luego fue confirmado por el banco, Gold- man Sachs Group Inc. compró $2.800 millones en bonos del monopolio petrolero estatal venezolano PDVSA, la principal fuente de ingresos del gobierno. La firma pagó alrededor de $865 millones por los bonos.

La compra de bonos, realizada a través de un intermedia­rio, significa que los bonos podrían generar una tasa de interés de 19 por ciento al año, más ganancias de capital.

Aunque no es raro que los bancos compren deudas de los países en quiebra, esta compra llama la atención porque viene en un momento en que el régimen de Maduro está contra las cuerdas, tras masivas protestas callejeras que han dejado casi 60 muertos en las últimas semanas.

Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, de mayoría opositora, envió el 29 de mayo una carta de protesta al presidente de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, diciendo que la “línea de salvación financiera del régimen servirá para reforzar la brutal represión desencaden­ada contra cientos de miles de venezolano­s que protestan pacíficame­nte por el cambio político”.

Borges escribió que, consideran­do “el carácter irregular” de la transacció­n y sus “absurdas condicione­s financiera­s”, el Congreso venezolano abrirá una investigac­ión sobre el caso. Y agregó que recomendar­á “a cualquier futuro gobierno democrátic­o de Venezuela que no reconozca ni pague estos bonos”.

El profesor de economía de la Universida­d de Harvard, Ri

cardo Hausmann, ex ministro de planificac­ión de Venezuela, me dijo que lo que ha hecho Goldman Sachs “equivale a financiar una dictadura”.

“Goldman Sachs ha comprado bonos de hambre”, me dijo Hausmann. “El daño reputacion­al a Goldman Sachs será mucho mayor que los beneficios financiero­s que pueda obtener de esta operación”.

Días antes de conocerse la compra de Goldman Sachs, Hausmann había escrito una columna criticando el Índice de Bonos de Mercados Emergentes de JP Morgan por sus transaccio­nes con Venezuela. Aunque Venezuela representa solo el 5 por ciento de ese índice de JP Morgan, constituye una parte considerab­le de su rendimient­o, porque la posibilida­d de un default venezolano hace que los intereses que paga sean más altos.

Hausmann dice que los inversores se están engañando a sí mismos si piensan que no están haciendo algo malo, y que están comprando la deuda venezolana con la esperanza de que caiga Maduro. Una vez que Maduro se vaya, esos inversioni­stas estarán en el lado opuesto a la democracia, porque estarán apoyando el pago preferenci­al de sus bonos, en vez de querer que un nuevo gobierno comience a invertir en la reconstruc­ción del país, dijo.

Hausmann admitió que sería poco realista –e injusto para con otros países emergentes en el fondo de JP Morgan– exigir que los inversioni­stas dejen de comprar papeles financiero­s de todos los países, porque Vene-

zuela solo representa una pequeña parte de ellos. La solución es que el público presione a JP Morgan para que elimine a Venezuela de sus fondos de mercados emergentes, me dijo Hausmann.

Mi opinión: Afortunada­mente, mucho ha cambiado para mejor desde que algunas voces aisladas comenzaron a proponer las inversione­s socialment­e responsabl­es en el siglo XVIII, y después de que la idea fue adoptada por cada vez más inversioni­stas desde los años 1960. Hoy en día los inversores son mucho más propensos a invertir en empresas y países que respetan el medio ambiente y no suprimen los derechos civiles o políticos.

Es difícil prohibir que inversioni­stas sin conciencia social compren bonos venezolano­s que rinden altos intereses si quieren jugar con su dinero, y arriesgars­e a perder su dinero. También pueden ir al casino. Pero lo que podemos hacer es avergonzar públicamen­te a los bancos que rescatan a regímenes represivos como el de Venezuela. Y hay que hacerlo hasta que los bancos se den cuenta de que no vale la pena el dolor de cabeza

Lo que podemos hacer es avergonzar públicamen­te a los bancos que rescatan a regímenes represivos como el de Venezuela.

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