SE REÍA Y REÍA…
Si el presidente Marroquín, con la separación de Panamá, pasó tristemente a la historia como el mandatario que recibió un país y entregó dos, Santos en- trará en sus páginas no solo como el jefe de Estado en cuyo gobierno se perdieron con Nicaragua aguas territoriales colombianas, sino como el que implantó la nueva “legislación”, tan peligrosa como extravagante, de fijar los límites departamentales por la fuerza de los paros regionales.
Este gobierno, que obra siempre bajo coacción, se dejó intimidar de los huelguistas del Chocó, para despojar a Antioquia de sus tierras en Urabá. No fue exageración del gobernador
Luis Pérez cuando denunció el zarpazo geográfico como condición para levantar la huelga. El mismo Comité del paro cívico –y antier el gobernador chocoano– lo había confirmado en su parte de victoria: “La publicación del mapa era la prueba de fuego para constatar el cumplimiento del Gobierno nacional en los acuerdos del paro cívico. Y de no hacerlo, nos declararemos automáticamente en paro para seguir reclamando el cumplimiento a los acuerdos pactados”. Así se forzaba la entrega de tierra paisa como inescrupuloso precio para el cese de la huelga. ¡La prueba reina para ceder al chantaje un presidente débil! Tan débil que a duras penas tiene un 12 % de opinión favorable –según reciente encuesta de YanHaas-, lo que constituye cifra récord en la historia de los mandatarios más desprestigiados de Colombia.
El despojo estaba cantado. Se urdió con paciencia y cinismo. El Agustín Codazzi sirvió de mandadero. Fue tan arteramente calculado que el presidente no quiso recibir al gobernador
Luis Pérez cuando este le insistió en que lo escuchara para exponerle argumentos históricos, jurídicos, económicos, sociales, culturales que fundamentan la propiedad de Antioquia sobre los cuatro territorios esquilmados. Santos no dio la cara. Como coartada dejó en manos de sus subalternos el expolio.
Duele la amputación que se le ha hecho a Antioquia de miembros vitales de su organismo como son las tierras de Urabá, a la cual le han puesto no pocas veces los ojos politiqueros audaces para tentarla a que se constituya como departamento que entre en el sindicato de regiones del Caribe. Y duele esta acción intrépida del Gobierno nacional de arrebatarle a Antioquia, violando la ley, cerca de 100 mil hectáreas, a través de negociaciones temerarias de bienes ajenos como exótica estrategia para el cese de protestas sociales, muchas consecuencia del abandono persistente de un régimen escapista.
Vendrán más paros en una sociedad insatisfecha, aun cuando ello “no preocupe al Gobierno”, como lo dijo con desparpajo el ministro del Interior Rivera. No lo desvela el aumento de conflictos sociales porque sabe que los negocia irresponsablemente, ya sea sacrificando recursos fiscales para aumentar el déficit, o entregando, bajo presión, pedazos de territorios ajenos para establecer nuevos límites entre departamentos.
Ojalá el daño contra Antioquia, revanchismo santista, no se legalice en el Congreso. Porque de hacerlo, sería darle razón al reconocido como solapado personaje que como “espíritu burlón, que entre las sombras había… se reía y se reía…”
El despojo estaba cantado. Fue tan arteramente calculado que el presidente no quiso recibir al gobernador Luis Pérez.