“La reducción que se presentó, en el trimestre febrero-abril de 2017, en la informalidad laboral representa una buena noticia. No obstante, el nivel de informalidad continúa muy alto. Urge la reforma laboral”.
La reducción que se presentó, en el trimestre febrero-abril de 2017, en la informalidad laboral representa una buena noticia. No obstante, el nivel de informalidad continúa muy alto. Urge la reforma laboral.
Uno de los grandes problemas que exhiben los mercados laborales en América Latina es el de la informalidad. Se estima que la tasa de informalidad promedio para los países más grandes de la región es del 46,0 por ciento.
Colombia no es la excepción a este problema aunque en años recientes la informalidad laboral ha venido disminuyendo progresivamente. Entre los factores que explican este resultado está la rebaja que se decretó, en la reforma tributaria de 2012, de las contribuciones a la seguridad social.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), la informalidad tiene implicaciones importantes para la productividad, el crecimiento económico y la desigualdad de los ingresos.
En particular, se ha establecido que los trabajadores informales tienen riesgo más alto de caer en la pobreza. Estas personas también tienen mayores restricciones para acceder a las fuentes de financiamiento formal y a los beneficios públicos, como los pensionales.
Adicionalmente, la informalidad está presente en ciertos grupos poblacionales que se caracterizan por tener altos niveles de vulnerabilidad como son los jóvenes, las mujeres y los trabajadores poco calificados.
En Colombia, además de estos grupos, se ha encontrado que los desplazados por la violencia política también son altamente propensos a ejercer trabajos informales.
De igual manera, en razón a que la informalidad es alta entre los trabajadores poco calificados y los que laboran en sectores de baja productividad, la brecha salarial entre trabajadores formales e informales es alta.
En consideración a lo anterior es que resulta importante destacar los resultados que el Dane presentó sobre la reducción que se registró, en el trimestre febrero-abril de 2017, en el porcentaje de empleados en condición de informalidad.
En particular, en dicho trimestre, la proporción de ocupados informales en las 13 y 23 ciudades y áreas metropolitanas fue de 47,0 y 48,2 por ciento, respectivamente. Un año atrás es- tos guarismos fueron, en su orden, de 47,5 y 48,6 por ciento.
Con el resultado de las 13 urbes se mantiene la tendencia descendiente que, desde principios de 2009, presenta la informalidad laboral. Además, este constituye (para este periodo del año) el nivel más bajo desde que se tienen cifras comparables.
Según el Dane, el mayor porcentaje de la población ocupada informal se encuentra, para las 13 ciudades, en el sector comercio con un 42,1 por ciento. Le siguen los servicios sociales con el 16,8 por ciento.
Por su parte, en cuanto a la posición ocupacional, los cuenta propia constituyen, en las 13 principales urbes, el 62,3 por ciento del total de ocupados informales.
Los resultados también ponen de presente cómo, entre las 23 ciudades, se presentan diferencias de gran magnitud en los niveles de informalidad laboral.
Así, mientras que Cúcuta presenta el nivel más alto de informalidad (69,7 por ciento), Bogotá registra el más bajo (40,5 por ciento). Ciudades como Cartagena, Barranquilla y Bucaramanga tienen niveles por encima del 50,0 por ciento. Por su parte, Cali (48,0 por ciento) y Medellín (42,1 por ciento) presentan niveles cercanos a los de Bogotá.
A pesar de la reducción, los niveles de informalidad laboral continúan siendo muy altos. Esto debe llevar, como se ha señalado en estas páginas editoriales, a priorizar en la agenda gubernamental la adopción de las reformas y las medidas que reduzcan los costos laborales no salariales y ajusten el salario mínimo para flexibilizar el mercado laboral