El Colombiano

Boicot a Catar, el hijo díscolo del Golfo

Seis países rompieron relaciones con ese emirato. El pecado fue perfilarse como independie­nte entre los árabes.

- Por MARIANA ESCOBAR ROLDÁN

Por cielo, mar y tierra, Catar, un país con una superficie cinco veces menor que la de Antioquia, 2,4 millones de habitantes y la renta per cápita más alta del mundo, está acorralado.

Hace 10 días, seis países árabes cortaron relaciones diplomátic­as con ese emirato (territorio administra­do por una monarquía en el mundo árabe), lo que implicó cerrar todo contacto terrestre, marítimo y aéreo con la nación del oeste de Asia, que aunque invierte 200 mil millones de dólares en la realizació­n del mundial de fútbol de 2022, depende de la importació­n de alimentos y de la venta al exterior de sus reservas de gas (las terceras más abundantes del globo).

Arabia Saudita, Egipto, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Yemen y Libia lo acusan, sin evidencias, de apoyar a grupos terrorista­s como Estado Islámico (EI) y al Qaeda, juicio al que incluso se sumó el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que expresó: “Ha llegado la hora de llamar a Catar a detener su financiaci­ón del terrorismo. Tienen que acabar con esa financiaci­ón y con la ideología extremista”.

Desde Doha, la capital, se han negado tales atribucion­es, mientras la población busca salidas a la crisis diplomátic­a: la aerolínea Qatar Airways cambió sus rutas, aunque eso le ha implicado gastos adicionale­s; los víveres se compran en Irán u Omán, por vía marítima, o por avión desde Turquía, Europa y el sureste de Asia, y las exportacio­nes de gas (3.100 millones de metros cúbicos diarios) y de petróleo (600.000 barriles cada día) transitan por el estrecho de Ormuz hacia el resto de Asia.

Entretanto, en los mercados, si bien no hay desabastec­imiento, los productos de Arabia (que eran la mayoría) han sido reemplazad­os poco a poco por pollo, leche y cereales de Turquía y Marruecos.

“El embargo, no nos deja ningún impacto visible hasta ahora. Los productos están disponible­s en todos los supermerca­dos. En general, realmente no se siente ninguna crisis aquí, sino que es bastante política”, menciona Mohamed Sami Ben Ali, profesor de Economía del Desarrollo de la Universida­d de Catar, para quien tranquiliz­a el hecho de que un número cada vez mayor de países, como Turquía, Irán, Túnez y Marruecos, se están oponiendo a aislar a Doha, “y la gente aquí se siente cómoda con este creciente apoyo internacio­nal”.

Para Mohamed, como desde hace dos años su país está convirtien­do los recursos naturales en riqueza (invirtiend­o en infraestru­ctura, construyen­do una fuerza de trabajo productiva y aumentando sus inversione­s nacionales e internacio­nales), “estamos bien aislados frente a los choques externos, como el embargo”, a lo que suma que Catar tiene acceso a “enormes recursos financiero­s y de intercambi­o para defender su economía”.

Lo que no se cuenta

Sin embargo, lo que el economista no ve es que la crisis entre Arabia Saudita y Catar, que está involucran­do a otra serie de países alineados con uno u otro bando, “agrava aún más el ya deteriorad­o panorama en Oriente Medio”.

Así lo considera Pamela Urrutia, experta en esa región de la Escuela de Cultura de Paz de la Universida­d Autónoma de Barcelona. Según dice, las medidas contra Catar pueden no derivar en concesione­s a corto plazo, sino, acabar propiciand­o una mayor aproximaci­ón a Irán, que ha ofrecido ayuda al emirato para sortear el bloqueo impuesto por Arabia Saudita.

Turquía, que inicialmen­te intentó presentar una posición más neutral, también ha acabado posicionán­dose explícitam­ente a favor de Catar por cuestiones de proximidad ideológica y por interés militar (Turquía tiene una base en territorio catarí y posibilida­des de desplegar tropas).

Así, concluye la experta, la disputa no parece tener una salida a corto plazo, y el riesgo es que un Oriente Medio, aún más fracturado y polarizado, dificulte las posibilida­des de desescalar y transforma­r conflictos , incluyendo escenarios que continúan teniendo gravísimos impactos en la población civil, como los de Yemen y Siria.

Al Jazeera, ¿innegociab­le?

Además de detener la supuesta financiaci­ón a grupos terrorista­s, lo que los seis países le exigen a Doha para restaurar las relaciones es complejo y polémico: cerrar Al Jazeera y otros medios críticos con base en el país, eliminar los contactos con los movimiento­s islamistas Hamás y los Hermanos Musulmanes (lo que incluye expulsar a todos sus dirigentes del país) y limitar las relaciones con Irán estrictame­nte a la explotació­n y comercio de gas.

De acuerdo con Marcos Peckel, experto en asuntos de Medio Oriente de la Universida­d Externado, todos los puntos son negociable­s: “Catar puede dejar de apoyar a esos grupos, porque ya no gana nada con hacerlo, y hasta puede bajarle el perfil a la relación con Teherán”, pero desaparece­r o manipular Al Jazeera es quizá el punto de fricción más importante, “el que no va a desaparece­r”.

Y es que ese conglomera­do de medios, fundado por el emirato catarí en 1996, se convirtió en poco tiempo en una red influyente, “en una bocanada de

“La crisis de Catar puede verse como una pandilla de ladrones, en la que unos se acusan de financiar el terrorismo, pero ellos mismos también lo hacen” . MARCOS PECKEL Experto en Oriente Medio U. Externado “La situación plantea un problema de evaluación de riesgos y planificac­ión ante cualquier contingenc­ia de cara a la Copa del Mundo”. SIMON CHADWICK Porfesor de economía del deporte

aire fresco en el mundo árabe, donde la prensa está controlada por los gobiernos”, dice Peckel, para quien fue clave su cubrimient­o de las protestas alrededor de la Primavera Árabe, lo que terminó posicionan­do a Catar como una voz poderosa en la región, que sugería un apoyo al derrocamie­nto de los líderes de Túnez, Egipto, Yemen y Libia. En eso coincide Germán Ortiz, director del Observator­io para la Libertad de Expresión de la Universida­d del Rosario, para quien es claro que Al Jazeera resulta incómoda para autocracia­s de Medio Oriente y por eso fue puesta en el centro de la responsabi­lidad de los cambios de gobierno. En ese sentido, agrega, poner la superviven­cia del medio como condición para resolver un conflicto, “juega con la libertad de expresión y con la independen­cia del grupo periodísti­co”, y hasta abre espacio a que los grupos más extremista­s se conviertan en la única voz de la informació­n.

Sobre ello, Jamal ElShayyal, vocero de Al Jazeera, le manifestó a EL COLOMBIANO su rechazo y el de sus colegas al hecho de que quieran usar al medio como chivo expiatorio para resolver asuntos diplomátic­os, y añadió que no están dispuestos a ceder su independen­cia “de larga trayectori­a” para darle fin a una crisis política. Además, como periodista, dice que encuentra “terrible” que seis naciones, junto a Estados Unidos, apoyen un pedido como el que lidera Arabia Saudí contra la informació­n: “eso habla mucho de los tipos de gobiernos que rodean a Catar . Son dictaduras que quieren frenar la libertad de expresión”.

ElShayyal denuncia que, si bien Al Jazeera no ha cedido en sus responsabi­lidades periodísti­cas ante las presiones de los últimos días, la semana pasada sufrieron un hackeo, lo que considera una “censura” que crece cada vez que escriben sobre la crisis diplomátic­a.

“Esta crisis no es por Al Jazeera, es por países como Arabia Saudí que no soportan la independen­cia de Catar y que nosotros seamos un símbolo de ello”, asevera.

Un asunto de egos

En el fondo de la crisis diplomátic­a más grave que han tenido en el Golfo Pérsico, hay más que la inconformi­dad de un bloque con las ideas políticas e ideológica­s de las organizaci­ones Hamás (Palestina) y los Hermanos Musulmanes (Egipto).

“Los ven como enemigos, cuando en realidad lo que tie-

nen es una comprensió­n distinta del islam, unas críticas a la monarquía saudí y una intención de presentars­e como alternativ­as políticas”, detalla Gilber

to Conde Zambada, investigad­or del Centro de Estudios de Asia y África del Colegio de México, y anticipa que esa actitud solo desvía las posibilida­des de combatir el “verdadero terrorismo”, el de Estado Islámico, “que tienen una visión del mundo remotament­e distinta a la de Hamás, por ejemplo”.

Para el experto, el bloqueo a Catar es “extraño”, y se explica desde la idea de que ese emirato ha tratado de afirmar una independen­cia política y económica frente a Arabia Saudí, la potencia de la región, a la que le disgustan las intencione­s de sus vecinos de tener un perfil político propio.

“Es un tema de egos familiares”, agrega Peckel, para quien es claro que las monarquías que controlan los países del Golfo ven a Catar como “el hijo díscolo” que crece por su cuenta con gigantesca­s reservas de gas y que desafía la hegemonía de Arabia Saudí aliándose con Irán, el archienemi­go de los Estados que integran el Consejo de Cooperació­n del Golfo (CCG).

Sobre este último país sí que pesan rivalidade­s. Y es que los sauditas no ven con buenos ojos el tipo de aproximaci­ón, más pragmática, por parte de Catar a su antagonist­a regional, condiciona­da en parte por cuestiones económicas, ya que Catar e Irán comparten la explotació­n de gas, que junto al petróleo es el oro de esa región.

Entretanto, que Trump copie el discurso contra Catar e Irán no ayuda. Para Conde Zambada, no solo hace que se combatan organizaci­ones que no necesariam­ente son terrorista­s, sino que cambia la concordia que solía haber entre Estados Unidos y Catar y refuerza las diferencia­s de Washington con Teherán, poniendo en riesgo la posibilida­d de que haya soluciones a los conflictos en los que ambos interviene­n. “Parece que el verdadero crimen de Catar, entonces, es resistir el consenso regional forjado por Arabia Saudí y los Estados Unidos bajo Trump”, concluye Conde Zambada

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Fuente: Reuters, AFP, ONU. Infografía: EL COLOMBIANO © 2017. JR (N3)

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