El Colombiano

DARLE SEPULTURA A UNASUR

- Por RODRIGO BOTERO MONTOYA redaccion@elcolombia­no.com.co

Cuando una organizaci­ón internacio­nal ha perdido la razón de ser, no tiene sentido prolongar su existencia. Debe liquidarse en forma ordenada, a la mayor brevedad posible. Ése es el caso de UNASUR, entidad cuyas premisas fundaciona­les han dejado de existir. UNASUR surgió como una iniciativa para promover la Revolución Bolivarian­a a través de un foro regional en tiempos del auge petrolero, cuando la cercanía ideológica con Luiz Inácio

Lula da Silva y Néstor Kirchner le permitía a Hugo Chávez referirse al Eje Caracas- Brasilia- Buenos Aires. Además de servir como instrument­o de propaganda política del régimen venezolano, UNASUR tenía dos propósitos geopolític­os: excluir a México de la región y debilitar a la OEA. Las tres premisas contribuía­n a favorecer el proyecto anti- americano de

Hugo Chávez, con el apoyo de los gobiernos del PT en Brasil y de los Kirchner en Argentina. UNASUR es el producto de un momento histórico particular, que ha desapareci­do. En la actualidad, es un cadáver que reclama una piadosa sepultura.

El régimen venezolano se ha convertido en un paria internacio­nal; excluido de Mercosur, condenado por la Unión Europea, las Naciones Unidas y la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos. En la eventualid­ad de que se discutiera la crisis venezolana en UNASUR, es poco probable que el régimen de Nicolás Maduro pudiera obtener un respaldo significat­ivo.

La OEA se ha fortalecid­o como foro hemisféric­o, con la valerosa actitud y el prota- gonismo de Luis Almagro, el Secretario General. México ha hecho valer su legitimida­d latinoamer­icana, y su compromiso con los valores democrátic­os mediante la acción decidida del Canciller

Luis Videgaray. Por lo demás, lo que está ocurriendo en Venezuela constituye un problema de dimensione­s hemisféric­as que no es susceptibl­e de ser tratado en un foro geográfico restringid­o, carente de credibilid­ad. El régimen de Maduro se ha degradado de tal manera que ha dejado de ser percibido como un gobierno con visos de normalidad. Tiene las caracterís­ticas de una banda de delincuent­es. Su respuesta a los reclamos populares es el uso indiscrimi­nado de la violencia. Sus dirigentes están señalados ante la comunidad internacio­nal por crímenes contra la población civil. Su política internacio­nal se ha reducido a tratar de comprar apoyos a cambio de subsidios petroleros y a insultar a los gobernante­s regionales que reclaman elecciones y libertad para los presos políticos. El colapso económico ha conducido a Venezuela al borde de la insolvenci­a.

La prueba de fuerza que se está dirimiendo en las calles de Caracas, y otras ciudades, se origina en el intento del régimen de perpetuars­e dentro de un marco totalitari­o por medio de una represión sin inhibicion­es. El papel que pueden desempeñar las naciones amigas de Venezuela, y la comunidad interameri­cana, es apoyar a las fuerzas democrátic­as que luchan por frustrar ese intento, para abrir el camino hacia un gobierno de transición. El cumplimien­to de esa tarea, en forma responsabl­e y coherente, requiere partir de la premisa que la intervenci­ón de UNASUR, además de representa­r un estorbo, sería contraprod­ucente

UNASUR es el producto de un momento histórico particular, que ha desapareci­do. En la actualidad, es un cadáver que reclama una piadosa sepultura.

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