El Colombiano

Afros, paisas y chilapos confluyen, uno domina

- Por VÍCTOR ANDRÉS ÁLVAREZ C.

Los chocoanos habitaron inicialmen­te Bajirá; la fuerza productiva es antioqueña y los cordobeses aportan con mano de obra.

El sol arrecia, por lo general, durante la mayor parte del día, pero inesperada­mente es interrumpi­do por un estrepitos­o aguacero que casi siempre acompaña las noches de Belén de Bajirá.

Los casi 16.000 habitantes del poblado que el mapa oficial, publicado el pasado 9 de junio, señala en territorio de Chocó y no en el de Antioquia, como lo fue la mayor parte de su existencia, han aprendido a soportar el sofoco que produce la mezcla de lluvia y sequedad, propios de una zona selvática como esa, tan cercana a la espesa vegetación.

“Cuando aquí se dice a llover, es a llover”, cuenta Sergio Zapata, quien habita Bajirá, hace casi una década, en medio de un torrencial aguacero que cae pasadas las 9 de la noche de un viernes.

Pero el clima no impide que ese día se reúnan—como habitualme­nte lo hacen en el polideport­ivo del parque al finalizar la semana—cientos de muchachos afrodescen­dientes para escuchar y bailar champeta y regetón hasta la madrugada, bajo el estruendos­o sonido de un parlante del tamaño de una nevera, pintado de rojo, amarillo, verde y azul.

Como preámbulo de la rumba, las gradas que sirven de pista de baile fueron ocupadas dos horas antes por niños y adultos que alientan con cantos y aplausos a los equipos de microfútbo­l que disputan un partido.

A nadie le importa a qué barrio o sector representa­n. Tampoco si son antioqueño­s, chocoanos o chilapos, como les dicen a los nacidos en Córdoba. Disfrutan de la adrenalina que despliegan los deportista­s. Alientan a sus amigos, hermanos o hijos.

Belén de Bajirá es un asentamien­to pluriétnic­o, una caracterís­tica de todo el Urabá. Iván Darío Espinosa, antropólog­o, docente de la Universida­d de Antioquia que ha estudiado la región, asegura que el territorio fue ocupado a principios del si-

glo pasado por chocoanos, pero casi al tiempo fueron llegando antioqueño­s, muchos de los cuales son hoy los dueños de los medios de producción.

“Los conflictos étnicos se remontan a 1905, cuando Urabá se le asigna a Antioquia, ahí hay un reordenami­ento territo- rial. Esa entrega no solo fue una compensaci­ón, sino la consolidac­ión de un periodo de colonizaci­ón de antes, que planteaba la salida al mar”, apunta.

Según Espinosa, el Chocó busca un territorio del que tiene un arraigo, pero en el que el poder económico antioqueño impera. Agrega que los chocoanos son mayoría en Belén, pero antioqueño­s y cordobeses, unidos, logran superarlos y apuestan a que Antioquia siga gobernando.

“Confluyen tres grupos étnicocult­urales, pero uno, el antioqueño, aunque es minoritari­o, ostenta el poder económico con tierras, comercio y servicios”, señala.

En Belén se percibe esa confluenci­a de culturas. En una esquina, un restaurant­e los sabores del Pacífico son el plato favorito: arroz con queso y pescado frito. En otro costado, la bandeja paisa es el menú preferido y en el mismo lugar, también, se despachan envueltos de yuca y bollo limpio, recetas oriundas de Córdoba.

Al tiempo, de un lado los afro prefieren el bullerengu­e y currulao, del otro, los sabaneros o cordobeses, el porro; más allá, en la cantina con paredes de madera, la música popular o parrandera, hacer recordar a Antioquia

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