¿Por qué los muros despiertan incomodidad?
Históricamente, los muros siempre se han levantado para impedir penetraciones e invasiones del exterior y para controlar el asalto de enemigos. Los más modernos, en cambio, se están haciendo para evitar fenómenos migratorios no deseados. Ahora, para el caso del muro que pretende construir Donald Trump en la frontera con México, además de sus pretensiones de proteger la economía, le está dando un giro al asunto de la seguridad nacional. Por eso, no es tan fácil separar hasta dónde el presidente de Estados Unidos habla de economía de perjuicios raciales. Ese proyecto crea barreras para el tráfico humano por la tierra, más fuertes que las que existen, como los ríos, mares y montañas. Entonces surge una discusión entre moral, económica y política, de si estos muros atentan contra los derechos humanos. En medio de ese debate siempre habrá justificaciones. Los que los levantan argumentan que se están defendiendo ante una invasión agresiva, y los que pasan los muros encuentra siempre la manera de decir que se están atacando sus derechos a la libre circulación. No es fácil de aclarar, pero tenemos un caso paradigmático que nos puede dar algunas respuestas. La Gran Muralla China es la única obra humana que se distingue desde el espacio. Son en total 7.000 kilómetros construidos para impedir las incursiones enemigas. Lo cierto es que no sirvió de nada: esas tierras no eran muy pobladas y era frecuente que bandos enemigos la saltaran, porque incluso eran más altas las barreras naturales. Además, cuando China dejó de ser fuerte, la muralla quedó inerte y ya no sirvió para nada. Esa república tuvo su tiempo de decadencia y el ejército ya no pudo proteger esa obra. Incluso, ahora se encuentra bastante deteriorada para sus actuales fines turísticos. Estamos ante el enorme coste material y la gran inutilidad que en el fondo y a la larga pueden tener los muros.