CLAVES DE LA CRISIS CON QATAR
La casa real saudí acusa al emir de Qatar de apoyar a los movimientos terroristas árabes: Al Qaeda, Estado Islámico, Hamás, los Hermanos Musulmanes egipcios o los rebeldes huthíes de Yemen. Riad anunció la ruptura de relaciones con Doha; Egipto, Emiratos Árabes, Baréin, Yemen y las Islas Maldivas no tardaron en seguir su ejemplo.
Extraño comportamiento este por parte del reino wahabí, instigador y artífice de la creación de Al Qaeda, socio de los servicios de inteligencia occidentales a la hora de engendrar nuevos monstruos: las agrupaciones rebeldes que han convertido a Siria en el laboratorio de una cruenta y mal llamada guerra civil. “Qatar fomenta el terrorismo”, afirman rotundamente los saudíes, recordando que Doha acoge a los cabecillas de agrupaciones políticas y militares extremistas, que figuran en las listas negras de Washington o de Bruselas.
La preocupación de los saudíes por la amenaza terrorista parece un tanto insólita. El aislamiento de Qatar beneficia a dos actores clave de la zona: Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Los saudíes no ven con buenos ojos el acercamiento del emirato a Teherán. De hecho, Qatar, Kuwait y Omán han estrechado sus lazos con la República Islámica, principal contrincante de los saudíes en el mundo islámico. El reino wahabí no puede permitirse un enfrentamiento directo con el país de los ayatolás. Sin embargo, puede trasladar el combate a otros escenarios: Yemen, Siria, Irak, Líbano o Palestina.
En el caso de Emiratos Ára- bes Unidos, el conflicto debe interpretarse en clave estratégica. Qatar alberga la mayor base militar estadounidense de Oriente Medio, ubicada en Al Udeid, cerca de la frontera con Arabia Saudí, y también el cuartel general de la Quinta Flota de Estados Unidos. Hace tiempo que los Emiratos pugnan por las instalaciones militares norteamericanas. Los asesores políticos de Donald Trump parecen propensos a apoyar el proyecto. Cabe preguntarse, pues, si la reciente visita del presidente esta- dounidense a la región no habrá servido de detonante de la actual crisis.
Israel, país que mantiene desde hace décadas relaciones económicas y semidiplomáticas con Qatar, interpreta el aislamiento del emirato en clave positiva. Para Tel Aviv, la bravuconada de los saudíes pone de manifiesto la reactivación de la presencia político-diplomática estadounidense en Oriente Medio e implica un posible y deseado acercamiento del Estado judío a Arabia Saudí, Egipto y las monarquías del Golfo. Por otra parte, la campaña anticatarí permite que la virulenta retórica antisionista de los Gobiernos árabes quede relegada a un segundo o tercer plano
Columna del Centro de Colaboraciones Solidarias.
Qatar alberga la mayor base militar estadounidense de Oriente Medio.