La voz de la ONU en Colombia
El delegado de la ONU para el proceso de paz en Colombia señala tanto los puntos de confianza y buenas perspectivas, como aquellos que requieren definiciones, como es el caso de los milicianos.
El apoyo internacional a las negociaciones de paz en Colombia, expresado desde el anuncio mismo de la fase pública y que se ha extendido hasta hoy, ha tenido ejecución concreta en el acompañamiento de la ONU y en las decisiones aprobadas por su Consejo de Seguridad.
El papel de la ONU es esencial para esta fase de desarme que debía haber terminado ayer, pero que se extenderá, por lo pronto, hasta el próximo martes. Tiene la razón el delegado de la Organización para el proceso de paz en Colombia, el diplomático francés Jean Arnault, quien en entrevista a EL COLOMBIANO, publicada ayer, manifiesta que los plazos fatales rara vez se cumplen, máxime en una fase de tan alta complejidad como esta. En todo caso, asegura que “el 100 % de las armas serán entregadas”.
Vale la pena atender los conceptos del delegado de la Onu, no solo por ser un funcionario de larga experiencia en zonas de conflicto como Pakistán, Afganistán y Guatemala, sino porque su voz recoge una visión global desprovista del apasionamiento - inevitable, por demás- y polarización que dentro de Colombia tiñe la discusión del proceso con la guerrilla y la gestión de posconflicto.
El señor Arnault considera que una de las mayores ventajas del proceso colombiano es que lo que llama “las partes beligerantes” (Fuerza Pública y guerrilla, y en esta tanto comandantes como la mayor parte de la tropa) tienen la convicción absoluta de que el conflicto ha terminado y que no hay vuelta atrás. No sería posible un proceso que terminara exitosamente sin esta convicción, que además es la mejor garantía para la no repetición. A eso se añade la alta valoración que hace de la cooperación de la Fuerza Pública, excepcional según su experiencia en otros países.
Entre los asuntos que preocupan a la ONU, en voz de su delegado, es el de la indefinición que existe de cómo será el proceso de desmovilización y reintegración de los milicianos de las Farc, que cifra en unos tres mil. En un lenguaje diplomático pero no menos claro, asegura que “en relación con los milicianos no tenemos ni el cómo, ni el dónde, ni el cuándo del proceso de reincorporación”, para precisar luego que el Consejo de Reincorporación debe dar pronto el marco general que defina todos esos aspectos, cruciales para una exitosa gestión del posconflicto.
Otro capítulo de alerta, del cual el Gobierno y el país tienen plena conciencia, pero que no permite presentar avances, es el de la permanencia de las economías ilegales como motor de la continuidad de agentes de violencia. El mismo Consejo de Seguridad de la ONU tiene establecido que mientras haya productos ilegales de alto rendimiento y fácil comercialización (droga, minería ilegal), hay graves factores de riesgo y fragilidad para los procesos de paz.
Finalmente, no escapa a los delegados de la ONU la percepción del distanciamiento de quienes no han sido afectados por el conflicto que miran con indiferencia y escepticismo sus avances y desarrollos para el posconflicto. “El conflicto se está terminando, pero hay una necesidad cierta de mediación entre el proceso y el público”.
Es de entender este momento, que requiere sensibilidad y apertura. Así cuente con mayorías en el Congreso que facilitan el componente legislativo del cumplimiento de lo acordado, hay un vacío de explicación a la ciudadanía