El Colombiano

EL PRINCIPIO QUÍMICO DEL HORROR

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

¿Por qué el mal es más atractivo que el bien? ¿Qué tienen el miedo y el odio que no tenga al amor? La fascinació­n que ejercen las tinieblas parece no tener comparació­n con la pálida seducción de la luz.

Con ironía pero mucha razón afirmaba Chesterton que una novela sin muertos carece de vida. El cine de acción arrasa en taquillas porque acción equivale a disparos, persecucio­nes, trompadas y, claro, muertos. Sin sangre no hay paraíso.

Una explicació­n es que el mal produce vértigo y el vértigo es excitante de adrenalina. Las aguas mansas dan sueño, las cataratas por el contrario ponen a mil las potencias del cuerpo y espíritu.

En el fondo de este espectácul­o químico está una de las esencias de la naturaleza humana. El hombre está hecho de materiales perecedero­s pero también de ansias infinitas. En sí mismo es una rebelión. Rechaza la muerte propia porque palpa en su espalda alas con avidez de astros.

La sucesión de siglos ha sido un despliegue de audacias conquistad­oras. Se han extendido linderos terrestres y oceánicos, roto maneras antiguas de pintar, cantar y narrar, sanado lepras y epidemias, pulverizad­o récords deportivos, impulsado cohetes hasta los límites del sol.

Los protagonis­tas de hazañas conocen la soledad, el empeño y el trasnocho indispensa­bles para adelantar cada milímetro. La hormona de la satisfacci­ón les llega en dosis paulatinas a lo largo del proceso y al final del mismo cuando gritan ¡eureka!

Por desgracia estos cam- peones son minoría, privilegia­dos. La mayoría avanza en cambio por inercia cumpliendo a regañadien­tes con oficios de rutina, remunerado­s con migajas. Entonces se alucinan con el choque de adrenalina instantáne­a propiciada por el mal.

Pánico, rabia, guerra son disparador­es de euforia que estimulan el sistema nervioso, aumentan la frecuencia cardiaca y respirator­ia lo mismo que la reacción de huida o lucha. Sus resultados son masivos, infalibles, fáciles.

No es extraño, pues, que el infierno, las invasiones bárbaras, las culpas y pecados del cuerpo, el castrochav­ismo, la entrega de la patria, las cargas dinamitera­s sean los argumentos de quienes controlan y quieren seguir controland­o el destino público.

Un pueblo zarandeado por la seducción del horror es un cuadro adolorido. Es un desastre químico. Una abdicación de humanidad

En el fondo de este espectácul­o químico está una de las esencias de la naturaleza humana. El hombre está hecho de materiales perecedero­s, pero también de ansias infinitas.

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