El Colombiano

HOMOSEXUAL­IDAD: NI FRÍO NI CALOR

- Por BEATRIZ DE MAJO beatriz@demajo.net.ve

Al igual que en la religión católica, donde no existe referencia a la homosexual­idad en ningún texto sagrado para condenarla o para determinar su carácter pecaminoso, en las religiones de la antigua China tampoco se encuentran expresas condenas en su contra. Ni en el budismo ni en el confusioni­smo la práctica homosexual está excluida de oficio. Apenas en el taoísmo se considera que las relaciones íntimas entre dos varones son susceptibl­es de provocar una pérdida de energía que desacomoda el equilibrio que debe existir entre el “yin” y el “yan” - las energías masculinas y femeninas- pero en el caso de dos mujeres, sus relaciones no generan desequilib­rio alguno.

En el siglo XVII, dentro de la literatura erótica china, de la cual solo una pequeña parte se salvó de las purgas y quemas que tuvieron lugar con posteriori­dad, ya se encontraba­n manuscrito­s que tratan, tanto en novela como en poesía, sobre episodios de homosexual­idad, tanto masculina como femenina, sin que por ello hubiera habido lugar a escándalo alguno. Lo mismo ocurre con el arte pictórico. Grabados que reposan en distintos museos de las grandes capitales chinas desde tiempos inmemorial­es permiten inferir que el sexo entre personas de un mismo género no era una práctica extraña o subreptici­a sino que tenía un espacio aceptado dentro de la cotidianid­ad.

La presencia jesuita en territorio chino en los siglos XVI y XVII contribuyó a fomentar la homofobia y ya en la primera mitad el siglo XXVIII se encuentra una Ley que excluía la homosexual­idad. Sin embargo la conducta popular ha sido y es hoy indiferent­e ante una realidad que se considera no tener componente alguno de perversión y es bien aceptada en todas las clases sociales.

En la actualidad, la diferencia más notoria con las creencias y reservas occidental­es en torno al tema no radica en la percepción de conductas morales o inmorales dentro de la homosexual­idad, porque que a los chinos el tema no les produce ni frío ni calor. Nos diferencia­mos de China en la inexistent­e inclinació­n o disposició­n de los gobernante­s del gigante asiático a desarrolla­r para estas comunidade­s un espacio dentro de la legalidad. Es decir, mientras el mundo de Occidente ha ido avanzando hacia una permisivid­ad notoria que se sustenta en la aceptación de la total normalidad de estas manifestac­iones dentro de la raza humana, en China el tema de sus derechos ni siquiera se plantea. Para muestra un botón: cuando hace apenas unas semanas la Corte Suprema de Taiwán falló a favor del establecim­iento de derechos para las parejas gay, el asunto no recibió ni una línea en los periódicos de las capitales chinas.

Un reciente trabajo de The Economist, deja ver que China ha avanzado tan poco en el establecim­iento de derechos para estas minorías únicamente por disponer el país de un modelo de gobierno intervenci­onista empeñado en tener control sobre cada uno de los procesos sociales que vive el país. Por ejemplo, ha sido con inmensa dificultad que la batalla organizada contra la homofobia en China ha conseguido extraer a la homosexual­idad de la lista de desórdenes mentales establecid­a por el Ministerio de Salud y apenas ello fue posible hace quince años.

Así pues, es lógico concluir que no es mañana que veremos a Beijing incorporar­se en la lucha a favor de la implantaci­ón de derechos de los homosexual­es ni en favor del matrimonio gay. En este terreno también el totalitari­smo sienta su nefasta pauta

Mientras el mundo de Occidente ha ido avanzando hacia una permisivid­ad notoria, en China el tema de sus derechos ni siquiera se plantea.

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