EDITORIAL
No es descartable la propuesta de cese bilateral del fuego planteada por la Iglesia y que el Gobierno acoge para debatirla con el Eln. No obstante, los diálogos están frenados y en estado crítico.
“No es descartable la propuesta de cese bilateral del fuego planteada por la Iglesia y que el Gobierno acoge para debatirla con el Eln. No obstante, los diálogos están frenados y en estado crítico”.
Dialogar como si no estuviese pasando nada más allá de la mesa, mientras por fuera de esta crece la confrontación como si no se estuviera dialogando, es asunto de máxima complejidad, con gran afectación de la población civil y graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH), además de incomprensible para amplios sectores de la sociedad, sobre todo para aquellos que sufren, de manera directa, las atrocidades del conflicto.
Por ello, no es descartable la propuesta de cese bilateral del fuego y proscribir para siempre el uso de las armas, planteada desde la Iglesia y que acoge el Gobierno Nacional para debatirla con el Eln, en Quito, como una carta para tratar de descongelar las negociaciones, poniendo como condición el desescalamiento de las agresiones contra la población civil.
No obstante, en el momento actual del conflicto, cuando el grupo recrudece sus acciones y aquello que ha demandado el Eln para acceder a un cese el fuego son, de alguna manera, extorsivas para el país, toda vez que pretende que las fuerzas de seguridad del Estado no adelanten ninguna operación en las áreas donde ellos actúan.
Eso, que pudiera ser en principio posible, tiene la enorme dificultad de que en esas zonas (Catatumbo, Chocó, Arauca, Cauca, sur de Bolívar, Putumayo, Urabá, nordeste y Bajo Cauca de Antioquia y otras), se caracterizan por una alta criminalidad organizada.
Allí tienen fuerte presencia grupos que hoy se conocen como “neoparamilitares” y otros aparatos criminales como los “Rastrojos”, “Águilas Negras”, el “clan del Golfo”, precisamente porque esas regiones son afectadas por el narcotráfico, la minería ilegal y el hurto de combustibles, principales fuentes de poder de estas bandas, que se cobijarían con la medida de cese el fuego para profundizar en sus actos criminales.
Un cese el fuego, para que sea viable, también debe ser ve- rificable, anclado en la realidad y que lo cumpla el grupo armado como un todo y, en esto tiene serias dificultades el Eln, toda vez que es más una federación de insurgencias, que una organización armada definida, como lo fueron las Farc y otros grupos que se desmovilizaron como el Epl, el M-19 y el Quintín Lame, que funcionaban como una estructura militar jerarquizada y con unidad de mando.
Por esto, frente a los secuestros, las voladuras de oleoductos, destrucción del medio ambiente, asesinato de policías y ataques contra la población civil, actos violatorios del DIH, el grupo dice unas cosas y hace otras, que después sus máximos comandantes han tenido grandes limitaciones y dificultades para justificar o explicar la razón de su proceder.
Con su propuesta, la Iglesia, bien intencionada y próxima a recibir la visita del Papa Francisco, consigna ante la opinión pública, los deseos de paz y el clamor de sosiego del pueblo colombiano.
El cese bilateral del fuego y desescalamiento del conflicto, exigen gestos mínimos por parte del grupo armado, que hoy parecen ajenos a sus intereses.
Incluso, a la propuesta más elemental como parar los secuestros, crimen atroz y violatorio del DIH, el grupo ha respondido reivindicándolo como un arma de guerra y una manera de financiarse.
Lo único real en este momento es que los diálogos con el Eln están en riesgo, como lo dice el propio Gobierno y lo ratifica el grupo en armas al arreciar sus actos terroristas, hechos que de no corregirse llevarían a una nueva acumulación de diálogos fracasados