No se trata de demoler sino de cambiar el uso que se les da
“Dejar que se mantenga el uso que se está dando de los lugares por donde dejó huella el narcotráfico sería un error. Inevitablemente se convierten en emblemas o símbolos que están cargados de un pasado y unos valores negativos, que si bien no representan a la mayoría, terminan afectando los imaginarios ciudadanos y los anhelos que tenemos como medellinenses. No habría problema con demoler los edificios, porque no es necesario que existan para recordar una época violenta que afectó a muchas personas. En su lugar podría darse otro uso que permita crear tejido social. Los llamados ‘narcotures’, como están concebidos, echan al traste el trabajo que hacen muchas personas por mejorar la imagen que queremos proyectar hacia el exterior. Es un contexto distinto, por ejemplo, lo que sucedió en Alemania, con los campos de concentración de Auschwitz o Sachsenhausen. Estos sitios no hacen en ningún momento apología al poder, sino que señalan los errores de toda una nación. Incluso hay cátedras en los colegios donde los alumnos aprenden lo que ocurrió para que no se vuelva a repetir. Tampoco es el escenario que se vivió aquí, mientras que allá fue equivocadamente una máquina estatal la que causó tanto daño, aquí se trató de delincuentes que estaban metidos en un negocio ilícito y sembraron terror durante muchos años. Me atrevería a decir que la discusión no pasa ni siquiera por tumbar o desaparecer los edificios, sino sobre el abandono que hay de estos lugares, que han permitido que sean tomados por unos para beneficiarse económicamente. Son las víctimas las que deberían tomarse estos escenarios para contar su versión y que así podamos reivindicarlas. De lo contrario, nuestra sociedad seguirá siendo inconsciente y estos símbolos negativos se encarnarán a tal punto que se reproducirán en las nuevas generaciones”.