El Colombiano

Incertidum­bre frena la minería

La suspensión de la exploració­n de oro en Cajamarca tiene en crisis al municipio. Se debe aclarar el alcance de las consultas y establecer los marcos institucio­nales para el desarrollo sostenible.

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Luego del furor que desató el triunfo del No a la minería en la consulta popular llevada a cabo a finales de marzo pasado en el municipio tolimense de Cajamarca, hoy el alcalde de esta localidad y sus pobladores deben cargar con las funestas consecuenc­ias económicas y sociales del resultado.

La razón de ello está en la decisión que, luego de conocerse el veto a la actividad minera, adoptó la multinacio­nal AngloGold Ashanti de suspender los trabajos que adelantaba en el proyecto de exploració­n de oro “La Colosa”.

La medida ha llevado a la salida de más de 400 operarios de la mina, que recibían los beneficios propios de un empleo formal. A ello se agrega el hecho de que, en ciertos momentos, el número de trabajador­es que participar­on en las labores de exploració­n fueron cercanos a las 1.000 personas.

Adicionalm­ente, la multinacio­nal dejará de lado las inversione­s en la promoción de proyectos agrícolas y de formación empresaria­l en el departamen­to del Tolima. El valor de estas iniciativa­s totaliza 18 millones de dólares.

De otra parte, están los efectos negativos que el cese de la operación de la mina tiene sobre los otros sectores eco- nómicos de la región, como el comercio y otros servicios.

De esta forma, de un momento a otro y como consecuenc­ia de una decisión popular poco informada e ilustrada sobre los costos y los beneficios de la misma, Cajamarca perdió uno de los principale­s motores que mueven su economía.

Lo más grave es que, como lo señala el alcalde de esta localidad a Portafolio, la minería legal generó una cultura que llevó a que los habitantes del municipio abandonara­n las actividade­s agrícolas y pecuarias, lo que hace que, al momento, se tengan pocas alternativ­as de empleo e ingresos.

Según el burgomaest­re, los proyectos mineros o de explotació­n de petróleo generan, a través de la creación de empleo directo e indirecto, estabilida­d económica en los territorio­s rurales y esto tiene que ser tenido en cuenta por los habitantes de otros municipios mineros antes de rechazar la realizació­n de dichos proyectos.

En contra de ciertas evidencias exitosas a nivel internacio­nal, en Colombia se ha creado una corriente de opinión, en muchos casos poco informada o con intereses políticos o ideológico­s de por medio, en contra del desarrollo de las actividade­s minero- energética­s legales.

Pero la realidad es que, en diversas regiones del país, estas actividade­s son fuente de progreso económico para sus pobladores (especialme­nte los rurales) y también para el resto de colombiano­s.

En el territorio nacional existen potenciali­dades en minería que no han sido aprovechad­as y que, de serlo aplicando las mejores prácticas para asegurar la sostenibil­idad de los proyectos y del ambiente, activarían las economías regionales e impulsaría­n el desarrollo general.

Pero para que ello sea así, se debe establecer con total claridad el alcance legal que tienen las consultas populares y las decisiones de los concejos en materia mineroener­gética, al tiempo que asegurar unas normas y reglas de juego claras para los inversioni­stas y las operacione­s que estos lleven a cabo.

Esto implica que el Gobierno defina y aplique una estrategia integral que considere el reordenami­ento del marco institucio­nal y de políticas en materia ambiental y mineroener­gética de tal forma que, como se ha dicho en estas páginas editoriale­s, se haga realidad el desarrollo sostenible del sector minero

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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