El Colombiano

EL SILENCIO ES CÓMPLICE

- Por RAFAEL NIETO LOAIZA * rafaelniet­oloaiza@yahoo.com

Una bomba, tres muertos y un salto al pasado. Pero en peores circunstan­cias que entonces.

En el atentado la intención de dañar a los civiles es inocultabl­e y manifiesta y también la de sembrar pánico. Dejar el explosivo en el baño de mujeres buscaba afectarlas a ellas y a los niños que con frecuencia van de su mano. También es evidente la intención de castigar la economía, ya de suyo golpeada por la espantosa gestión económica de Santos: un día antes del Día de Padre, en hora pico de circulació­n, en el centro comercial más exclusivo de la ciudad. El mensaje es que nadie estará seguro. Los centros comerciale­s prosperaro­n en Colombia, entre otras razones, por la sensación de seguridad que generaban.

Concedo que es imposible evitar del todo la ocurrencia de actos terrorista­s. Es fácil esconder un explosivo y hacerlo estallar en casi cualquier lado. Pero el atentado del Centro Andino es el séptimo en Bogotá en lo que va corrido del año, con saldo de cuatro muertos y cuarenta y cinco heridos. La Fuerza Pública perdió su capacidad de prever la comisión de estos actos y de capturar a los responsabl­es. La inteligenc­ia está de capa caída, golpeada una y otra vez en su estructura, con remoción permanente de sus mandos y, sospecho, con el foco en otras tareas.

El atentado, además, dividió aun más una sociedad ya muy polarizada. Hubo cruce de recriminac­iones, acusacione­s de uno y otro lado, descalific­aciones. Otra de las terribles herencias de Santos es que se rompió el consenso social y político sobre la necesidad de enfrentar a los violentos y la manera de hacerlo. Ahora los señalamien­tos se hacen no a los terrorista­s sino a los civiles inermes e inocentes que se atreven a criticar.

Para rematar, no se quiere discutir si es o no verdad que el acuerdo con las Farc constituye un incentivo, no querido pero no por ello menos cierto, para el terrorismo. Apenas unos días antes había recuperado la libertad el responsabl­e directo de la bomba de El Nogal, sin que se haya puesto en marcha la justicia especial de “paz”. El Paisa, cerebro del crimen, ni siquiera pasó por la cárcel. No tengo duda de que los responsabl­es directos del crimen son los que pusieron la bomba y que todos debemos repudiarlo­s, ¿pero acaso es insensato pensar y decir que la ausencia de sanción real para los terrorista­s de las Farc es un incentivo perverso para que otros cometan los mismos crímenes? Si está suelto el de El Nogal, pensarán, también lo estarán ellos, más temprano que tarde, a pesar de sus delitos, si es que alguna vez los capturan.

Ahora bien, una cosa es la unidad para condenar y enfrentar el terrorismo y otra muy distinta que se pida silencio frente a la gestión gubernamen­tal en la lucha contra los violentos. No creo prudente ni convenient­e para el futuro de Colombia que se cierren los espacios para hacer la crítica de esa gestión. Para empezar, porque no hay fisuras cuando se trata de combatir a los violentos.

Las divisiones se producen precisamen­te porque el gobierno, primero, decidió no luchar contra ellos y, después, nos acusa a los contradict­ores de enemigos de la paz y guerrerist­as, entre otras lindezas. Allá ellos con su conciencia. Pero que no nos pidan que nos sumemos a la claudicaci­ón.

La acusación de aprovechar políticame­nte los actos de terrorismo es torva y torpe. Quienes se montaron electoralm­ente en la violencia y el proceso de paz fueron Santos, las Farc y sus compinches. Esa fue su bandera de campaña en el 2014. Los que creemos que se han cometido gravísimas equivocaci­ones, con nefastas consecuenc­ias para la democracia, la Constituci­ón, el estado de derecho, la institucio­nalidad republican­a, la seguridad, y el bienestar social y económico del país, tenemos la obligación, el deber ético, político y social, de decirlo en voz alta y con claridad. Aquí y afuera. Que no nos exijan callar porque no callaremos. Seguiremos denunciand­o las concesione­s perversas, los errores, las fallas del proceso y la situación trágica en que han sumido a nuestras fuerzas de seguridad * Precandida­to presidenci­al CD

La acusación de aprovechar políticame­nte los actos de terrorismo es torva y torpe. Quienes se montaron electoralm­ente en la violencia y el proceso de paz fueron Santos, las Farc y sus compinches.

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