El Colombiano

SOBRE EL CESE BILATERAL ENTRE GOBIERNO Y ELN

- Por ALEJO VARGAS VELÁSQUEZ vargasvela­squezalejo@gmail.com

En la solución de conflictos armados internos hay dos modalidade­s comúnmente utilizadas, o hacerlo en medio de la confrontac­ión armada, o realizarlo con cese del fuego y de las hostilidad­es. Ambas son formas de abordar los procesos de conversaci­ones para terminar un enfrentami­ento armado y que correspond­en a diferentes momentos y considerac­iones; en Colombia ambas han sido utilizadas en el largo esfuerzo de terminar el conflicto armado.

Igualmente es necesario precisar que no es suficiente, dentro de la modalidad de cese bilateral, que haya un cese del fuego - implica parar los enfrentami­entos entre los componente­s militares de las fuerzas enfrentada­s-, sino que es indispensa­ble incluir el cese de las hostilidad­es, es decir todos aquellos hechos violentos que afectan a la sociedad, que para el caso que nos ocupa implica en lo fundamenta­l terminar con el secuestro, las extorsione­s, las voladuras de oleoductos y de la infraestru­ctura energética, la obstrucció­n de la movilidad de las personas y de los bienes con las modalidade­s de los llamados “paros armados”.

Claro, también garantizar la vida y los derechos a los líderes sociales y políticos en todo el país.

Sin duda una de las preocupaci­ones que tienen los gobiernos frente a tempranos ceses bilaterale­s en unas conversaci­ones hace referencia al temor que el cese bilateral sea utilizado por las fuerzas insurgente­s para fortalecer­se militar y políticame­nte - darse un nuevo aire-, pero igualmente conlleva el beneficio político de crear un clima de opinión favorable en la sociedad. Algo parecido a lo que el expresiden­te Álvaro

Uribe planteaba en su primera campaña presidenci­al cuando decía: “urgencia para el cese de hostilidad­es, paciencia para la desmoviliz­ación”.

En el proceso entre Gobierno y ELN, se ha planteado por parte de esta insurgenci­a, como un punto central la participac­ión de la sociedad a lo largo del ejercicio y no hay duda que para que esto se pueda hacer realidad se requiere de unas condicione­s en los territorio­s que el ruido y los efectos perversos de la confrontac­ión no permiten; es iluso promover la participac­ión de la sociedad en medio de actos de violencia que la afectan y la desestimul­an.

Y esto se hace más evidente, cuando hay en marcha un proceso de implementa­ción de los acuerdos a que se llegó con la insurgenci­a de las Farc y que coincide en muchos casos en los mismos territorio­s.

Es tarea de las dos delegacion­es en Quito llegar a las fórmulas técnico-operativas que permitan poner en práctica el cese bilateral del fuego y de las hostilidad­es a la mayor brevedad posible - que puede incluir alguna modalidad de localizaci­ón de las fuerzas insurgente­s, pero especialme­nte un serio y creíble mecanismo de verificaci­ón-, de tal manera que ambas partes estén seguras que va a ser utilizado para crear un ambiente político favorable al buen éxito de las conversaci­ones y que los colombiano­s disfruten los beneficios de esa decisión, que debe ser vista como un anticipo, ojalá irreversib­le, de la paz completa que deseamos todos.

Y en lo posible acompañado de un desescalam­iento del lenguaje que contribuir­ía mucho a crear un clima de convivenci­a.

Sin embargo, lo fundamenta­l para esto es la voluntad política de las dos delegacion­es y en este sentido la importante intervenci­ón de los jerarcas de la Iglesia Católica contribuyó a hacerla explícita

En la solución de conflictos armados internos, la modalidad de cese bilateral debe incluir el cese de las hostilidad­es, terminar con el secuestro, las extorsione­s, las voladuras, la obstrucció­n de la movilidad con las modalidade­s de los llamados “paros armados”.

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