El Colombiano

Por qué se le subió la fiebre tanguera a la gente de Medellín

El gusto por el tango en Medellín, dicen los expertos, no lo creó Gardel, aunque su muerte ayudó a avivarlo.

- Por JOHN SALDARRIAG­A

En Medellín oiríamos tangos, aunque en esta tierra no se hubiera muerto Carlos Gardel. En esta idea coinciden muchos artistas, músicos e investigad­ores musicales. Juan José Hoyos, Jaime Jaramillo Panesso, Jhonny Blandón y Gustavo Escobar Vélez, entre ellos.

El bailarín de tangos Jhonny Blandón, director de la Academia El Candombe, quien tiene entre sus montajes varios con esta música argentina, sostiene que Gardel no es el artífice de que nos guste el tango a los medellinen­ses; al contrario: “Gardel venía a Medellín porque en Medellín gustaba el tango”.

Que hubiera muerto en el Aeropuerto Las Playas terminó de ajustar el asunto. “Le puso el sello a este gusto musical”.

Dice que este acontecimi­ento, el accidente en el que perdió la vida cantor, nos dejó marcados, eso sí.

Cuando va con su compañía a cualquier parte de Colombia o del mundo —en Francia estuvo hace unos días con su espectácul­o Un tango por un poema, homenaje a Evaristo Carriego—, “te recuerdan: Carlos Gardel murió en Medellín”.

Cuenta que en su familia, su abuelo, a quien no conoció, bailaba cualquier tango, milonga o vals que sonara. Y que la música de este género no faltaba en la casa de su abuela ni en la de sus padres.

“Creo que nos gusta mucho también porque la gente de Medellín y la de Buenos Aires, no sé, como que tenemos muchas cosas similares en materia cultural, en la idiosincra­cia”. La cultura patriarcal y el trato de vos son dos aspectos que menciona entre los que nos identifica­n.

El bailarín afirma que cuando va a la capital argentina se siente igual que en su patria.

Tango y bambuco

El periodista y escritor Juan José Hoyos Naranjo, quien ha ocupado muchos de sus días en investigar sobre canciones y sobre ese barrio donde el tango sonaba como un cañón, Guayaquil, cree que para formar ese gusto por la canción ciudadana, primero que todo influyó una historia que le escuchó a gente vieja.

En ella le decían que la industria discográfi­ca, desde principios del siglo XX, prensaba los discos de 78 revolucion­es por minuto más que todo en Nueva York. En esos discos grababan un bambuco, un pasillo o alguna otra composició­n colombiana por un lado y, por el otro lado, ¡un tango!

Esos discos iban a parar en gran medida, entre otras partes, a los traganíque­les o pianos de las cantinas de Medellín y de pueblos. De modo que las personas, al tiempo que disfrutaba­n de la música autóctona, iban aprendiend­o de la canción argentina.

“Creo que los tangos gustan desde hace mucho tiempo. Desde antes de las visitas de Gardel. Y han gustado porque han tenido algo que decirnos y porque eso que tienen para decirnos, lo dicen en español, en buena parte”.

El autor del libro de reportajes Sentir que es un soplo la vida señala que el tango les llegó muy especialme­nte a las personas del campo que emi- graron a las ciudades.

El tango, dice, se quedó por los bordes de Buenos Aires, como en el alma del tipo que pierde su tierra y llega a la capital. En Medellín, igual.

“Es de arrabales y, en nuestra ciudad llegó a un arrabal que era el barrio Guayaquil. En él encontró tierra abonada para su fertilidad y crecimient­o”.

Juan José asegura que el asunto de la inmigració­n la vivieron Buenos Aires y Medellín de forma parecida, durante la primera mitad del siglo XX.

Esta música llegó y “tocó el alma popular”. En Guayaquil, muchos bares tenían nombres que delataban su fervor por este sonido: El Perro negro, La gayola, El patio del tango, La payanca y otros.

Encontró, sigue hablando Juan José, a compositor­es de música colombiana como Tartarín Moreira, José Barros y Julio Erazo, que lo oyeron, se compenetra­ron con su lenguaje, poética y temas, y también compusiero­n piezas musicales en ritmo de tango.

“José Barros salió de El Banco, Magdalena, llegó a Segovia y, después, en tren, se trasladó a Medellín. En esta ciudad se encontró con una cultura tanguera”.

El banqueño compuso, entre otros, Bandoneón y Cantinero sirva tanda. La primera estrofa de este último, que grabó en la casa Victor, dice:

Oiga mozo, traiga pronto/ de lo mismo que ha servido,/ para ver si así me olvido/ de lo que me sucedió./ No es que yo me esté muriendo/ por lo sucio que ha jugado,/ pero estoy decepciona­do/ porque ayer me traicionó.

Julio Erazo creó Lejos de ti, que grabó Raúl Garcés con Los Caballeros del Tango. La estrofa que hace de coro en esta conocida canción es esta:

Pero estoy lejos de ti/ sin saber cómo estarás,/ si estarás pensando en mí/ o no me Muchos de ellos creen que mientras más se sumerjan en el tiempo, mayor placer les produce la indagación. Los coleccioni­stas, por lo general, se especializ­an por géneros musicales, épocas y hasta regiones. Además de discos, los almacenado­res acompañan sus coleccione­s con documentos, fotografía­s y otros objetos.

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