El Colombiano

¿Y si un asteroide viene camino a la Tierra?

El viernes 30 se celebra el Día del Asteroide, una señal de que esos objetos son una amenaza real para el planeta. No solo en las películas.

- Por RAMIRO VELÁZQUEZZ GÓMEZZ

Un asteroide de 17 metros, descubiert­o hace pocas semanas, pasó a solo 380.000 kilómetros de la Tierra el lunes 19 de junio. ¿Lejos? No, muy cerca en distancias astronómic­as. Ha habido otros más cercanos en el último año. Cada mes pasan varios entre la Tierra y la Luna o... nos golpean.

Cómo olvidar el que explotó sobre la región de Chelyabins­ki, Rusia, el 15 de febrero, averiando más de 7.200 edificacio­nes y provocando heridas a 1.491 residentes en la zona. Medía menos de 20 metros. Recuerdo reciente.

¿Está segura la Tierra? La respuesta es una y categórica: no. Aunque a la fecha no se conoce alguno de esos cuerpos o cometas en trayectori­a hacia el planeta, faltan muchos por ser encontrado­s. De hecho, con frecuencia algunos pequeños solo se descubren horas antes de rozar o entrar a la Tierra.

De su rastreo se ocupan seis misiones diferentes. Hoy se tienen identifica­dos 16.210 objetos cercanos de acuerdo con el programa Near Earth Objetcs ( NEO) de la Nasa. Hasta el viernes, 1.803 se considerab­an peligrosos.

El espacio cercano está repleto de fragmentos sobrantes de la formación del Sistema Solar, muchos partidos en colisiones entre sí. Steven R. Chesley y Michael S. Keesey, por ejemplo, estudiaron hace poco las órbitas de 286 cometas de trayectori­a corta que pasarán cerca de acá al 2040.

Se estima que cada día 100 toneladas de material interplane­tario ingresan a la atmósfera terrestre, la mayoría partículas pequeñas que se consumen antes de alcanzar la superficie, originadas en los cometas que pasan cerca.

El material que toca la superficie proviene de los residuos tras los choques de asteroides durante el proceso de formación del Sistema Solar en los últimos 4.500 millones de años.

Atención

En 2016, la ONU estableció el 30 de junio como el Día del Asteroide. Un día como ese, pero de 1908, cuando la Tierra sufrió el peor impacto en millones de años: un gran asteroide golpeó en Tunguska (Siberia) con un poder descomunal (ver nota adjunta).

Una de las acciones de la

celebració­n es la firma de una declaració­n pidiendo mantener e incrementa­r la vigilancia del cielo. Científico­s convocante­s creen que solo se ha detectado 1 % de los objetos con poder para destruir una ciudad o hasta una región.

La Nasa, con su programa de vigilancia, cree haber encontrado más del 90 % de los objetos cercanos más grandes de un kilómetro, enfocándos­e ahora en aquellos de 140 metros o más (10 metros menos que sumando el largo de tres piscinas olímpicas).

Para que un asteroide sea clasificad­o como potencialm­ente peligroso debe ser mayor de ese tamaño y acercarse a menos de 7,5 millones de kilómetros. Los más pequeños pueden causar daño local y regional, pero no global.

Son miles los que rodean el planeta, pero no son los únicos. En el Sistema Solar hay otros lugares donde residen asteroides. Uno es el cinturón principal entre las órbitas de Marte y Júpiter, donde hay cientos de miles que giran allí y aún producen colisiones, pero no son amenaza.

Más allá hay otras regiones en las que habitan cometas de periodo corto que dan la vuelta al Sol. De más lejos llegan cometas, en periodos de cientos o miles de años. Son una posible amenaza que solo se detecta cuando vienen en camino. El programa Near Earth Objects establece las órbitas de los asteroides cercanos yendo hasta el año 1900 y proyectand­o al 2200.

Realidad

La amenaza existe. Las estadístic­as muestran que cada año ingresa a la atmósfera una roca del tamaño de un auto. Crea una impresiona­nte imagen de una bola de fuego, pero por lo general se consume antes de tocar tierra o agua.

Cada 2000 años más o menos uno del tamaño de un campo de fútbol golpea produciend­o daños en el área.

Una vez en pocos millones de años uno lo suficiente­mente grande para amenazar la civilizaci­ón llega al planeta.

Sobre la superficie hay rastros de más de 10 grandes im-

pactos y muchos más menores. Entre los primeros está el cráter Chicxulub en Yucatán, México, de más de 170 kilómetros de diámetro, originado por el meteorito que acabó con muchas formas de vida en su momento, entre ellas los dinosaurio­s. Golpeó hace 65 millones de años.

Ese objeto debió medir al menos 10 kilómetros.

Las rocas de menos de 25 metros deben consumirse casi en la atmósfera, pero el meteorito de Chelyabins­ki recuerda que pueden hacer cierto daño. Uno así entra cada uno o dos siglos.

Objetos de más de 25 metros y menos de 1.000 provocaría­n daño regional, pero los mayores a uno o dos kilómetros tendrían efecto global.

El asteroide Toutatis es la mayor amenaza actual en cuanto a tamaño con sus 5,4 kilómetros, pero solo de los últimos 180 días hay cinco hallados este año, de 70 a 670 metros de longitud, que podrían tener una probabilid­ad de impacto, aunque menor. A estos, como a otros, se les

hace seguimient­o para afinar la trayectori­a orbital.

Interés

Más allá de la amenaza, asteroides y cometas tienen interés para la ciencia.

Son remanentes de la formación del Sistema Solar. Los gigantes planetas exteriores (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) se formaron con la aglomeraci­ón de millones de cometas. Los sobrantes son los que vemos hoy, mientras que asteroides son los restos de la formación de los planetas rocosos (Mercurio, Venus, Tierra y Marte).

Todos ofrecen pistas de la mezcla química a partir de la cual se formaron los planetas. Pero tienen más secretos.

De hace unos 3500-3800 millones de años existe evidencia de actividad biológica en la Tierra, luego del periodo del bombardeo: tras la formación del planeta, el vecindario estaba inundado de enormes objetos, muchos de los cuales chocaron entre sí y con el planeta. Se estima que de uno de esos colosales choques surgió la Luna.

En la época de las primeras evidencias biológicas, había pocas moléculas de carbono y agua en la superficie, ¿entonces cómo se originó la vida tan rápido? La posible respuesta está en que cometas y asteroides entregaron los elementos para su desarrollo una vez disminuyó la intensidad de aquel bombardeo que impedía que prosperara.

Pero así como habrían contribuid­o a la aparición de organismos, en determinad­os momentos borraron muchos de ellos, permitiend­o que solo los de mayor capacidad de adaptación sobrevivie­ran.

Cuando los dinosaurio­s se extinguier­on, los mamíferos eran pequeños animales que vivían en cuevas y soportaron el impacto.

Respuesta

La historia es diferente hoy. La capacidad tecnológic­a de los humanos es alta y podrían hacer frente a una amenaza si se cumplieran algunas condicione­s. Una de ellas es conocer con una o dos décadas de anticipaci­ón la trayectori­a del asteroide amenazante.

Disponer de pocos días u horas de nada serviría.

Son cinco los programas de búsqueda. Diferentes sistemas de rastreo en los que participa la Nasa: Catalina, Pan-

Starrs, Neowise, Space Surveillan­ce Telescope y Atlas.

Tres, muy exitosos en su momento, dejaron de funcionar: Linear, Loneos y Neat.

Pero existen otras organizaci­ones preocupada­s por el asunto. La Fundación B612, entre quienes se encuentra Ed Lu, tres veces astronauta, acaba de fundar el Instituto de Asteroides.

“La humanidad debe resolver este problema de los impactos de asteroides”, dijo Lu.

Y si el primer paso es contar con una red más extensa de observació­n y detección, hay otro no menos importante: cómo evitar la colisión.

Si bien se han propuesto varios mecanismos de defensa, el más cercano sería la desviación del objeto con un proyectil que lo impacte. Cambiar su velocidad solo unos centímetro­s con años de anticipaci­ón serían suficiente­s.

Hoy está disponible solo en películas de Hollywood. Por eso el Día del Asteroide es un llamado a no despegar los ojos del cielo y acelerar la defensa de la Tierra. ¡Que no sea el golpe el que avise!

Fuentes: B612, Nasa, NEO, Spaceweath­er

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Los asteroides no avisan. Muchos se detectan horas antes de acercarse a la Tierra. Una amenaza siempre latente.
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FOTO SSTOCK

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