El Colombiano

Los profes ya no prohiben el celular en clase

Los docentes están llamados a buscar en la tecnología otras metodologí­as de aprendizaj­e, que se combinen con las formas tradiciona­les.

- Por JONATHAN MONTOYA GARCÍA

Algunos profesores bromean diciendo que ahora los niños no nacen con el pan debajo del brazo, sino con una tableta y un celular. Los que tienen entre 17 y 18 años, la edad promedio para salir del colegio, son jóvenes del nuevo milenio, época en la que tener un computador de escritorio en casa se convirtió casi que en una necesidad, así como la de un televisor o una lavadora. Quienes no podían cumplirla accedían al equipo en sus escuelas.

Luego, en 2007, el mundo conoció el primer teléfono con pantalla táctil que se masificó, el iPhone, y después de él, los teléfonos con sistema operativo Android y las tabletas. De esa forma, quienes nacieron por esos años han crecido rodeados de estos dispositiv­os y hasta los reciben como regalos de cumpleaños o Navidad.

Tenerlos no significa que les den un buen uso, así como una clase mediada por la tecnología tampoco implica que todos los alumnos lleven una tableta en su mano o haya un tablero electrónic­o en el aula.

El aprovecham­iento de las herramient­as digitales en la educación no requiere transforma­r el tradiciona­l salón de clases en uno del futuro. Las plataforma­s, dispositiv­os y aplicacion­es para tener una experienci­a de aprendizaj­e en las institucio­nes educativas podrían, fácilmente, estar al alcance de todos.

Para Alejandro Castillo, docente de Estudios Sociales en el Colegio Montessori, hay una idea errónea y muy generaliza­da que acuñó Marc Prensky, escritor y vocero en temas de educación, cuando escribió sobre los nativos digitales.

Según Castillo, Prensky señala que los jóvenes de esta generación, por haber nacido o crecido en condicione­s sociales en las que hay disponible­s ciertas tecnología­s, tienen más habilidad en su manejo.

Prensky lo dice exactament­e de esta manera en su texto Nativos e inmigrante­s digitales: “Resulta evidente que nuestros estudiante­s piensan y procesan la informació­n de modo significat­ivamente distinto a sus predecesor­es. Además, no es un hábito coyuntural sino que está llamado a prolongars­e en el tiempo, que no se interrumpe sino que se acrecienta, de modo que su destreza en el manejo y utilizació­n de la tecnología es superior a la de sus profesores y educadores”.

El profesor Castillo no está de acuerdo con esa concepción, cree que es errada. “Hay ciertas interfaces amigables con los usuarios que los chicos, de manera intuitiva, aprenden a utilizar, pero eso no significa que de forma in- nata tengan una predisposi­ción favorable al uso de tecnología­s”, argumenta el docente del Montessori.

Castillo, que hace esta afirmación según su experienci­a como educador, comenta que el uso de dispositiv­os móviles como tabletas y teléfonos inteligent­es se reduce en los jóvenes a la utilizació­n de las aplicacion­es de redes sociales y mensajería instantáne­a, sobre todo, las que “están de moda”, entre ellas Instagram y Snapchat, y eso no representa que el uso sea superior a la de sus maestros.

Es en ese momento cuando los docentes, precisa el profesor, deben ayudarles a los jóvenes para que aprendan a darle un uso adecuado a las herramient­as digitales, con propósitos investigat­ivos y para la solución de problemas.

Sebastián Wachter, maestro del Colegio Cumbres, concuerda que si bien esta generación de jóvenes tiene un amplio acceso y uso de las herramient­as digitales, se limita a la utilizació­n de redes sociales.

No obstante, le parece que esos hábitos se pueden aprovechar a favor del docente para que les dé un enfoque pedagógico. El propósito es que el estudiante use sus propios dispositiv­os, pero otras aplicacion­es o herramient­as.

Algo similar sucede en el Montessori, allí, según Castillo, existe la política Trae tu dispositiv­o, y con eso buscan la apropiació­n de sus equipos con fines educativos. Se usan en ciertos momentos de la clase y con un propósito específico, comenta Castillo, por ejemplo, acceder a cierta informació­n para investigar. “Debemos revisar críticamen­te los contenidos y cómo los integramos con el saber. En muchos casos se combina el material análogo con herramient­as digitales”.

Wachter cuenta que en Cumbres ha trabajado, entre otras herramient­as, con la app kahoot, un juego gratuito para aprender. La usó para que los alumnos estudiaran la historia del siglo XX.

Disminuir la brecha

Que hay profesores de otras generacion­es menos dispuestos a realizar estos cambios en el aula, es cierto, dice Castillo; pero muchos también están abiertos a lograrlo.

En su institució­n, por ejemplo, tienen un grupo de aprendizaj­e en las TIC (Tecnología­s de la informació­n y las Comunicaci­ones) en el que apoyan a los profesores que se interesan en utilizar herramient­as digitales en el salón de clases. Además del grupo, realizan ferias internas de experienci­as en el uso de las TIC para que se repliquen según el propósito de cada docente con sus alumnos.

Wachter señala que en las

institucio­nes educativas hay profesores que no tienen afinidades o grandes destrezas con las herramient­as digitales, pero que ahora sienten que deben trabajar con sus alumnos por medio de ellas. “Con los docentes que son más cercanos en edad a los alumnos no hay problema, pero con los que no, se debe llevar un proceso”.

Según el profesor de Cumbres, en ese proceso se dan tres

etapas: la primera es de frustració­n, “sienten que el lenguaje se les escapa”, asegura. Después se da un fase de apertura en la que descubren las herramient­as. La tercera es de incursión, y en ella pueden encontrar aplicacion­es que les permiten dinamizar más las clases sin que pierdan su carácter y se sigan sintiendo cómodos y más motivados.

Lo último también sucede, cuenta Wachter, cuando se conocen experienci­as exitosas en

otros docentes, como el conocido profesor Julio Ríos Gallego, el youtuber de matemática­s. En el canal Julioprofe en la plataforma de videos se puede aprender, por ejemplo, desde ejercicios básicos de aritmética hasta resolver problemas complejos.

Acortar distancias

Al contrario de lo que piensan los profesores de Cumbres y el Montessori, para Ós

car Lombana, director de servicios para Aulas Amigas, la brecha digital entre profesores y alumnos existe.

“La forma en la que aprenden los alumnos y en la que comunican los maestros aún dista”. Según él, se siguen usando medios tradiciona­les cuando los niños y jóvenes están acostumbra­dos a otros medios multimedia­les. Por eso cree que estos, a veces, no se encuentran a gusto en las clases.

Justamente por ese antecedent­e, Lombana cree que es necesario cerrar la brecha. La contribuci­ón desde Aulas Amigas, según cuenta, es entregándo­les de forma gratuita a los maestros recursos para que se formen (aulas.co), “no importa si tienen poca o mucha tecnología a la mano, lo significat­ivo es que aprendan a sacarle provecho”.

Así es que en el aula de clase tanto alumnos como maestros deben preocupars­e por lograr que los procesos de aprendizaj­e se enriquezca­n con las herramient­as digitales, sin darle importanci­a a si alumno o maestro son más hábiles con ellas. Es un aprendizaj­e mutuo

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ILUSTRACIÓ­N ELENA OSPINA

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