Los profes ya no prohiben el celular en clase
Los docentes están llamados a buscar en la tecnología otras metodologías de aprendizaje, que se combinen con las formas tradicionales.
Algunos profesores bromean diciendo que ahora los niños no nacen con el pan debajo del brazo, sino con una tableta y un celular. Los que tienen entre 17 y 18 años, la edad promedio para salir del colegio, son jóvenes del nuevo milenio, época en la que tener un computador de escritorio en casa se convirtió casi que en una necesidad, así como la de un televisor o una lavadora. Quienes no podían cumplirla accedían al equipo en sus escuelas.
Luego, en 2007, el mundo conoció el primer teléfono con pantalla táctil que se masificó, el iPhone, y después de él, los teléfonos con sistema operativo Android y las tabletas. De esa forma, quienes nacieron por esos años han crecido rodeados de estos dispositivos y hasta los reciben como regalos de cumpleaños o Navidad.
Tenerlos no significa que les den un buen uso, así como una clase mediada por la tecnología tampoco implica que todos los alumnos lleven una tableta en su mano o haya un tablero electrónico en el aula.
El aprovechamiento de las herramientas digitales en la educación no requiere transformar el tradicional salón de clases en uno del futuro. Las plataformas, dispositivos y aplicaciones para tener una experiencia de aprendizaje en las instituciones educativas podrían, fácilmente, estar al alcance de todos.
Para Alejandro Castillo, docente de Estudios Sociales en el Colegio Montessori, hay una idea errónea y muy generalizada que acuñó Marc Prensky, escritor y vocero en temas de educación, cuando escribió sobre los nativos digitales.
Según Castillo, Prensky señala que los jóvenes de esta generación, por haber nacido o crecido en condiciones sociales en las que hay disponibles ciertas tecnologías, tienen más habilidad en su manejo.
Prensky lo dice exactamente de esta manera en su texto Nativos e inmigrantes digitales: “Resulta evidente que nuestros estudiantes piensan y procesan la información de modo significativamente distinto a sus predecesores. Además, no es un hábito coyuntural sino que está llamado a prolongarse en el tiempo, que no se interrumpe sino que se acrecienta, de modo que su destreza en el manejo y utilización de la tecnología es superior a la de sus profesores y educadores”.
El profesor Castillo no está de acuerdo con esa concepción, cree que es errada. “Hay ciertas interfaces amigables con los usuarios que los chicos, de manera intuitiva, aprenden a utilizar, pero eso no significa que de forma in- nata tengan una predisposición favorable al uso de tecnologías”, argumenta el docente del Montessori.
Castillo, que hace esta afirmación según su experiencia como educador, comenta que el uso de dispositivos móviles como tabletas y teléfonos inteligentes se reduce en los jóvenes a la utilización de las aplicaciones de redes sociales y mensajería instantánea, sobre todo, las que “están de moda”, entre ellas Instagram y Snapchat, y eso no representa que el uso sea superior a la de sus maestros.
Es en ese momento cuando los docentes, precisa el profesor, deben ayudarles a los jóvenes para que aprendan a darle un uso adecuado a las herramientas digitales, con propósitos investigativos y para la solución de problemas.
Sebastián Wachter, maestro del Colegio Cumbres, concuerda que si bien esta generación de jóvenes tiene un amplio acceso y uso de las herramientas digitales, se limita a la utilización de redes sociales.
No obstante, le parece que esos hábitos se pueden aprovechar a favor del docente para que les dé un enfoque pedagógico. El propósito es que el estudiante use sus propios dispositivos, pero otras aplicaciones o herramientas.
Algo similar sucede en el Montessori, allí, según Castillo, existe la política Trae tu dispositivo, y con eso buscan la apropiación de sus equipos con fines educativos. Se usan en ciertos momentos de la clase y con un propósito específico, comenta Castillo, por ejemplo, acceder a cierta información para investigar. “Debemos revisar críticamente los contenidos y cómo los integramos con el saber. En muchos casos se combina el material análogo con herramientas digitales”.
Wachter cuenta que en Cumbres ha trabajado, entre otras herramientas, con la app kahoot, un juego gratuito para aprender. La usó para que los alumnos estudiaran la historia del siglo XX.
Disminuir la brecha
Que hay profesores de otras generaciones menos dispuestos a realizar estos cambios en el aula, es cierto, dice Castillo; pero muchos también están abiertos a lograrlo.
En su institución, por ejemplo, tienen un grupo de aprendizaje en las TIC (Tecnologías de la información y las Comunicaciones) en el que apoyan a los profesores que se interesan en utilizar herramientas digitales en el salón de clases. Además del grupo, realizan ferias internas de experiencias en el uso de las TIC para que se repliquen según el propósito de cada docente con sus alumnos.
Wachter señala que en las
instituciones educativas hay profesores que no tienen afinidades o grandes destrezas con las herramientas digitales, pero que ahora sienten que deben trabajar con sus alumnos por medio de ellas. “Con los docentes que son más cercanos en edad a los alumnos no hay problema, pero con los que no, se debe llevar un proceso”.
Según el profesor de Cumbres, en ese proceso se dan tres
etapas: la primera es de frustración, “sienten que el lenguaje se les escapa”, asegura. Después se da un fase de apertura en la que descubren las herramientas. La tercera es de incursión, y en ella pueden encontrar aplicaciones que les permiten dinamizar más las clases sin que pierdan su carácter y se sigan sintiendo cómodos y más motivados.
Lo último también sucede, cuenta Wachter, cuando se conocen experiencias exitosas en
otros docentes, como el conocido profesor Julio Ríos Gallego, el youtuber de matemáticas. En el canal Julioprofe en la plataforma de videos se puede aprender, por ejemplo, desde ejercicios básicos de aritmética hasta resolver problemas complejos.
Acortar distancias
Al contrario de lo que piensan los profesores de Cumbres y el Montessori, para Ós
car Lombana, director de servicios para Aulas Amigas, la brecha digital entre profesores y alumnos existe.
“La forma en la que aprenden los alumnos y en la que comunican los maestros aún dista”. Según él, se siguen usando medios tradicionales cuando los niños y jóvenes están acostumbrados a otros medios multimediales. Por eso cree que estos, a veces, no se encuentran a gusto en las clases.
Justamente por ese antecedente, Lombana cree que es necesario cerrar la brecha. La contribución desde Aulas Amigas, según cuenta, es entregándoles de forma gratuita a los maestros recursos para que se formen (aulas.co), “no importa si tienen poca o mucha tecnología a la mano, lo significativo es que aprendan a sacarle provecho”.
Así es que en el aula de clase tanto alumnos como maestros deben preocuparse por lograr que los procesos de aprendizaje se enriquezcan con las herramientas digitales, sin darle importancia a si alumno o maestro son más hábiles con ellas. Es un aprendizaje mutuo