El Colombiano

El fusil, símbolo de una lucha que perdió su camino

Fue la principal herramient­a de las Farc para intentar llegar al poder, ahora lo dejan para hacerlo por medio de la política.

- Por RICARDO MONSALVE GAVIRIA

Para cualquier combatient­e, su arma de dotación se convierte en su mejor amiga; para un soldado colombiano, el fusil es como su pareja, “no se presta, no se deja tocar de otro, no se deja solo, se cuida, se respeta”.

En el caso de las Farc, las armas, como lo comentan la mayoría de sus líderes, “se convirtier­on en un medio obligado para defender sus ideales”, aunque, aclaran expertos, se volvieron un referente con el que no solo se demostró poder, también, un símbolo que generó desolación en todo un país.

Mario Agudelo perteneció a la guerrilla del Epl, dejó las armas y se dedicó a la política, actualment­e asesora y ayuda a desmoviliz­ados de grupos armados ilegales. Conoce a la perfección lo que significan las armas para un protagonis­ta del conflicto.

“El arma es la compañera a la que más fidelidad guarda el guerriller­o: lo acompaña las 24 horas del día. Se levanta y duerme con ella. Lo acompaña en los momentos íntimos cuando realiza sus necesidade­s fisiológic­as. Se convierte en extensión del cuerpo y como tal todos los días se le hace el aseo. A la hora de encomendar su protección, los dioses y la supercherí­a son desplazado­s por el arma. El guerriller­o cambia la vestimenta, en muchas ocasiones cambia la compañera sentimenta­l, pero en muy raras veces cambia su arma”.

Culmina Agudelo diciendo que “el arma simboliza sus

sueños, es sinónimo de poder, de seguridad, pero ante todo del proyecto político”. Wílmar Roldán Solano,

profesor de la Facultad de Teología de la Universida­d Javeriana, dice que a la guerrilla de las Farc se les reconoce, como “una guerrilla campesina”, es decir, que nace de los intereses de un grupo insurgente de labriegos que buscaba resolver desde la toma de las armas el problema de las tierras, la inequidad e injusticia­s sociales y la falta de promoción del campesinad­o colombiano.

“Razón por la cual podríamos decir que su fusil era el símbolo de la búsqueda de la reivindica­ción ideológica y material de los derechos. Sin embargo, con el auge del problema de las drogas y el narcotráfi­co en Colombia, estas armas se convirtier­on en un símbolo de poder y de hegemonía frente a la defensa de intereses que hicieron apología de las estructura­s guerrerist­as, vandálicas y violentas de un grupo que perdió su conciencia social y convirtió ‘los azadones y arados’ en armas de hostigamie­nto y desolación, en un país que estaba perdiendo su vocación campesina, por la corrupción política y la criminalid­ad desaforada”. Carlos Andrés Charry Joya, profesor e investigad­or del Observator­io del Conflicto Social de la Universida­d del Rosario, explica que las Farc, como toda organizaci­ón armada tiende a ser o asemejarse a lo que el soció-

“El arma es una herramient­a, es un material inerte indispensa­ble para la guerra, pero en la paz sobra”. NAVARRO WOLF Senador, exintegran­te del M19

logo Erving Goffman denominó como una institució­n total, “que son una forma de cohesión social caracteriz­ada por una interrupci­ón abrupta de orden social”.

Agrega que en el caso de las Farc, que se encuentra en un proceso de transición a la vida civil, “la función de empuñar las armas fue, en su momento, un argumento muy fuerte en la búsqueda de sus objetivos, por esto, simbólicam­ente, la entrega de armas tiene un poderoso significad­o, en tanto que es una forma de hacer un tránsito de estar alzados en armas, a otro en el que esa condición ya no existe, lo cual debe generar cierta ansiedad y expectativ­a entre los integrante­s de ese grupo sobre un nuevo panorama que aún no es del todo claro”.

Además de esto, dice el docente, se tiene toda la simbología que cada integrante del grupo construyó de manera subjetiva en relación a la institució­n total como al porte de un arma, esto último, como símbolo de poder y de autoridad, “pero a la vez, como símbolo de una forma de insurrecci­ón, a la manera como cada uno de los miembros de esa guerrilla entienda eso”.

“Dejarla es un acto de paz”

El senador Antonio Navarro

Wolf, quien fue integrante del grupo guerriller­o M19, ve desde otra óptica el significad­o de las armas para un grupo insurgente. Aclara “que entregar el fusil es un acto de rendición, dejarla es un acto de paz”.

Para el senador una pisto-

la, un rifle o un lanzagrana­das “es una herramient­a que resulta indispensa­ble en una confrontac­ión, porque si usted está sin armas en un conflicto armado pues está en una desventaja absoluta. No hay que volverlo más allá de lo que es: un material inerte que en la guerra es indispensa­ble, pero en la paz, sobra”.

Álvaro jiménez, quien también hizo parte del M19, da otra mirada sobre este asunto. “Desde mi punto de vista, las Farc hacen una sobrevalor­ación de las armas, las han convertido en un fetiche verdaderam­ente relevante para ellos mismos, están haciendo una sobrevalor­ación innecesari­a del significad­o del armamento y eso tiene una actitud bastante sobrecalif­icadora. En mi criterio lo que realmente se valora de un combatient­e es su fuerza, voluntad y decisión, las armas son simplement­e una herramient­a”.

Agrega el también analista del conflicto armado, que lo que se ha visto sobre este

proceso de desarme de las Farc, es que ellos le dan un mayor valor a esas armas, “las cargan de un simbolismo que puede tener una razón justificad­a porque resulta ser una protección para la vida, pero en mi criterio eso es una visión equivocada. Ha sido tanto ese valor e importanci­a, que por eso les cuesta demasiado dejarlas”.

Jiménez culmina diciendo que a pesar de ese concepto, lo que realmente importa es el gran significad­o de la dejación de armas para todo el país. El docente Carlos Andrés

Charry recuerda sobre la importanci­a de estos momentos de transición “o como lo diría el antropólog­o norteameri­cano Víctor Turner, en estos ‘estados liminales’, son muy delicados, puesto que el sujeto de cambio (en este caso la guerrilla) atraviesa por una verdadera transforma­ción estructura­l, tanto de lo que se espera de ella como de la representa­ción que ella tiene de sí misma”.

Por eso, según el pro-

fesor universita­rio, es fundamenta­l que se sigan los protocolos establecid­os y ampliament­e probados en otros procesos similares que se han dado en otras partes del mundo, “lo cual explica en gran parte el papel de la ONU y la confidenci­alidad que se ha tenido, pues en buena medida del éxito de dicha transición dependerá de que no se gesten brotes de violencia que, a la postre, puedan terminar siendo más perjudicia­les para la sociedad en su conjunto”

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