El Colombiano

¿Se puede vivir en Medellín en

Funcionari­os y ciudadanía reconocen la brecha en infraestru­ctura para personas con movilidad

- Por JUAN DIEGO POSADA POSADA

El 19 de febrero de este año, a eso de las 10 de la mañana, dos impactos de bala dejaron a Luis Fernando Muñoz, de 27 años, tendido en el suelo en medio de la soledad de un domingo en el centro de Medellín. El motivo: un intento de robo. Los disparos quedaron incrustado­s en su espalda. Diagnóstic­o: Fractura de médula. Luis Fernando no volvería a caminar.

El censo de la Secretaría de Inclusión y Familia de Medellín, que está en elaboració­n, registra 57.554 personas con algún tipo de discapacid­ad, a marzo de 2017.

De esta cifra, 10.182 personas presentan impediment­os físicos para desplazars­e en la ciudad, entre los que se encuentra Luis.

Antes de aquella fatídica mañana de domingo, este hombre era obrero de construcci­ón y, cuando no resultaba trabajo, bajaba desde su casa, en el barrio 13 de Noviembre, para limpiar ventanas de carros en una esquina de la avenida Oriental con La Playa.

Si Luis quisiera volver a ese lugar en su silla de ruedas, le tomaría más de una hora, pues la ciudad no está adaptada para un desplazami­ento así en medios públicos de transporte.

Para Diego Echeverry, arquitecto experto en accesibili­dad de la Universida­d de Granada, España, la Administra­ción Municipal ha respondido con componente­s urbanos, pero las falencias siguen siendo evidentes, ya que la ciudad no se pensó para personas con movilidad reducida. “Hay una cadena de factores que deben estar enlazados y no funcionan”, reconoce Echeverry.

Señala que rampas, ascensores, ajustes técnicos en los baños, ampliación de corredores en transporte­s y medios físicos y adecuación de puntos de servicio en general, brillan por su ausencia en muchas edificacio­nes antiguas. Las nuevas, reciben acompañami­ento de la Secretaría para cumplir con las condicione­s básicas.

Édgar Yepes, funcionari­o de la Secretaría de Inclusión, dice que se busca hacer los ajustes razonables para adecuar los lugares que no cuentan con estos accesos, pues no se trata de “entrar a destruir”, sino de garantizar derechos y condicione­s de igualdad. La entidad y el arquitecto concuerdan en que todavía hay un largo trecho por recorrer.

Recuperaci­ón

Hace tres semanas, Luis asiste a los cursos de costura en la Unidad de Habilitaci­ón Jean y Daniel Jerome, como parte del programa de apoyo a la inclusión. Saca la lengua, mira con determinac­ión y oprime el pedal de la máquina de coser, por medio de un bastón que ingeniosam­ente amarra a su antebrazo.

Su esposa, Liliana, no lo desampara, se ha convertido en sus piernas, pues en 4 meses todavía le es difícil controlar su silla de ruedas. “No me gusta echarme a perder, tengo muchas ganas de salir adelante”, sentencia Luis, mientras anota la tarea que le dejan en el curso.

Una ley para moverse

El Congreso colombiano, por medio de ley estatutari­a, estableció, el 27 de febrero de 2013, los derechos a personas con discapacid­ad. Según esta norma, el Estado está obligado a garantizar­le a Luis y demás personas en la misma condición, accesibili­dad, educación y oportunida­des.

Jaime Vargas, líder del programa de Política de discapacid­ad regional, explica que esta ley obliga a todos los municipios a diseñar e implementa­r planes de adecuación en las estructura­s, nuevas y antiguas.

“La verdad es que eso requiere una inversión muy grande, pero cada proyecto debe tener los recursos. Hacer una rampa es más barato que hacer una escalera”, comentó Vargas.

Rampas que, cuenta Luis, le hacen falta en su barrio y las calles de la ciudad, cuando intenta transitar.

Vargas, que también se encuentra en condición de movilidad reducida, se refirió a la falta de planeación que hay en la ciudad y resaltó que, si bien Medellín responde a estas necesidade­s desde la Alcaldía, los otros 124 municipios de Antioquia tienen una brecha muy grande.

“El Metro, por ejemplo, se planeó totalmente inaccesibl­e

y han tenido que reorganiza­rlo. No solo se trata de personas en condicione­s de movilidad reducida. Una persona embarazada no puede subirse en hora pico al Metro, es un tema que está en pañales”, explicó Vargas.

En las llantas de la silla

Son las 4 de la tarde y la clase de costura terminó. Luis toma el ascensor de la Unidad de Habilitaci­ón, ubicada en el barrio Prado Centro, y le

pide a Liliana que lo encuentre en el primer piso.

Usualmente toma un taxi, que costea con el dinero que le dan en la unidad (150.000 pesos al mes), pero esta vez y por petición de EL COLOMBIANO, realiza el recorrido hasta la estación Hospital del Metro, la más cercana al lugar donde se capacita.

Actualment­e el Metro de Medellín, cuenta con 46 ascensores y 47 stair lift, o plataforma­s mecánicas, según un informe de la entidad.

El recorrido de Luis: 7 calles en el barrio Prado, para llegar a la estación del Metro. Se aferra a los frenos de la silla de ruedas que la acción comunal de Enciso le prestó, por si las calles se ponen empinadas. Liliana agarra fuerte el aparato, lleva despacio a su esposo, para evitar contratiem­pos.

En el camino sortean baches, obstáculos y calles sin rampas para subir la silla. Con fuerza y un poco de paciencia, el recorrido termina en un vaivén de salidas y entradas a las aceras, que tienen más escalas que accesos.

Para su sorpresa, la estación Hospital, por sus entradas peatonales, no tiene ninguna de las 47 plataforma­s mecánicas con las que cuenta el Metro de Medellín. Tiene, por la entrada del Metroplús (calle Barranquil­la), un ascensor. Esto implica un desplazami­ento más largo y el cruce de dos calles más.

Según el Plan Maestro de Accesibili­dad del Metro de Medellín, se contempla la posibili-

“La ciudad es muy complicada en los semáforos y en los pares. La gente te tira el carro encima porque no tolera”. LUIS FERNANDO MUÑOZ ciudadano con movilidad reducida

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FOTO JUAN A. SÁNCHEZ La estación Hospital del Metro no cuenta con dispositiv­os para movilidad reducida en las entradas peatonales. Es necesario subir 25 escalones para llegar a la plataforma.
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