¿LA TOTALIDAD DE LAS ARMAS?
En este mundo no todo es blanco o negro. Para los colombianos tiene que existir un punto equilibrado entre la confianza desbordada y utópica – esa que promete hasta lo imposible, especialmente en épocas electorales-, y el pesimismo crónico, derrotista y nocivo.
Esta semana la ONU “certificó la entrega del 100 % de las armas del grupo guerrillero”. Por supuesto que es un hecho con una importancia mayúscula que significa que esas armas no estarán apuntando ya a los soldados, campesinos ni a ningún ciudadano. Sin embargo, declaraciones grandilocuentes como “hoy es el fin de las Farc” o “las Farc nunca más tendrán armas” son contraproducentes, porque son fruto del afán de repuntar una críti- ca imagen del presidente y no de la prudencia.
Está bien que a los colombianos se nos pida confianza, pero también es bueno que demandemos certezas y aunque hoy hay un “hecho cierto” –o al menos certificado por la ONU- en cuanto a la entrega de más de 7000 armas, no es verdad que estas sean el 100 %. En primer lugar, porque aún no hay claridad sobre las 942 caletas que han dicho tener y en segundo lugar, porque a ciencia cierta no sabemos cuántas armas quedan en Venezuela o Ecuador, que han servido muchas veces como territorio de refugio.
Las historias de procesos de paz en otros países deben servirnos como ejemplo y lección –la historia está para aprender de ella-. El caso de El Salvador en 1992 es bastante ilustrativo porque, precisamente, la entrega de armamento fue un proceso opaco que desembocó en la inundación del mercado negro de armas en todo Centroamérica, dando paso a toda suerte de estructuras criminales, entre ellas los mundialmente conocidos “Maras”. Si se calculaba que cada guerrillero tenía en promedio 2 armas y hoy se encuentran cerca de 6000 en las zonas transitorias, la diferencia entre las armas estimadas y las entregadas es bastante amplia, corriendo el riesgo de que terminen en las calles o en manos de un bandido con otro nombre.
Lo que sigue ahora es histórico y por eso tanto la comunidad internacional como la ONU tienen la responsabilidad de darles a los colombianos la certeza de que no quedarán armas en el mercado negro, así como hacer un vehemente llamado a los países de origen de las armas para que haya un control más efectivo del armamento que está llegando al país y que ha causado tantas muertes.
Las certezas tienen que estar más allá de anuncios con fines electorales de un presidente al ocaso de su gobierno o de un candidato-negociador en campaña. El próximo año habrá elecciones para Congreso y presidente, y las Farc esta- rán inaugurándose como actor político. Si es un hecho cierto que las Farc tienen más de 20.000 dólares en efectivo para una fiesta, también debe ser un hecho que tengan dinero suficiente para hacer campaña por sus candidatos.
El coctel de armas y dinero para obtener poder no es algo nuevo para las Farc, ya tienen casi medio siglo de experiencia. Esperemos que en 2018 no sean ellos quienes hagan fiesta con la democracia colombiana
Aunque hoy hay un “hecho cierto” en cuanto a la entrega de más de 7000 armas, no es verdad que estas sean el ciento por ciento.