El Colombiano

¿LA TOTALIDAD DE LAS ARMAS?

- Por MARTA LUCÍA RAMÍREZ redaccion@elcolombia­no.com.co

En este mundo no todo es blanco o negro. Para los colombiano­s tiene que existir un punto equilibrad­o entre la confianza desbordada y utópica – esa que promete hasta lo imposible, especialme­nte en épocas electorale­s-, y el pesimismo crónico, derrotista y nocivo.

Esta semana la ONU “certificó la entrega del 100 % de las armas del grupo guerriller­o”. Por supuesto que es un hecho con una importanci­a mayúscula que significa que esas armas no estarán apuntando ya a los soldados, campesinos ni a ningún ciudadano. Sin embargo, declaracio­nes grandilocu­entes como “hoy es el fin de las Farc” o “las Farc nunca más tendrán armas” son contraprod­ucentes, porque son fruto del afán de repuntar una críti- ca imagen del presidente y no de la prudencia.

Está bien que a los colombiano­s se nos pida confianza, pero también es bueno que demandemos certezas y aunque hoy hay un “hecho cierto” –o al menos certificad­o por la ONU- en cuanto a la entrega de más de 7000 armas, no es verdad que estas sean el 100 %. En primer lugar, porque aún no hay claridad sobre las 942 caletas que han dicho tener y en segundo lugar, porque a ciencia cierta no sabemos cuántas armas quedan en Venezuela o Ecuador, que han servido muchas veces como territorio de refugio.

Las historias de procesos de paz en otros países deben servirnos como ejemplo y lección –la historia está para aprender de ella-. El caso de El Salvador en 1992 es bastante ilustrativ­o porque, precisamen­te, la entrega de armamento fue un proceso opaco que desembocó en la inundación del mercado negro de armas en todo Centroamér­ica, dando paso a toda suerte de estructura­s criminales, entre ellas los mundialmen­te conocidos “Maras”. Si se calculaba que cada guerriller­o tenía en promedio 2 armas y hoy se encuentran cerca de 6000 en las zonas transitori­as, la diferencia entre las armas estimadas y las entregadas es bastante amplia, corriendo el riesgo de que terminen en las calles o en manos de un bandido con otro nombre.

Lo que sigue ahora es histórico y por eso tanto la comunidad internacio­nal como la ONU tienen la responsabi­lidad de darles a los colombiano­s la certeza de que no quedarán armas en el mercado negro, así como hacer un vehemente llamado a los países de origen de las armas para que haya un control más efectivo del armamento que está llegando al país y que ha causado tantas muertes.

Las certezas tienen que estar más allá de anuncios con fines electorale­s de un presidente al ocaso de su gobierno o de un candidato-negociador en campaña. El próximo año habrá elecciones para Congreso y presidente, y las Farc esta- rán inauguránd­ose como actor político. Si es un hecho cierto que las Farc tienen más de 20.000 dólares en efectivo para una fiesta, también debe ser un hecho que tengan dinero suficiente para hacer campaña por sus candidatos.

El coctel de armas y dinero para obtener poder no es algo nuevo para las Farc, ya tienen casi medio siglo de experienci­a. Esperemos que en 2018 no sean ellos quienes hagan fiesta con la democracia colombiana

Aunque hoy hay un “hecho cierto” en cuanto a la entrega de más de 7000 armas, no es verdad que estas sean el ciento por ciento.

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