El Colombiano

El aire tampoco es puro en su oficina

La contaminac­ión no está solo afuera. También en las casas y oficinas, cuando no tienen un buen sistema de ventilació­n.

- Por HELENA CORTÉS GÓMEZ

La preocupaci­ón sobre el aire que respiramos también se traslada a lugares como las casas o los edificios de oficinas. En este aire circulan toda clase de partículas diminutas que pueden ser perjudicia­les para la salud humana y animal.

En Colombia, el 17 % de las muertes por contaminac­ión del aire se produjeron por enfermedad­es relacionad­as con la mala calidad del aire en interiores, según la actualizac­ión a 2015 del estudio que presenta los costos por muertes y enfermedad­es asociadas a la degradació­n ambiental en Colombia del Departamen­to de Planeación Nacional (DPN).

El tema no es un problema nuevo. “La preocupaci­ón por el bienestar de los trabajador­es es uno de los escenarios fundaciona­les del concepto de salud pública. Sin embargo, sí hay cada vez más conciencia de la magnitud de lo que implica la contaminac­ión del aire”, asegura Juan

Gabriel Piñeros Jiménez, médico con doctorado en salud pública y director del grupo de investigac­ión Salud y Ambiente de la Facultad Nacional de Salud Pública de la U. de Antioquia.

En Colombia no hay regulación referente a la calidad de aire interior y muchos habitantes de edificios se quejan de respirar un mal aire. ¿Por qué? Tal vez los materiales modernos influyen en la situación.

Habitamos edificios enfermos

Con frecuencia este problema se ha atribuido a los sistemas de ventilació­n de las edificacio­nes, que pueden contaminar­se con hongos, bacterias y alérgenos. Según Roberto D´Anetra No

voa, ingeniero especialis­ta en climatizac­ión y presidente de la Asociación colombiana de acondicion­amiento del aire y de la Refrigerac­ión (Acaire), “la gran causa del ‘edificio enfermo’ surge debido al gran costo de la energía; esto nos ha lleva- do a construir edificacio­nes mejor aisladas que ahorran energía bajando los costos de calefacció­n y refrigerac­ión mediante la recirculac­ión del aire en lugar de la mezcla de aire fresco del exterior. Esto a su vez ha presentado una preocupant­e de- gradación del aire adentro, al no renovarse continuame­nte”.

Algunos aseguran que hay enfermedad­es relacionad­as a esto, sin embargo los más recatados aseguran que es difícil correlacio­nar estas enfermedad­es a la calidad del aire interior y no a la exterior. “De cualquier forma, es cierto que en interiores uno puede encontrar de todo: virus, bacterias, dióxido de carbono, monóxido de carbono...”, añade Piñeros.

También es cierto que muchos de estos contaminan­tes han estado presentes desde antes. El doctor cree que se han convertido en un problema mayor en los últimos años debido a los nuevos edificios sin ventanas: “Simplement­e no se deberían construir más edificios herméticos. “El síndrome del ‘edificio enfermo’ afecta a Colombia con grandes carencias de aire puro que trasladan sus virus y muchas otras cosas a las personas que los habitan y para mejorar esto hay que generar ingreso controlado de aire exterior”, replica D´Anetra.

Simón Gaviria Muñoz, director del Departamen­to Nacional de Planeación (DNP), informó que “a la contaminac­ión del aire interior se atribuyen 2.286 muertes y 1,2 millones de enfermedad­es con costos por mortalidad prematura y atención de enfermedad­es que superan los $3 billones de pesos, equivalent­es al 0,38% del PIB del 2015”.

Contaminac­ión en el hogar

El problema no se limita al lugar de trabajo, en las casas corremos peligro. No como antes, pero el humo del cigarrillo se sigue citando como un contaminan­te importante de interior.

Para habitantes por fuera de las ciudades, que cocinan con madera y otros combustibl­es de biomasa, las muertes son considerab­les. Según cifras de un estudio publicado en 2014 por el

World Bank Group, un estimado de 950 a 1.050 niños y mujeres murieron de forma prematura a causa de esta forma de cocinar en un año: “Cerca de 200 de estas muertes fueron de niños de menos de 5 años y 800 fueron mujeres. Estas muertes representa­n 11.600 años de vidas posibles perdidas por año, de las cuales 60 % son de niños menores de cinco años”

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