El Colombiano

EL GARANTISMO COMO VALOR PERVERSO

- Por MICHAEL REED H. @mreedhurta­do

El Fiscal General de la Nación declaró la guerra en contra de las garantías procesales. El encargado de liderar a la entidad que ejerce la acción penal en Colombia opina que el debido proceso es un estorbo.

Para ponerlo en sus palabras: “la dogmática garantista ha dejado de ser una virtud, para constituir­se en una preocupant­e doctrina”. Respalda su argumento apelando al miedo de los ciudadanos. Dice que: el sistema penal colombiano está en crisis y colapsará si el garantismo sigue guiando su funcionami­ento; los criminales tienen más derechos que los ciudadanos de bien; el crimen está anulando la paz que hemos alcanzado; y hay nuevas formas de terrorismo que requieren una respuesta excepciona­l.

Así, tramposame­nte, abre una conversaci­ón amañada: es un túnel que va directo al excepciona­lismo penal.

El anuncio está contenido en el discurso que pronunció la semana pasada durante la conmemorac­ión de los 25 años de funcionami­ento de la Fiscalía. Es un discurso tremendame­nte efectivo para conseguir respaldo a su reforma. Contiene una advertenci­a: se vienen cambios en la manera como se administra­rá justicia en Colombia.

Cada nuevo Fiscal General quiere pasar a la historia como un gran reformador.

Néstor Humberto Martínez viene cargado de tigre. Evoca a Nariño y demanda justicia severa; si sus reformas no se hacen, advierte que perderemos nuestra libertad. A golpe de exageració­n, quiere instalar el delirio de un acusador que no conoce límites.

Martínez acude a la equiparaci­ón de los derechos humanos (de siempre) con derechos criminales. Luego, invita a acoger una fórmula de los derechos humanos a partir de una nueva concepción: unos derechos devaluados para un nuevo mun- do que necesita sobreponer­se a la amenaza y la destrucció­n que suponen la anarquía violenta y el terrorismo. “En nombre de la defensa de ( estos) derechos humanos”, según su amañada versión, el Fiscal General pide pista para cambiar el marco normativo nacional con el fin de recuperar el orden y la libertad.

El arsenal argumentat­ivo del Fiscal es fuerte. Su línea está planteada para que la oposición sea rotulada como criminal o insensata. Martínez se posiciona, en tiempos revueltos, como escudero de la libertad, a golpe de severidad.

Muchos estarán con él; parece sensato. Otros – tristement­e, una gran cantidad de personas– son apáticos frente al debate. Pocos (muy pocos) advertirán que la severidad anunciada es la punta de lanza que quebrará los muy necesarios controles que deben existir en relación con el ejercicio del poder estatal.

El debido proceso es un valor cardinal del Estado moderno. No es una finura para la democracia de Dinamarca; es la esencia del imperio de la ley en nuestra Colombia y en cualquier parte del mundo. El derecho al debido proceso es una protección básica que cualquiera de nosotros defendería si estuviésem­os en el banquillo de los acusados. Los derechos y las garantías hay que pensarlos en función de todos, con igualdad, no solo en función de supuestos enemigos, a quienes fácilmente satanizamo­s y privamos de sus derechos.

La perversión no es del garantismo. La perversión la incorpora el Fiscal General, al pretender devaluar los derechos a golpe de miedo, presentar al garantismo como un obstáculo innecesari­o en la administra­ción de justicia, introducir una presunción de culpabilid­ad en contra de ciertos antisocial­es para lograr su condena, e ignorar, convenient­emente, que el poder de la Fiscalía colombiana se ha usado de manera arbitraria

Cada nuevo Fiscal General quiere pasar a la historia como un gran reformador. Néstor Humberto Martínez advierte que perderemos nuestra libertad. A golpe de exageració­n, quiere instalar el delirio de un acusador que no conoce límites.

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