MUJERES INSURGENTES
Las recientes generaciones femeninas combaten con dolor por la igualdad. Se alzan sobre los hombros de las feministas que iniciaron la cruzada definitiva. No son feministas, son femeninas.
Alcanzaron espacio en columnas de periódico, escriben implacables en la redes sociales. Cada día tapan las vías de escape de hombres y otras mujeres que persisten en sesgos instintivos de un machismo varias veces milenario.
Estas combatientes de penúltima generación no hablan desde los derechos sino desde la indignación. Para pelear por los derechos estuvieron las viejas feministas que le dieron frente a la reacción sorprendida de un mundo acostumbrado a ningunear a las eternamente inferiores.
Las nuevas mujeres insurgentes no asumen la aburrida carga de explicar. No, las cosas están claras. Desde hace diez mil años religiones, filosofías, leyes, costumbres, mentalidades armaron un escenario donde se sabía qué protagonismo cumplían los hombres y qué sumisión padecían ellas.
Este andamiaje fue demolido a partir de la mitad del XX. Quedó demostrado lo antes indemostrable. Nadie pude hoy filosofar a favor de la opresión de las mujeres gracias a que la prolongada trampa masculina resultó hecha trizas.
Este desplome intelectual, pues, fue tarea del siglo pasado. No obstante el descenso de la cabeza a las tripas ha demorado demasiado. Y es desde las tripas como continúa operan- do el menoscabo masculino contra la figura de ellas.
Por eso las feministas de hoy –por esencia diferentes a las de antes- gritan no desde la razón sino desde el estómago. No necesitan argumentar, quieren volar en añicos los imbatibles muros inconscientes de una sociedad que las llama princesas y les hace chistes de vasallas.
Sin ser minoritarias –¡son lo contrario!-, en esta expedición se alían con las verdaderas minorías del territorio de los géneros, agrupadas en la sigla LGBT. Reaccionan ante todo hecho violatorio, parecen especializarse en este único tema, ejercen su sentir incluso en horas extras.
Como tejieron a lo largo de los siglos unas solidaridades amparadas en sabidurías alternativas, ahora estas mujeres insurgentes estrechan lazos entre ellas. Sin ponerse de acuerdo, saltan al unísono cuando puñal, látigo o músculos injurian o asesinan. En las tertulias con amigos no dejan pasar ningún desliz, ninguna ocasión para enrojecer las mejillas masculinas