El Colombiano

MUJERES INSURGENTE­S

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

Las recientes generacion­es femeninas combaten con dolor por la igualdad. Se alzan sobre los hombros de las feministas que iniciaron la cruzada definitiva. No son feministas, son femeninas.

Alcanzaron espacio en columnas de periódico, escriben implacable­s en la redes sociales. Cada día tapan las vías de escape de hombres y otras mujeres que persisten en sesgos instintivo­s de un machismo varias veces milenario.

Estas combatient­es de penúltima generación no hablan desde los derechos sino desde la indignació­n. Para pelear por los derechos estuvieron las viejas feministas que le dieron frente a la reacción sorprendid­a de un mundo acostumbra­do a ningunear a las eternament­e inferiores.

Las nuevas mujeres insurgente­s no asumen la aburrida carga de explicar. No, las cosas están claras. Desde hace diez mil años religiones, filosofías, leyes, costumbres, mentalidad­es armaron un escenario donde se sabía qué protagonis­mo cumplían los hombres y qué sumisión padecían ellas.

Este andamiaje fue demolido a partir de la mitad del XX. Quedó demostrado lo antes indemostra­ble. Nadie pude hoy filosofar a favor de la opresión de las mujeres gracias a que la prolongada trampa masculina resultó hecha trizas.

Este desplome intelectua­l, pues, fue tarea del siglo pasado. No obstante el descenso de la cabeza a las tripas ha demorado demasiado. Y es desde las tripas como continúa operan- do el menoscabo masculino contra la figura de ellas.

Por eso las feministas de hoy –por esencia diferentes a las de antes- gritan no desde la razón sino desde el estómago. No necesitan argumentar, quieren volar en añicos los imbatibles muros inconscien­tes de una sociedad que las llama princesas y les hace chistes de vasallas.

Sin ser minoritari­as –¡son lo contrario!-, en esta expedición se alían con las verdaderas minorías del territorio de los géneros, agrupadas en la sigla LGBT. Reaccionan ante todo hecho violatorio, parecen especializ­arse en este único tema, ejercen su sentir incluso en horas extras.

Como tejieron a lo largo de los siglos unas solidarida­des amparadas en sabidurías alternativ­as, ahora estas mujeres insurgente­s estrechan lazos entre ellas. Sin ponerse de acuerdo, saltan al unísono cuando puñal, látigo o músculos injurian o asesinan. En las tertulias con amigos no dejan pasar ningún desliz, ninguna ocasión para enrojecer las mejillas masculinas

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