El Colombiano

INVITAR A MATAR

- Por ANA CRISTINA RESTREPO J. redacción@elcolombia­no.com.co

Ya le hicimos todo el show mediático al abogado Abelar

do de la Espriella para que venda su nuevo libro como pan caliente. Ahora veamos cuál es la verdadera perjudicad­a con la tristement­e célebre columna “Muerte al tirano”, publicada por El Heraldo.

La gran herida es la libertad de prensa.

Para empezar, recordemos quién es este personaje, que escuda sus acciones citando dizque a “los escolástic­os” y a “los liberales franceses”. Abe

lardo de la Espriella es el mismo que, ante una pregunta sobre las declaracio­nes de alias “El Tuso” Sierra, le respondió a Noticias UNO: “Supongamos que es cierto que yo les cobré [$4 mil millones de pesos a los paramilita­res…]. Si eso fuera así, ¿cuál es el problema?”. De la Espriella tuvo en sus manos el caso del ataque con ácido a Natalia Ponce de León. Durante la audiencia de imputación de cargos aseveró que “a ese personaje [ Jo

nathan Vega, el agresor] no lo querían ni los perros”. Fuera de la sala y fingiendo arrojar un hueso, le gritó al imputado: “Perrito, perrito”. Llamó su atención con un “ptssssss”, como a una mascota.

Estamos frente a un dandy.

La columna del domingo se inscribe en la misma línea de sofisticac­ión argumentat­iva: llama a Nicolás Maduro “gigantón descerebra­do”, “indigente mental”; a Hugo

Chávez, “moribundo y asustado”; a Tareck El Aissami, vicepresid­ente de Venezuela, “maldito mafioso”.

Acto seguido, escribe: “Los venezolano­s de bien y la comunidad internacio­nal en pleno deben entender que la muerte de Nicolás Maduro se hace necesaria para garantizar la superviven­cia de la República. No se trataría de un asesinato común, sino de un acto patriótico que está amparado por la Constituci­ón venezolana y que resulta, por demás, moralmente irreprocha­ble”.

La libertad de prensa, como todas las libertades, tiene límites.

¿El Heraldo debió censurar la publicació­n de la columna? ¡No!, censura no es la palabra correcta en este caso: haber detenido esa publicació­n hubiera significad­o no solo la protección de los derechos del aludido, sino de los mismos lectores. ¿Que Maduro no respeta los derechos de los ciudadanos? ¡¿A quién o qué nos queremos parecer?! Al margen de lo que uno piense del presidente venezolano, nadie tiene por qué usar una tribuna pública para invitar a cometer un crimen llamándolo “acto patriótico”.

Flaco favor se les hace a las ideas liberales, a la libertad de prensa, cuando se considera a esta última exenta de deberes, de responsabi­lidades con la ciudadanía. La libertad de expresión, la prensa libre, es un semáforo en verde para la crítica y la oposición en casi todas sus formas posibles –mordacidad, epíteto, ironía y hasta insultos–: todo es válido mientras no se atente contra la verdad (hechos, datos verificabl­es) ni se vulneren los límites del Código Penal.

¿Dónde está el gremio de los abogados? ¿Será que no se da por enterado del daño que sujetos como este le hacen a una profesión? ¿Y la Fiscalía? ¿Acaso los crímenes no son tales si se cometen en “el mundo virtual”? ¿Y el periodismo? ¿Desde cuándo los columnista­s contamos con inmunidad?

Una cosa es opinar y otra, bien distinta, invitar a matar

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