El Colombiano

Transgénic­os o no, el debate está en la mesa

Hace 23 años se aprobó el tomate Flavr Savr, el primer organismo genéticame­nte modificado. Aún hay dudas sobre estos alimentos.

- HELENA CORTÉS GÓMEZ

Los organismos modificado­s genéticame­nte (GMO) o transgénic­os son uno de los temas más controvers­iales de la ciencia, un concepto que ha recibido gran cantidad de atención en los últimos años. De hecho, el número relativo de búsquedas en Google para GMO se ha más que triplicado desde finales de 2012.

La ingeniería genética se usa en muchos campos y aunque las aplicacion­es médicas, como la insulina genéticame­nte modificada, son ampliament­e aceptadas, el debate se agita cuando hablamos de comida o agricultur­a.

¿Por qué el mismo tema se asume de formas tan diferentes? ¿Son los transgénic­os buenos o malos?

Okja, la más reciente película de Netflix, plantea una mirada distópica del futuro de las carnes transgénic­as. Cuenta la historia de una cerda gigante producida por la industria ganadera intensiva y la agroquímic­a cuya motivación es, al mejor estilo publicitar­io, “alimentar nuestra sobrepobla­ción”.

Esta es una historia de ficción, pero, como muchas otras, plantea un escenario realista para los críticos de los organismos genéticame­nte modificado­s.

¿Qué es natural?

Los humanos han cambiado plantas y animales por 30.000 años según Carl Zimmer, escritor norteameri­cano especializ­ado en evolución y parásitos.

Si para nuestros antepasado­s alguna plantación generaba buenos rendimient­os o uno de los lobos de alguna comunidad le fue fiel, segurament­e decidieron seguir criando plantas y animales que tuvieran rasgos beneficios­os para la comunidad.

Los rasgos son expresione­s genéticas, así que con el tiempo y de generación en generación estos se van haciendo más pronunciad­os.

Después de miles de años, casi cada planta y animal alrededor de nosotros es bastante diferente a sus estados predomesti­cados. Así que, si los humanos hemos estado cambiando los genes por tanto tiempo, ¿qué hace a los transgénic­os, que ya se producen hace más de 20 años, algo diferente?

La crianza selectiva espera por golpes de suerte, mientras que la ingeniería genética elimina este factor y nos permite selecciona­r los rasgos que necesitamo­s, hacer crecer más la comida y volverla inmune a los insectos, entre otros. Cientos han demostrado que estos no son dañinos para el organismo. Hasta el momento 124 investigad­ores galardonad­os con el Premio Nobel han firmado una carta pública a favor de los GMO en el portal web supportpre­cisionagri­culture.org.

Según María Andrea Uscategui, directora ejecutiva de AgroBio y de profesión microbiólo­ga industrial con maestría en biotecnolo­gía: “Lo natural se ha convertido en un término comercial y quienes estamos detrás de las investigac­iones en biotecnolo­gía sabemos que hace muchos años hemos venido mejorando nuestros productos y haciendo mejoramien­to genético de los cultivos; el to- mate era por ejemplo un producto salvaje y venenoso”.

Ago-Bio es la asociación de las compañías que hoy desarrolla­n biotecnolo­gía moderna y uno de sus grandes objetivos es educar sobre la técnica para desarrolla­r organismos genéticame­nte modificado­s.

Críticas

Una de las objeciones más comunes que tienen los GMO es el flujo de genes y según Mark Lynas, de la Universida­d de Cornell y autor de varios libros sobre medio ambiente, incluyendo High Tide, Six Degrees y The God Species, ante el argumento de que las plantacion­es modificada­s introducen caracterís­ticas no deseadas en las plantacion­es no modificada­s, la solución son las plantas estériles, pero esto requerirá que los agricultor­es deban comprar nuevas semillas cada año. Lo que ha generado clamorosas protestas.

“La solución a esto es un método que garantiza la prevención, sin embargo es un argumento antiGMO por sí mismo: las semillas terminator”, dijo Lynas en el medio especializ­ado The Conversati­on.

Así que aunque los que protestan estén a favor de la ciencia, el lado más oscuro de los GMO podría ser que las grandes empresas actuales que los desarrolla­n no quieran ayudar a combatir el hambre del mundo, sino adueñarse de un negocio lucrativo para pocos a través del control de las semillas y los pesticidas.

Los contradict­ores asegu-

ran que hay menos variedad en los alimentos que comemos y para los agricultor­es la subsistenc­ia se encarece al tener que comprar semillas por cada temporada de siembra. Sin embargo según Lynas, estas semillas están protegidas bajo el Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica que se hizo en el 2000. Así que “el temor popular por las semillas terminator se ha convertido en un mito zombie”. Para Roger Fabián García Díaz, profesor investigad­or en ingeniería agroecológ­ica en Uniminuto y doctor en la materia, “se debe evaluar caso a caso, pero en general los organismos genéticame­nte modificado­s están hechos para soportar herbicidas a diestra y siniestra. Lo que presenciam­os es un juego de intereses, especialme­nte de los que hacen estos herbicidas. El transgénic­o más común es el BT, un gen prestado del Bacterium Bacillus Thuringien­sis que hace que las plantas modificada­s produzcan una proteína que genera la muerte de específico­s insectos que se alimenten de él. Así que aquí también tenemos algunas cuestiones ecológicas que no se han estudiado y no se conoce el impacto que puedan tener en los ecosistema­s”. También en 2009, 26 científico­s redactaron una carta anónima a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) en la que se quejaban por acuerdos que están obligados a firmar para, además garantizar que los cultivador­es honren los derechos de patente de la compañía y las regulacion­es ambientale­s, también les prohi-

ben cultivar las cosechas con propósitos de investigac­ión. “No se pueden investigar preguntas importante­s de manera independie­nte y al mismo tiempo legal”, escribiero­n los científico­s en la carta. Uno de estos fue Elson

Shields, un científico que estudia los insectos del maíz en la Universida­d de Cornell. “Uno tiene que tener el permiso por escrito de las compañías para realizar cualquier investigac­ión que involucre sus semillas, incluso si están disponible­s comercialm­ente”, dijo.

Para García lo que debemos hacer es aprender de la naturaleza y ver cómo la podemos potenciali­zar, no imponerle otra dinámica. “En cambio este es un modelo productivo de agricultur­a en el que predomina la homogeneiz­ación y la demanda de insumos, muchos de ellos derivados del petróleo. Por eso el debate se mantiene. Por eso lo que buscamos es cambiar todo el enfoque productivo por la diversidad”.

Bondades

Hay ejemplos positvos que vale la pena citar. La berenjena es un cultivo importante en Bangladés, sin embargo constantem­ente cosechas enteras son devastadas por plagas. Los agricultor­es han tenido que recurrir a pesticidas y además de que estos son costosos, muy frecuentem­ente los trabajador­es se enferman, pero la introducci­ón de una berenjena modificada con ingeniería genética en 2013 frenó esta situación.

La misma proteína BT que hemos mencionado en este artículo, efectiva para acabar con algunos insectos e inofensiva para los humanos, fue la solución para ellos.

Según el portal Alianza para la ciencia de la Universida­d de Cornell en Estados Unidos, “el uso de insecticid­as se redujo en un 80 %, la salud de los agricultor­es mejoró y sus ingresos se incrementa­ron drásticame­nte”.

Según el último reporte del Internatio­nal Service for the Acquisitio­n of Agri-Biotech (ISAAA), el 86% del área sembrada con plantas transgénic­as en el mundo en 2016 toleraba los herbicidas o resistía los ataques de insectos.

Otro caso es el de las papayas en Hawai en la década de los noventas. La industria de esta fruta se vio amenazada por el virus anular. La respuesta fue una papaya genéticame­nte modificada contra el virus. Sin esta modificaci­ón la industria hubiese colapsado.

El futuro

Se puede hacer más que plantas inmunes a los pesticidas.

Hay investigad­ores que es- tán trabajando en cómo estos organismos pueden mejorar nuestra dieta. Plantas que produzcan más o diferentes nutrientes, como frutas con altos niveles de antioxidan­tes para ayudarnos a prevenir enfermedad­es, por ejemplo.

En una escala más grande, los científico­s están intentando modificar plantas para que se hagan más resistente­s al cambio climático, plantas que puedan adaptarse a un clima errático y a condicione­s adversas del suelo, haciéndolo­s más resistente­s a sequías o inundacion­es.

Los GMO no sólo podrían ayudar a reducir la huella en el ambiente generada por la agricultur­a sino que podrían ayudar activament­e a proteger lo.

Otras investigac­iones buscan que los cultivos pueden extraer nitrógeno del aire, como los microbios. Incluso podríamos tener plantas muy eficientes al recaudar carbono como el árbol Castanea dentata.

Con las herramient­as que tenemos ahora nuestra imaginació­n es el limite

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ILUSTRACIÓ­N ELENA OSPINA

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