El Colombiano

“Un año más de aumento de cultivos ilícitos y producción de droga. Aunque ya se conocen las usuales promesas gubernamen­tales y los anuncios, las cifras del fracaso son elocuentes”.

Un año más de aumento de cultivos ilícitos y producción de droga. Aunque ya se conocen las usuales promesas gubernamen­tales y los anuncios, las cifras del fracaso son elocuentes.

- ESTEBAN PARÍS

Sigue el país en la estela de crecimient­o inatajable de cultivos ilícitos y de producción de narcóticos. Y si el año pasado, ante los contundent­es informes de la ONU y del Departamen­to de Estado norteameri­cano, el Gobierno colombiano dijo que esa tendencia comenzaría a revertir ante el entonces inminente acuerdo de paz con las Farc, este año parece que va a acudir al mismo argumento. El acuerdo ya está firmado, se está ejecutando, y Gobierno y Farc aseguran que esa guerrilla ya no participa en las cadenas del negocio criminal.

El Informe publicado la semana pasada, que correspond­e a 2016 y es elaborado por la Agencia de la ONU contra las drogas y el delito ( UNDOC), a través del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos ( Simci), señala las causas del aumento de cultivos ilícitos y de producción de droga. Entre 2015 y 2016 los cultivos de coca pasaron de 96.000 hectáreas a 146.000, 50.000 hectáreas más, para un incremento del 52 %. Solo hay tres departamen­tos que no tienen cultivos de coca: Caldas, Cundinamar­ca y La Guajira.

Las causas que identifica el Informe son varias: la cance- lación de las fumigacion­es aéreas con glifosato; los estímulos o incentivos establecid­os en los acuerdos del Gobierno con las Farc; el cambio de lenguaje oficial, que pasó de hablar de “cultivos ilícitos” a “cultivos de uso ilícito”, dando lugar, según la ONU, a que las comunidade­s den por hecho que el cultivo no está prohibido, pues lo que se penaliza es el uso posterior de la coca; y un factor al que habrá que ponerle mucha atención: la menor percepción de riesgo asociado a la actividad ilícita por parte de las comunidade­s que la cultivan.

Dice el Informe, sobre esto último: “se han evidenciad­o efectos no deseados, una percepción de menor riesgo para la actividad ilícita que en algunos casos llegó incluso a la percepción de que a través de la actividad ilícita era más fácil acceder a los servicios del Estado”. Y dice en otro aparte que los cultivador­es cuentan con que, haciendo bloqueos a la fuerza pública, al final podrán seguir con su actividad.

Si hubo relajación de la política antidrogas, decisión tácita de enfocar los recursos a otras áreas, o si todo esto es atribuible a factores combinados como el aumento en el consumo de drogas en el exterior (como dice Rafael Pardo) se irá determinan­do con el tiempo. Lo que va quedando claro es que durante la Administra­ción Santos ha habido ambigüedad frente a la lucha antinarcót­icos y posiblemen­te esos mensajes en contravía (incluyendo alusiones a una futura legalizaci­ón, como se inició con la marihuana para “uso medicinal y científico”) crearon confusión en la Fuerza Pública. Las negociacio­nes de paz tuvieron mucho qué ver con esta dispersión de políticas. Otro factor que se suele soslayar pero la ONU ahora remarca es que el consumo interno de estupefaci­entes ha aumentado de forma alarmante.

Tal como recordó el embajador de Estados Unidos, Kevin Whitaker, en su entrevista a EL COLOMBIANO este fin de semana, el Congreso de Estados Unidos requiere, para aprobar ayudas internacio­nales, que se emita una certificac­ión sobre la eficacia de los programas contra el narcotráfi­co en el país receptor de la cooperació­n. Serios aprietos va a tener el actual Gobierno, máxime cuando las cifras son tan elocuentes que los discursos y promesas van a servir para poco

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ILUSTRACIÓ­N

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