El Colombiano

LIBROS POR TODA LA CIUDAD

- Por DIEGO ARISTIZÁBA­L desdeelcua­rto@gmail.com

Mi sueño es vivir en una ciudad repleta de libros, que los buses sean una especie de biblioteca­s ambulantes; que no exista un solo café sin un libro interesant­e; que las tiendas de barrio vendan también revistas de dibujitos (antes algunas eran así); que los bares tengan espacios de lectura con una luz distinta, con una actitud distinta; que las salas de espera tengan libros para explorar nuevos destinos pero también libros para hacer más llevadero el dolor y la angustia si es en un hospital (una frase al azar a veces consuela); que los parques, además de árboles, tengan sembradas carretas de libros, en fin; yo no pienso como Borges, yo no quiero una biblioteca gigante en el Paraíso, yo la quiero aquí, en mi ciudad, en estas calles que camino.

El fin de semana pasado, en la 9ª Parada Juvenil de la Lectura, se hizo una vez más Libros Libres, una actividad que deja en evidencia que los jóvenes de Medellín sí leen y quieren más libros. A pesar de que la “liberación” empezaba a las 4 p.m., desde las 3 ya había fila. Todos los que entraban salían felices. Como se dieron libros cada hora, durante el día y la noche, pensé que la fila disminuirí­a al amanecer, pero no fue así, la fila siempre fue larga y el último joven se llevó el último libro a las 5:20 a.m.

En este momento, por las calles de Medellín, deben rondar felices cuatro mil quinientos libros. Pasaron de las cajas oscuras de cartón a recibir la luz de un parque, la estrechez de un bus, el afecto de una mano que abre las páginas.

Yo también liberé un li- bro: “Una letra femenina azul pálido”, de Franz Werfel, lo leí entre el domingo y el martes, y ayer, atendiendo la recomendac­ión del exlibris que estaba pegado, lo liberé en el Metro, lo dejé en la silla donde estaba sentado. Lo curioso fue que apenas lo dejé ahí, la muchacha que estaba a mi lado me dijo que había olvidado el libro. Yo la miré y le dije que no podía quedarme con él, que era para ella si lo quería. Ella sonrió.

No fue fácil, yo casi nunca regalo mis libros, yo soy de los que cree que un libro no debe dejarlo a uno jamás. Pero ahora que lo pienso, aquel libro libre con mis subrayados no me dejará, hará parte de mi historia, de la biblioteca que quiero que crezca en cada rincón de Medellín.

Una ciudad repleta de libros es una ciudad más amable, es una ciudad con posibilida­des distintas. Al libro hay que quitarle el miedo, hay que integrarlo a la vida cotidiana, verlo por ahí esperando en un paradero de bus como un ciudadano más. Encontrars­e un libro debe ser de buena suerte, yo espero encontrarm­e uno muy pronto

Una ciudad repleta de libros es una ciudad más amable, es una ciudad con posibilida­des distintas. Al libro hay que quitarle el miedo.

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