Expresidentes procesados, vergüenza y éxito de Perú
La ciudadanía peruana se decepciona cada vez más de su democracia, sin ser consciente de que para otros países es un ejemplo.
La política peruana parece condenada a girar en torno a los escándalos de sus exmandatarios y a los procesos por los que son imputados o incluso condenados ante la justicia. Los temas más cotidianos de ese país latinoamericano son relegados ante el peso de los últimos acontecimientos.
Por los mismos días en que el expresidente Ollanta Humala es llevado a prisión —para que no huya como Alejandro Toledo—, el presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) se reúne a puerta cerrada con Keiko Fujimori, reviviendo los temores de una conmutación de la pena contra el padre de la opositora, el exmandatario Alberto Fujimori.
Desde España no tardó en llegar la usual columna de opinión del Nobel peruano Mario Vargas Llosa en el diario El País, advirtiendo sobre tamaña decisión: “mi impresión personal es que Kuczynski es un demócrata cabal y una persona demasiado decente para cometer un desafuero tan insensato como sería el sacar de la cárcel y devolver a la vida política a un exmandatario que, habiendo sido elegido en unas elecciones democráticas, dio un golpe de Estado instalando una de las dictaduras más corruptas de la historia del Perú”.
El 5 de junio de 2016, fue precisamente la alusión a esos tiempos de dictadura, desapariciones, represión y corrupción, la que pesó en una amalgama de sectores adversos al fujimorismo para dar a Kuczynski la ínfima ventaja que le bastó para superar a su rival Keiko en la segunda vuelta de las elecciones generales (50,12 % sobre 49,88 %).
Traición en el gobierno
Aún así, ya en primera vuelta el 10 de abril de 2016, el fujimorismo se había quedado con el control del Parlamento (73 escaños de 130), por lo que PPK se vio obligado a dirigir en minoría y con poca gobernabilidad, hecho que explicaría su baja popularidad (38 %, según un sondeo de Datum) en momentos en que cumplirá un año de mandato.
Tal como advirtió Vargas Llosa, “hay quienes piensan que el indulto ablandaría al Parlamento que, hasta ahora, además de tumbar varios ministros del gobierno, ha paralizado la acción gubernamental obstruyendo de manera sistemática las iniciativas del Ejecutivo para materializar su programa, introduciendo reformas económicas y sociales que dinamizaran la economía y extendieran la ayuda a las familias de menores ingresos”.
El debate resurgió con fuerza de la mano del propio Kuczynski, puesto que el pasado 22 de junio afirmó al Canal N que “es el momento de revisar el tema (del indulto), el cual se analizará con tranquilidad”. Dichas palabras fueron celebradas en redes por la que fuera su rival, Keiko Fujimori: “Gracias, señor presidente. Es hora de voltear la página”.
Pero Vargas Llosa aún conserva confianza en un gobierno que durante la campaña defendió como una opción distante del populismo y de la idea de impunidad para Fujimori. De hecho confirmó las informaciones del diario limeño El Comercio, sobre una reunión entre el mandatario y el escritor: “(PPK) nunca me indicó que tuviera la menor intención de hacerlo (sacar de prisión a Fujimori); solo que, como le llegaban numerosas cartas y documentos pidiendo el indulto por razones de salud, había entregado todo ese material a tres médicos a fin de que le informaran sobre el estado del reo”.
Pero los rumores crecientes y cada vez más generalizados en Perú sobre el inminente indulto del gobierno para el exmandatario, hacen temer un retroceso a los sectores que eligieron a PPK para evitar un retorno del fujimorismo al poder, lo que hubiera implicado a la vez la probable impunidad para los cuatro casos por los que Fujimori cumple condena.
José Carlos Requena, analista político de la consultora
50+1, se decanta por esta última versión, la de un Kuczynski que está cerca de indultar a un exdictador buscando amansar a una oposición que no lo ha dejado gobernar. “Cuando PPK se ha referido al tema ha sido más para buscar una justificación médica que respalde lo que pareciera una decisión política tomada”, aseguró al periódico El Comercio.
Enrique Serrano, internacionalista y docente de la Universidad del Rosario, coincidió en diálogo con EL COLOMBIANO, pero fue más allá: “Vargas Llosa ejerce mucha influencia sobre la política peruana. Incluso se supone que fue el que le dio el aval público a Kuczynski. En mi opinión puede que PPK se viera forzado a prometerle semejante cosa (no indultar a Fujimori), a pesar de que probablemente vaya a hacer lo contrario”.
Haya sido engañado o no el escritor peruano, quien con su influencia hace un año fue uno de los principales factores que inclinaron la balanza de la campaña a favor de Kuczynski, es claro que tal acción por parte del presidente supondría, para muchos sectores políticos que lo eligieron, cuando menos una traición.
“No sólo sería una ilegalidad; también, una traición a los electores que lo llevamos al poder y a las familias de las víctimas de los asesinatos y desapariciones, a quienes (PPK) prometió firmemente que no liberaría al exdictador. No nos engañemos. La extraordinaria movilización entre la primera y la segunda vuelta que permitió el triunfo de Pedro Pablo Kuczynski se debió en gran parte al temor de una mayoría del pueblo peruano de que el fujimorismo volviera al poder con Keiko, la hija del condenado”, sentenció Vargas Llosa en su columna.
Odebrecht y avances
Pero un acontecimiento llegó a eclipsar la polémica en la que está inmerso PPK. Sin duda, el encarcelamiento del expresidente Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, coparon titulares en los rotativos locales e internacionales.
En una semana agridulce, los peruanos pasaron de temer o lamentar la fuerza que toma en la calle el rumor sobre un indulto a Fujimori, a celebrar que otro exmandatario esté cada vez más procesado por su presunta parte en el gigantesco caso de co-
rrupción de la constructora brasileña Odebrecht.
Humala ya apeló contra el fallo de 18 meses de prisión preventiva ordenado por el juez Richard Concepción
Carhuancho (quien como su similar Sergio Moro en Brasil, está ganando notoriedad en su país por investigar otra arista del mismo proceso), pero mientras que ese recurso se resuelve, la ciudadanía tiene motivos para esperanzarse. Así lo explicó a EL COLOMBIANO Fernando Tuesta Soldevilla, director del Instituto de Opinión Pública (IOP) del Perú.
“Deja una sensación de satisfacción para la mayoría de peruanos, porque estamos hablando de procesos que se le siguen a exmandatarios de la República. Y el mensaje es: no porque fuiste presidente vas a salvarte de la justicia en este país. En una nación en donde el sistema judicial está desaprobado por la opinión pública, hechos como este tocan las fibras más sensibles de la gente en un sentido positivo”, afirmó.
Pero el experto considera que el hecho de que se reiteren los casos de expresidentes procesados por la justicia es también motivo de vergüenza y decepción para los ciudadanos peruanos. Cabe recordar que otro exmandatario, Ale
jandro Toledo, se encuentra prófugo desde febrero, tras la orden de captura emitida en su contra por el caso Odebrecht. Todo esto demuestra al pueblo de la vecina nación que de su clase política no parece salvarse nadie.
“En realidad el Perú en este momento se sitúa como el único país que tiene expresidentes purgando condena como Alberto Fujimori, prófugos de la justicia como Alejan
dro Toledo, y ahora con prisión preventiva como Ollanta
Humala. Sin dejar de pensar —porque para muchos peruanos es así—, cómo se libra de lo mismo Alan García.
Estamos hablando de 30 años en los que la galería de expresidentes no es para enorgullecer a un país sino para avergonzarlo. Entonces, por un lado la justicia se ve fortalecida, pero por otro es la reiteración de cómo tenemos malos políticos, que se alzaron con apoyo de votos y terminaron con los bolsillos llenos”, concluyó Tuesta Soldevilla.
sido salpicados por el escándalo de Odebrecht no tienen funcionarios de primer nivel procesados o encarcelados, los desarrollos de la justicia peruana son un ejemplo y deberían ser motivo de orgullo ante toda la región. Así lo reitera el escritor En
rique Serrano, autor del libro ¿Por qué fracasa Colombia?, para quien la ciudadanía no ha presionado lo suficiente para ver avances en las pesquisas.
“Si Colombia fuera un país más sensitivo, ya tendría políticos condenados. Esta nación es extraña. La gente se enardece por asuntos menores, pero no protesta por escándalos de esta magnitud. Parece que todo el mundo estuviera blindado para reaccionar ante estos temas. En cambio en Perú ya se ven las consecuencias: las personas que se aprovecharon de esos sobornos están terriblemente comprometidas y sus carreras políticas terminaron. Eso demuestra que cada sociedad tiene su manera de saldar las cuentas, y que Perú tiene altura para hacer eso”, argumentó.
Por otra parte, es claro que en países como Colombia —y otros de la región en los que el caso parece que acabará saliendo por las tangentes—, la burocracia excesiva del aparato jurídico y sus debilidades ayudan en suma a los políticos para evitar consecuencias.
“Aquí se tienen más excusas y más habilidad para defenderse con jugarretas jurídicas que en otros lugares como Perú y Brasil. Eso hace que las consecuencias de las acciones en el poder y las responsabilidades políticas sean menos serias. Estamos además acostumbrados a que no las haya. Eso supone una cultura diferente y una relación con la ley que es mucho menos estricta que en otros países”, añadió el experto.
Lo único cierto es que, con ese sabor agridulce que le deja a la ciudadanía peruana el ver a todos sus expresidentes desde 1990 salpicados por la corrupción —como si se tratara de un nefasto y mal preparado pisco sour—, la justicia está avanzando en Perú y promete algún día aportar para una democracia más pulcra y con valores