¿Por qué aún es válida la filantropía empresarial?
El director Global de Filantropía de Microsoft Corp. cuestiona a empresarios que piensan que pagar impuestos y dar empleo es suficiente como aporte a una mejor sociedad.
Mientras hacen carrera por el mundo las teorías corporativas que declaran caduca e ineficaz la filantropía o altruismo como camino para que las empresas retribuyan su éxito a la sociedad, para Microsoft es una de sus principales banderas como “ciudadano corporativo global”.
El gigante tecnológico separa filantropía de responsabilidad social empresarial: la primera de cara a aportar al desarrollo social del mundo, la segunda, como una forma de gestionar internamente sus negocios bajo unos requisitos mínimos que van más allá de vender para ganar plata.
Ahora esta multinacional, que vendió de abril a junio 23.317 millones de dólares y tuvo utilidades por 6.513 millones en solo esos tres meses, toma la bandera de la filantropía con una bolsa anual de recursos que supera los 1.150 millones de dólares (3,46 billones de pesos, al cambio actual) para aportar a que la tecnología no ahonde, aún más, las brechas de desarrollo y aporte a la inclusión (ver Dicen de…).
La automatización de la producción, la revolución de modelos tradicionales de negocios con ejemplos evidentes como Netflix (televisión), Airbnb (hotelería) o Uber (transporte), la robotización, la inteligencia artificial y la impresión 3D, son unos pocos ejemplos de avances vertiginosos. Pero vienen de la mano de supresión de empleos y desaparición de oficios y la urgencia de mejor talento que tampoco es fácil hallar.
“Al final del día, el gran desafío se resume en una pregunta: ¿cómo nos aseguramos para que todos esos avances beneficien a más sociedades?, apuntó Leonardo Ortiz Villacorta, director Global de Filantropía de Microsoft. En diálogo reciente con EL COLOMBIANO, a su paso por Medellín invitado por la Colegiatura Colombiana, el directivo aclaró por qué aún es válido el altruismo empresarial que otros descartan.
¿Por qué Microsoft abre una división para filantropía?
“El mercado no solucionará todos los problemas del mundo. Un serio problema asociado a lo que hacemos es que más de 4 mil millones de personas, es decir, el 60 % de la población, que no tiene acceso a tecnología para asegurar conocimiento, servicios, empleo y salir de la pobreza”.
¿Es válido hablar de filantropía y no responsabilidad social empresarial en un mundo enfocado en el ánimo de lucro?
“Cuando se habla de responsabilidad social hay políticas y prácticas del negocio para cumplir con lo mínimo que espera la sociedad de una empresa frente al medio ambiente, un gobierno corporativo ético, respeto de los derechos humanos, inclusión, entre otros temas. Todo eso es parte del comportamiento de la empresa como ciudadano corporativo. Ahora, definimos como filantropía corporativa lo que hacemos para lograr impacto social en las comunidades que operamos”.
¿Qué decirle a esos empresarios colombianos que consideran que su mejor aporte social se salda con pagar impuestos y crear empleos?
“Es una postura completamente anacrónica que no contempla mínimos adicionales. Las empresas tenemos una responsabilidad mayor con la sociedad y también les conviene: generar inversión social se retribuye con éxito en el mercado. Si eso solo no es ya atractivo, hay un segundo beneficio: retorno de inversión en forma de reputación. Pero si tampoco eso basta, también hay que pensar que invertir en la prosperidad de la comunidad ayuda a desarrollar su capacidad económica, el mercado se hace más grande y también serán mayores las oportunidades de las empresas en ese mercado. Es un círculo virtuoso, pero sin esperar que el retorno sea inmediato. Ahora, si siguen anclados al pasado, se darán una gran sorpresa con los cambios poblacionales actuales”.
¿A qué se refiere?
“En Estados Unidos se ha medido que estamos entrando a una era en que la mayoría de los empleados son de la generación millennial, que tienen una idea bien distinta de lo que es una empresa. Una consultora hizo una encuesta a gran escala y arrojó que más del 80 % de los millennials creen que el objetivo fundamental de una compañía no debe ser generar utilidades, sino crear impacto social”.
“Está muy claro que el mercado, por sí solo, no solucionará todos los problemas del mundo, por eso tiene sentido hablar de filantropía”.
También estamos ante consumidores más exigentes frente al rol empresarial…
“Así es. Los consumidores están empezando a elegir a las empresas que hagan lo correcto y no las que tengan el mejor producto. Hoy la decisión de compra pasan por otros argumentos distintos a una oferta que, de por sí, ya debe ser la mejor para competir con otras. Y esa realidad, al menos en Estados Unidos, está siendo un factor determinante para que el mejor talento decida donde trabajar: un joven dirá ahora que no quiere vincularse a una empresa que no sea ‘buena onda’”.
¿Eso es un campanazo para las empresas en América Latina?
“En Colombia y la región hay ejemplos de esa conciencia, pero también es un tema que pasa por la educación empresarial y dejar de creer que una campaña que mejore la imagen basta para que haya mejor aceptación. Esto requiere un trabajo de base de largo aliento, con planes de impacto social en distintos frentes”.
¿Cuál es el frente en que las empresas y gobiernos deberían enfocar sus esfuerzos conjuntos para ce- rrar brechas de desarrollo?
“Una urgencia fundamental está en la educación formal, que requiere una transformación estructural pero, más allá, hay un problema serio para asegurar que los jóvenes que están por entrar a la vida laboral tengan las habilidades necesarias para suplir fuentes de trabajo: hay empleos, pero falta el talento. Vemos a muchos de estos jóvenes desocupados, al tiempo que las empresas no encuen-
tran las capacidades requeridas. Hay trabajos que ya comienzan a desaparecer, mientras otros ya están surgiendo, por cuenta de la creciente automatización de procesos”.
Concretamente, ¿qué hacer en el corto plazo?
“Urgen programas efectivos que faciliten a los jóvenes adquirir en poco tiempo capacidades que reclama el mercado. Hay muchas necesidades que se pueden suplir con certificaciones técnicas de seis meses o un año. Muchos clientes nos dicen que requieren talento y no piden que sean profesionales o técnicos, no les importa, solo que tengan la competencia. Hay que apoyar más entidades que entreguen este conocimiento específico en ciclos cortos y que formen en habilidades blandas (comunicación, trabajo en equipo, creatividad, entre otras)”.
¿Y en el largo plazo?
“Se debe formar desde la infancia a una nueva generación que no solo sea capaz de usar tecnología, sino crear tecnología. Y no lo digo por estar en Microsoft, sino que expertos han asegurado que así como se aprende física, matemática o historia, se debe aprender ciencias de la computación, que es fundamental en una realidad global cada vez más digitalizada y para entender cómo funciona y funcionará el mundo. No quiere decir que todos deben ser ingenieros informáticos, sino que la ciencia de la computación será tan necesaria como estudiar física para entender por qué cae un objeto”.
Por último, ¿qué piensa frente al caso reciente de corrupción con Odebrecht?
“Es un imperativo entender que una empresa ética no es solo la que opera en el marco de la ley, sino que tiene la transparencia en el ADN de cada una de sus procesos. Esto requiere mejores controles internos y en las relaciones con instancias gubernamentales. La tecnología es solo una de las herramientas para aportar a que las actuaciones estén más a la luz de todos”
“Mientras la política pública se pone a tono en América Latina, trabajamos en alfabetización digital con entes de educación no formal”.