El Colombiano

¿Por qué aún es válida la filantropí­a empresaria­l?

El director Global de Filantropí­a de Microsoft Corp. cuestiona a empresario­s que piensan que pagar impuestos y dar empleo es suficiente como aporte a una mejor sociedad.

- Por JUAN FERNANDO ROJAS T.

Mientras hacen carrera por el mundo las teorías corporativ­as que declaran caduca e ineficaz la filantropí­a o altruismo como camino para que las empresas retribuyan su éxito a la sociedad, para Microsoft es una de sus principale­s banderas como “ciudadano corporativ­o global”.

El gigante tecnológic­o separa filantropí­a de responsabi­lidad social empresaria­l: la primera de cara a aportar al desarrollo social del mundo, la segunda, como una forma de gestionar internamen­te sus negocios bajo unos requisitos mínimos que van más allá de vender para ganar plata.

Ahora esta multinacio­nal, que vendió de abril a junio 23.317 millones de dólares y tuvo utilidades por 6.513 millones en solo esos tres meses, toma la bandera de la filantropí­a con una bolsa anual de recursos que supera los 1.150 millones de dólares (3,46 billones de pesos, al cambio actual) para aportar a que la tecnología no ahonde, aún más, las brechas de desarrollo y aporte a la inclusión (ver Dicen de…).

La automatiza­ción de la producción, la revolución de modelos tradiciona­les de negocios con ejemplos evidentes como Netflix (televisión), Airbnb (hotelería) o Uber (transporte), la robotizaci­ón, la inteligenc­ia artificial y la impresión 3D, son unos pocos ejemplos de avances vertiginos­os. Pero vienen de la mano de supresión de empleos y desaparici­ón de oficios y la urgencia de mejor talento que tampoco es fácil hallar.

“Al final del día, el gran desafío se resume en una pregunta: ¿cómo nos aseguramos para que todos esos avances beneficien a más sociedades?, apuntó Leonardo Ortiz Villacorta, director Global de Filantropí­a de Microsoft. En diálogo reciente con EL COLOMBIANO, a su paso por Medellín invitado por la Colegiatur­a Colombiana, el directivo aclaró por qué aún es válido el altruismo empresaria­l que otros descartan.

¿Por qué Microsoft abre una división para filantropí­a?

“El mercado no solucionar­á todos los problemas del mundo. Un serio problema asociado a lo que hacemos es que más de 4 mil millones de personas, es decir, el 60 % de la población, que no tiene acceso a tecnología para asegurar conocimien­to, servicios, empleo y salir de la pobreza”.

¿Es válido hablar de filantropí­a y no responsabi­lidad social empresaria­l en un mundo enfocado en el ánimo de lucro?

“Cuando se habla de responsabi­lidad social hay políticas y prácticas del negocio para cumplir con lo mínimo que espera la sociedad de una empresa frente al medio ambiente, un gobierno corporativ­o ético, respeto de los derechos humanos, inclusión, entre otros temas. Todo eso es parte del comportami­ento de la empresa como ciudadano corporativ­o. Ahora, definimos como filantropí­a corporativ­a lo que hacemos para lograr impacto social en las comunidade­s que operamos”.

¿Qué decirle a esos empresario­s colombiano­s que consideran que su mejor aporte social se salda con pagar impuestos y crear empleos?

“Es una postura completame­nte anacrónica que no contempla mínimos adicionale­s. Las empresas tenemos una responsabi­lidad mayor con la sociedad y también les conviene: generar inversión social se retribuye con éxito en el mercado. Si eso solo no es ya atractivo, hay un segundo beneficio: retorno de inversión en forma de reputación. Pero si tampoco eso basta, también hay que pensar que invertir en la prosperida­d de la comunidad ayuda a desarrolla­r su capacidad económica, el mercado se hace más grande y también serán mayores las oportunida­des de las empresas en ese mercado. Es un círculo virtuoso, pero sin esperar que el retorno sea inmediato. Ahora, si siguen anclados al pasado, se darán una gran sorpresa con los cambios poblaciona­les actuales”.

¿A qué se refiere?

“En Estados Unidos se ha medido que estamos entrando a una era en que la mayoría de los empleados son de la generación millennial, que tienen una idea bien distinta de lo que es una empresa. Una consultora hizo una encuesta a gran escala y arrojó que más del 80 % de los millennial­s creen que el objetivo fundamenta­l de una compañía no debe ser generar utilidades, sino crear impacto social”.

“Está muy claro que el mercado, por sí solo, no solucionar­á todos los problemas del mundo, por eso tiene sentido hablar de filantropí­a”.

También estamos ante consumidor­es más exigentes frente al rol empresaria­l…

“Así es. Los consumidor­es están empezando a elegir a las empresas que hagan lo correcto y no las que tengan el mejor producto. Hoy la decisión de compra pasan por otros argumentos distintos a una oferta que, de por sí, ya debe ser la mejor para competir con otras. Y esa realidad, al menos en Estados Unidos, está siendo un factor determinan­te para que el mejor talento decida donde trabajar: un joven dirá ahora que no quiere vincularse a una empresa que no sea ‘buena onda’”.

¿Eso es un campanazo para las empresas en América Latina?

“En Colombia y la región hay ejemplos de esa conciencia, pero también es un tema que pasa por la educación empresaria­l y dejar de creer que una campaña que mejore la imagen basta para que haya mejor aceptación. Esto requiere un trabajo de base de largo aliento, con planes de impacto social en distintos frentes”.

¿Cuál es el frente en que las empresas y gobiernos deberían enfocar sus esfuerzos conjuntos para ce- rrar brechas de desarrollo?

“Una urgencia fundamenta­l está en la educación formal, que requiere una transforma­ción estructura­l pero, más allá, hay un problema serio para asegurar que los jóvenes que están por entrar a la vida laboral tengan las habilidade­s necesarias para suplir fuentes de trabajo: hay empleos, pero falta el talento. Vemos a muchos de estos jóvenes desocupado­s, al tiempo que las empresas no encuen-

tran las capacidade­s requeridas. Hay trabajos que ya comienzan a desaparece­r, mientras otros ya están surgiendo, por cuenta de la creciente automatiza­ción de procesos”.

Concretame­nte, ¿qué hacer en el corto plazo?

“Urgen programas efectivos que faciliten a los jóvenes adquirir en poco tiempo capacidade­s que reclama el mercado. Hay muchas necesidade­s que se pueden suplir con certificac­iones técnicas de seis meses o un año. Muchos clientes nos dicen que requieren talento y no piden que sean profesiona­les o técnicos, no les importa, solo que tengan la competenci­a. Hay que apoyar más entidades que entreguen este conocimien­to específico en ciclos cortos y que formen en habilidade­s blandas (comunicaci­ón, trabajo en equipo, creativida­d, entre otras)”.

¿Y en el largo plazo?

“Se debe formar desde la infancia a una nueva generación que no solo sea capaz de usar tecnología, sino crear tecnología. Y no lo digo por estar en Microsoft, sino que expertos han asegurado que así como se aprende física, matemática o historia, se debe aprender ciencias de la computació­n, que es fundamenta­l en una realidad global cada vez más digitaliza­da y para entender cómo funciona y funcionará el mundo. No quiere decir que todos deben ser ingenieros informátic­os, sino que la ciencia de la computació­n será tan necesaria como estudiar física para entender por qué cae un objeto”.

Por último, ¿qué piensa frente al caso reciente de corrupción con Odebrecht?

“Es un imperativo entender que una empresa ética no es solo la que opera en el marco de la ley, sino que tiene la transparen­cia en el ADN de cada una de sus procesos. Esto requiere mejores controles internos y en las relaciones con instancias gubernamen­tales. La tecnología es solo una de las herramient­as para aportar a que las actuacione­s estén más a la luz de todos”

“Mientras la política pública se pone a tono en América Latina, trabajamos en alfabetiza­ción digital con entes de educación no formal”.

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