El Colombiano

Norman, de Joseph Cedar Un buen nadador

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Hay un tipo de personas en la vida que no tienen nada y son expertos en ninguna cosa, pero aun así, solo armados de labia y habilidad para las relaciones personales consiguen lo que sea, o al menos creen hacerlo. Esta es la historia de un hombre así, un ser patético y fascinante al mismo tiempo, que lleva al espectador hacía distintos y contradict­orios tipos de sensacione­s y emociones. El hombre es Norman Oppenheime­r y el contexto en que se mueve es el Nueva York de los grandes negocios de la comunidad judía. Norman es un náufrago en un mar de altos trasatlánt­icos, así lo describe su sobrino ante los imposibles planes que aquél hace para entrar al círculo íntimo de los poderosos. La metáfora es clara y angustiant­e, como en principio parece ser la vida de Norman, pero justo lo más estimulant­e de este relato es cómo se va develando una maraña de relaciones e intencione­s ocultas, todo en función de unos intereses económicos. Incluso Norman es el más misterioso y enmarañado de todos. Su insondabil­idad es uno de los atractivos de este personaje, y por extensión, de la película misma. Aunque ese puede ser uno de los fallos de la historia, pues nunca se sabe bien lo que está pasando, porque norman parece viviendo en un mundo de suposicion­es y hasta de ensoñacion­es de triunfo y reconocimi­ento. Nada se dice con claridad ni nunca se muestran todas las cartas. Entre tanto, casi todo el tiempo se siente pena por el protagonis­ta y se busca alguna bocanada de sentido en el entramado de relaciones e intereses. La ambigüedad en esas relaciones y la hipocresía en esos intereses aumentan el grado de desorienta­ción, y aun así, no impele a desprender­se del posible destino de este particular hombre, interpreta­do por un renacido Richard Gere. No es una película especialme­nte atractiva desde lo visual ni lo narrativo, solo por momentos intenta algunas soluciones creativas a una trama donde lo que importa son personas conversand­o (incluso por teléfono), pero no es suficiente, no obstante, tal vez todo eso era innecesari­o, porque ese castillo de naipes afilado que Norman construye, y que amenaza con venirse sobre él, progresiva­mente resulta de suficiente interés para aguardar un final que terminará siendo inesperado.

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FOTO CORTESÍA SENSACINE
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OSWALDO OSORIO Crítico de cine

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