El Colombiano

LA VIDA POR LOS LIBROS

- Por ÓSCAR DOMÍNGUEZ oscardomin­guezg@outlook.com

La suya es una vida cortazaria­namente tomada por los libros.

Va por el mundo ejerciendo oficios tan disímiles como el de lector furioso, poeta triste, economista, político llerista grado 33, editor, masón, y, con el sol a la espalda, insólito presidente nacional scout. Jorge Valencia Jaramillo

dividió temprano sus hemisferio­s: uno para la prosaica economía y el otro para el misterio de la poesía. Así resolvió los problemas de subsistenc­ia y de vivencia.

Por eso está en el ADN del Grupo Andino, y en la creación y dirección de las primeras nueve ferias internacio­nales del libro de Bogotá. El escéptico sanroqueño es capaz de venderle su alma a Dios con tal de reclutar a un nuevo lector.

“Por ser vos quien sois”, la Cámara Colombiana del Libro - por fin- les gastó champaña a él y a Óscar Pé

rez, en los 30 años de la Filbo “Una feria para todos”.

El Concejo de Medellín, ciudad de la que fue alcalde y a la cual invitó a Borges (“una de las cosas más bellas que he hecho”), le colgó la condecorac­ión Juan del Corral.

María Kodama, la viuda de don Jorge, fue la gran invitada a la primera feria internacio­nal del libro. Se agotó delicioso libro de memorias escrito por el dueto Osorio y Bueno.

En la mesita de noche de Valencia se atropellan libros de Borges, la Divina Comedia, El Principito, Pedro Páramo, versos de Neruda y Cartas a Milena. Que no falte don Anto

nio Machado. ¿Relecturas? Montaigne, de Stefan Zweig.

Que no falten dos libros que le habría gustado escribir: Mientras agonizo, de Faulkner, y El Extranjero, de Camus.

Una sorpresa adicional le deparó a Valencia Jaramillo la última Filbo: En su casa, donde funcionan dos empresas editoriale­s familiares, hicieron el libro conmemorat­ivo de las ferias. Todo fue a sus espaldas.

El poeta triste sospechó algo pero su mujer y arma nada secreta, Beatriz Cuberos, la única editora que duerme con el autor, y su hijo Diego Alberto, mantuviero­n suspenso a lo Hitchcock.

Bajo el gobierno de Carlos

Lleras estrenó su grado de economista de la Universida­d de Antioquia, disciplina que estudió a regañadien­tes. Fue economista por convención no por convicción.

Mamá Teresita y papá Gregorio Nacianceno, quienes le regalaron el pescado de la literatura y le enseñaron a pescar versos, le advirtiero­n que de las letras nadie vive.

Su divisa ha sido leer para que no piensen por nosotros. A los libros les debe “el universo entero, la vida, el amor, los conocimien­tos, los dioses”.

Oye mentar la voz libro y lo atropellan recuerdos, vivencias, versos. Sin libros es “como si hubiera nacido ciego y el Braille no existiera”.

A sus primeros 82 almanaques, Valencia, old scout, autoprocla­mado “aprendiz de teólogo no creyente”, confiesa que le “gustaría reencarnar en un pájaro que durara un día”

Su divisa ha sido leer para que no piensen por nosotros. A los libros les debe “el universo entero, la vida el amor, los dioses...”.

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