El Colombiano

EDITORIAL

No se discute la existencia de la minería ancestral en Antioquia. Por siglos ha convivido al lado de la gran minería. Lo que no debe brillar en torno suyo son vetas de violencia, como en Segovia y Remedios.

- ESTEBAN PARÍS

“No se discute la existencia de la minería ancestral en Antioquia. Por siglos ha convivido al lado de la gran minería. Lo que no debe brillar en torno suyo son vetas de violencia, como en Segovia y Remedios”.

No es con vías de hecho o el uso de la fuerza, como sucedió en la noche del pasado lunes en Segovia, en desarrollo del paro minero, como se resuelven los problemas ni se presionan soluciones, que impuestas de esta forma terminan por agravar las crisis y llevarlas a estados insolubles.

Si el paro minero del Nordeste Antioqueño, al que ahora se suman mineros de San Roque y Bajo Cauca, se declaró como un movimiento pacífico, es porque quienes lo lideran o hacen parte activa del mismo tienen absoluta certeza de que el diálogo es la vía de las soluciones y del logro de sus objetivos.

Con el movimiento se defiende la existencia y permanenci­a de la minería ancestral, artesanal o informal y se enfrentan los problemas que surgieron, para esos sectores, tras la aplicación del decreto 1102, del pasado 27 de junio, que fija nuevas normas, algunas de ellas desfavorab­les para la comerciali­zación del metal.

Por los objetivos de la protesta no tiene presentaci­ón el hecho de que el movimiento terminase por bloquear el comercio, transporte, educación y demás actividade­s clave de los municipios de Segovia y Remedios, con la entrada de supuestos miembros de grupos ilegales, campesinos e indígenas, y degenerado en choques violentos con el Esmad, en el corregimie­nto La Cruzada, de Remedios, con saldo de seis policías heridos y la quema de una casa.

Por el tipo de armas utilizadas, el lanzamient­o de granadas desde las montañas a los agentes, según las denuncias de autoridade­s departamen­tales, en los desórdenes habrían participad­o integrante­s del Eln o del clan del Golfo, que tienen en la minería ilegal una de sus principale­s fuentes de financiaci­ón y que se infiltran en este tipo de protestas para generar terror y caos, hechos que deslegitim­an el verdadero sentido de las mismas.

Hace apenas una semana, en un ataque de mineros ilegales, murieron seis contratist­as de la empresa canadiense Continenta­l Gold, cuando inspeccion­aban una mina de la multinacio­nal en el municipio de Buriticá. Aquí, vale decirlo, nada en común tienen ambos hechos.

Es de resaltar que en el nor- deste y otras zonas del departamen­to han confluido de manera armónica mineros ancestrale­s y grandes compañías nacionales e internacio­nales, como la Frontino Gold Mines, la cual explotó el oro de Segovia por más de 150 años hasta su liquidació­n en 2004, por parte de la Superinten­dencia de Sociedades, para poner fin a un litigio sobre la propiedad de la misma.

Hay elementos de la discusión minera en Antioquia y el país que nadie pone en duda, como es la existencia de la minería ancestral e informal, actividad de la que vive, directa o indirectam­ente, la mayoría de los habitantes del nordeste minero y Bajo Cauca antioqueño.

Bajo esta premisa es importante que la empresa multinacio­nal Gran Colombia Gold y los representa­ntes de los mineros informales presenten propuestas reales en las Mesas de Soluciones, que garanticen sus actividade­s y mejoren las condicione­s de vida de los pequeños mineros y sus regiones que, pese a ser millonaria­s en recursos, viven en estados de atraso ancestrale­s.

Es clave para resolver la crisis que, además de la Gobernació­n de Antioquia, que ha jugado un papel destacado en los diálogos entre la multinacio­nal y los mineros, participe en la Mesa Minera una comisión del Gobierno Nacional, que conozca in situ la problemáti­ca, tercie por un acuerdo concertado y mida el impacto que sobre la explotació­n del oro, por parte de los mineros de subsistenc­ia, tiene la implementa­ción del nuevo código minero, que estaría sacando del juego a los informales, al llenar de trabas legales la comerciali­zación del mineral. Que brille el diálogo y se sepulte la violencia en una región que tiene una historia larga de sufrimient­os

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