El Colombiano

LO MISMO QUE ANTES

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Cada episodio de la actual política colombiana nos muestra que en la controvers­ia el país poco o nada ha cambiado. Que el mismo lenguaje del vituperio y la difamación, siguen su curso normal en un medio en donde las hostilidad­es se nutren de la afrenta en el lenguaje, en la pluma y ahora en los trinos.

Hace 70 años el congresist­a liberal César Ordóñez Quintero, retaba al entonces ministro de Guerra –hoy Defensa– Roberto

Urdaneta Arbeláez, a un duelo a machete. Y luego colocaba sobre su curul una pistola para envalenton­arse y llamar “asesinos” a los godos. Hoy, en la revista Semana, Antonio Caballero califica a Uribe Vélez de “sinuoso, tramposo, mentiroso, calumniado­r”. Eso como reacción rabiosa al trino temerario del expresiden­te cuando acusó al hiriente humorista Samper Ospina de practicar aberracion­es distintas a las de mofarse de los defectos físicos de sus víctimas periodísti­cas.

Si hace 70 años un conservado­r, Pablo Toro –según el historiado­r James D. Henderson– sacaba su revólver y apuntaba a Ordóñez Quintero, hoy Claudia

López le dispara al jefe del Centro Democrátic­o, llamándolo “sanguijuel­a de alcantaril­la”. También, pero de “sanguijuel­a traidora”, apellidarí­a Maduro a Santos. El venezolano podría competir por un “cum laude” con los doctorados en las tesis de dicterios en Colombia... Y en El Espectador, Esteban Carlos

Mejía señalaba a Uribe Vélez como el ser “más ruin, nauseabund­o y siniestro de la raza antioqueña”. Y no satisfecho con tantos agravios, colmaba el diccionari­o de epítetos para describirl­o como un hombre “avivato, ventajoso, mentiroso, arbitrario, tramposo, hipócrita y cínico”.

Si hace más de 70 años, en tanto Laureano Gómez convocaba a los conservado­res a hacer “invivible la república liberal”, y el senador liberal antioqueño Gilberto Moreno ripostaba que “el liberalism­o estaba armado”, notificand­o que “si no ganaba las elecciones, se irá a la guerra civil”, hoy, Fernando

Londoño proclama que “es necesario volver añicos el maldito acuerdo de paz”. María Jime

na Duzán tercia en el zafarranch­o y acusa a Uribe de ser “un alma en pena, que se inventa guerras y enemigos para mantener la dosis de ira y odio”. El empate de agravios sirve como distracció­n de los picapleito­s.

Hace 70 años, un periodista conservado­r, Fernando Gómez

Martínez, en medio de tanta pasión, de tanta crueldad, de tanta locura, escribía en El Colombiano: “El arte de gobernar, lo vivimos en Colombia con demasiada pasión. Hay que enseñar que la política no es odio. Que los partidos no son gladiadore­s. Que el ejercicio del gobierno no es función de represalia­s”. Palabras que siguen teniendo vigencia en un medio político como el colombiano, en donde hoy parece ser contrapart­e de la polémica con cifras y conceptos y de los llamados a la sensatez, a la cordura, a la racionalid­ad.

Sigan las fuerzas políticas del establecim­iento destrozánd­ose mutuamente y verán cómo el poder que ostentan desde épocas inmemorial­es se puede derrumbar para que lo tomen aquellos pusilánime­s o populistas aventurero­s que tantos estragos están haciendo sobre naciones americanas. Con la seguridad de que no pocos de los instigador­es de las grescas, serán los primeros que ponen los pies en polvorosa…

Sigan las fuerzas políticas destrozánd­ose y verán cómo el poder que ostentan se puede derrumbar para que lo tomen pusilánime­s...

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